CAPÍTULO 21

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—¿Por qué me pides eso? —Su expresión se ensombrece de repente.
—Que no nos veamos es lo mejor, nos evitaremos mucho problemas. Tampoco podemos tapar el sol con un dedo, no nos engañemos creyendo que esto va a funcionar si en unos días te irás de aquí. Mejor... vete —espeto aquello tratando de sonar lo mas dura posible.
—Eso dices, ¿pero tú lo quieres, deseas que lo nuestro acabe? Solo piensas en que me iré, pero no en que yo también estoy sintiendo lo mismo que tú, que me va a lastimar no volver a verte... —Está y se ve enojado.
«Esto no debió suceder».
—Solo no quiero sufrir, es todo. ¿Sabes? Evité tantas veces enamorarme en estos últimos años, que llegué a sentirme tan cómoda así hasta que llegaste tú y pusiste todo al revés, con tu sonrisa y reclamos y más exigencias descaradas. —Cierro los ojos—. Vete...
Siento cómo sus manos me toman de los hombros con un poco de fuerza, llevando mi pecho hacia él.
—Lo siento, bonita... —Se sienta a mi lado, besa mi mejilla húmeda—. No me voy a ir, no te dejaré y menos ahora. Te vas unas horas de mi lado y mira, casi te pierdo. No lo hubiera soportado jamás, Camila.
Me seco las lágrimas.
—Amanda es quien te necesita ahora... y tu hijo. —Me detengo al ver como se quita la chaqueta y la tira al suelo con enojo.
—Mi hijo es quien me necesita, no ella, ya sabré darle todo lo que necesita, pero ahora solo quiero pasar mi tiempo contigo porque estoy enamorado de ti, ¿no lo entiendes mujer? —Toma mi rostro entre sus manos. —Me encantas, me vuelves loco, no puedo dormir pensando en ti, en cómo sería ... —Se detiene de forma abrupta—. ¿Sigo entonces?
Niego.
—No sigas, no tiene caso. —Aparto la mirada.
—Solo vivamos esto, no importa lo que tenga que pasar después...
Besa mi mejilla y mueve mi rostro hacia el suyo con delicadeza, aquel gesto me roba un suspiro que no pasa desapercibido para él. Su aliento mentolado acaricia mis labios, es como el fuego que quema en mí. Solo observo sus gestos, su forma de mirarme tan inquietante, sus labios que ahora rozan los míos con duda.
—Esto es una locura, Mark... —susurro aquello y me resisto a sus caricias.
—Lo es...
Me susurra esto antes de besarme al fin y abrazarse a mi cintura con posesividad, mueve sus labios junto a los míos, elevando la calidez y presión, lo que me hace soltar un quejido debido al ritmo que vamos. Acaricia con sus dedos mis moretones en los brazos y comienza a recorrer mis piernas, las presiona, toca con total libertad mis caderas también. Un pequeño detalle que hay bajo mi vestido, es que no llevo ropa interior puesta.
Mágicamente el poco dolor que tenía en el cuerpo, ha desaparecido. Mis dedos sueltan los primeros botones de su camisa, dejando el cuello y parte del pecho expuestos. Dejo su boca y beso su mejilla, bajo despacio hacia la suave piel de su cuello, la cual se eriza de repente al sentir mis labios húmedos, me alejo de él para observarlo y me