CAPÍTULO 10

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Niego con la cabeza, mientras sonrio levemente.
—Okay Mark, una disculpa siempre arregla las cosas, no te preocupes. —Cierro los ojos y recuesto mi cabeza sobre el asiento.
De repente, el auto se detiene abruptamente y el humo empieza a emanar de la defensa.
—¿Qué sucede? —Me quito el cinturón.
—Demonios... De nuevo se averió... —Mark golpea el volante con un poco de fuerza—. Disculpa...
Yo le di ese carácter, soy la responsable. Me pregunto si esto será algún karma...
Desvío la mirada y echo un vistazo a la calle.
—Oye, pero mira, por suerte llegamos al lugar... —Señalo la entrada de una casa un tanto particular, ya que es muy pequeña—. Es la dirección que decía en la página de lectura del Tarot.
Mark se baja del auto y corre, atónita veo cómo abre mi puerta para que salga.
—Vamos entonces... —Me tiende la mano.
La tomo con un poco de duda y salgo, su mirada parece esperarme, llamarme como un imán y hacerme olvidar hasta mi nombre y solo centrarme en todo él. Observo cómo de pronto sus ojos miel me observan de forma juguetona y coqueta.
—Qué caballeroso... —Aquello se me escapa sin pensarlo tan siquiera.
«Eso no es buen síntoma, ¿eh?», mi consciencia parece alertarme.
Una voz femenina y algo melodiosa rompe la especie de burbuja en la que estamos.
—Adelante, los estaba esperando...
Observo a la mujer la cual tiene un aspecto un tanto peculiar: tiene los ojos bastante oscuros, cabello largo hasta las caderas y de color rubio muy claro, es extremadamente delgada y lleva un vestido oscuro muy extraño.
—Sigan, los he esperado desde que tuve estas visiones... —La mujer abre los brazos y se aclara la garganta.
Mark y yo nos miramos las caras y decidimos avanzar junto a ella. De todas formas no tenemos nada que perder, ¿o sí? Nos adentramos al lugar: la típica habitación de brujería con una mesa en el centro, una bola de cristal y un montón de adornos raros.
—Tomen asiento... —Nos indica moviéndose con parsimonia hasta llegar al otro lado de la mesa y cerrar los ojos frente a la bola de cristal.
Nos sentamos con algo de recelo. Le doy una mirada escéptica a él, quien observa a la bruja o adivina con atención.
—Parece que va a ayudarnos... Tengo un buen presentimiento... —Asiente mientras me susurra.
—No lo sé, se ve un poco extraña... —Me acerco un poco a él y le señalo la bola que no emite ni un destello o nada parecido.
—¡Hagan silencio! ¡Tómense de la manos y concéntrense mientras los dioses me hablan! —La mujer grita.
Doy un respingo sobre el asiento, ya que su grito ha sido muy fuerte y dramático. Reprimo una carcajada, debido a que esto me recuerda a un capítulo donde la bruja del 71 se las da de experta en fantasmas...
De nuevo le miro la cara a Mark y veo que ahora parece concentrado y cierra los ojos. Parece un tonto haciendo esto, sin embargo, sigo la corriente y trato de concentrarme también a ver si algo resulta.
—Están en una situación decisiva... Hay algo que les impide rehacer sus vidas... Puedo sentir el desespero en ustedes... —susurra de nuevo con un dramatismo casi exagerado.
Abro un ojo algo incrédula, pero puedo ver cómo Mark aprieta mi mano y asiente afirmativamente. ¿No se va a comer ese cuento, o sí?
—Los dioses, los dioses me piden algo a cambio, algo material... ¿Están dispuestos a darlo? —Abre los ojos y nos mira con interés.
Niego observando a Mark, pero él ya se está quitando su reloj. Será tonto...
—Tengo esto, es un rolex original... —Se lo tiende a la mujer y ella lo toma.
Sus ojos se abren y muestra una leve sonrisa, ahora fija su brillante mirada en los marrones míos.
—¿Y usted qué dará? —Busco algo en los bolsillos, a ver que puedo dar que no tenga tanto valor.
—Por favor... Haz esto por ambos... —Mark casi me ruega con la mirada.
Suspiro exhausta y asiento con desdén.
—Muy bien, aquí tiene. —Me quito uno de los anillos de plata que uso.
—¿Y qué hay del collar? —Sus ojos parecen brillar de nuevo.
—Ni lo piense... —Enarco una ceja y niego. Este collar me lo regaló mi abuela Macarena antes de morir. Significa mucho para mí.
La mujer se decide por tomar el anillo y dejarlo junto al reloj de Mark sobre la mesa.
—Ahora los dioses aceptarán sus ofrendas, deben cerrar los ojos y concentrarse conmigo...
Y de nuevo sigo la corriente solo por querer salir de esto y ayudar. Los minutos pasan en silencio, pero no hay nada nuevo. Ya hastiada, me levanto y camino hacia la mesa, donde la charlatana come algunos maníes y observa la bola de cristal.
—Oiga... No juegue con nosotros y devuelva nuestras cosas... —Me cruzo de brazos frente a ella.
Levanta la mirada hacia mí y niega mientras eleva sus arqueadas y delgadas cejas.
—Eso no es posible... —También se cruza de brazos.
Estoy molesta ya, muy molesta.
—¿Cómo que no? A ver, devuelva nuestras cosas No me muevo de aquí.
—Los dioses ya se han llevado sus ofrendas. Sea paciente y regrese a su lugar, pronto obtendrán respuesta. Debe ser paciente...
Me río. Esto ya es demasiado.
—A ver bruja de pacotilla, devuelve nuestras cosas o te las quito...
¡Oh, soné igual que un vándalo!
La mujer me mira indignada y niega con una expresión de molestia.
—¡Arnold, Max! ¡Hay dos revoltosos aquí! —grita.
—¿Y qué pasará con la sesión? Debe cumplir, le hemos pagado lo que ganaría usted en más de un año. —Ahora es Mark el que se levanta de la silla y se acerca a nosotras.
—Ah no... Su novia ha interrumpido todo... Para iniciar una de nuevo, deben pagar...
—No, no... No puede hacer eso. —Él se cruza de brazos.
—Ya escucharon a Madame. O salen, o los sacamos a la fuerza.
Dos hombres corpulentos se detienen frente a nosotros, uno de ellos me toma del brazo.
—Suéltame... —Trato de soltarme de su mano.
—¡Quítale la mano de encima! —Mark se interpone entre el hombre y yo, consiguiendo que este me suelte.
—Ah... Pero no creas que nos iremos de aquí sin nuestras pertenencias. —Me giro hacia la mujer.
—¡Sáquenlos de aquí ahora! —espeta con ira.
De inmediato el otro hombre me toma del antebrazo, pero Mark le da un golpe en la mejilla, el cual no ve venir. Grito aterrada cuando ambos se golpean con violencia. En medio del incidente, uno de los hombres me carga entre sus brazos contra mi voluntad —odio ser delgada y de baja estatura—, me lleva por el pasillo como si fuera un costal de papas y me deja sobre el suelo de la salida sin ser rudo. Segundos más tarde empujan a Mark hacia mí, por lo que cae a mis pies como un verdadero costal. Pobre...
Levanta el rostro hacia mí y puedo ver que tiene el labio roto y un golpe en el ojo. Me causa algo de gracia cómo me mira entre avergonzado y enojado.
—Mira cómo te dejaron... —susurro muy alarmada.
Acaricio su mejilla y le echo un vistazo de cerca a su labio, el cual sangra. Tomo mi pañuelo y limpio la sangre, mientras comienzo a soplar despacio hacia la herida. Noto que su respiración se vuelve rápida, así que bajo la mirada hacia sus ojos, los cuales me observan con nerviosismo y un atisbo de sensualidad que me inquieta. Poco a poco nos vamos acercando, yo cierro los ojos esperando el beso, pero al abrirlos él ya no está...

Siete días con Mark MichaelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora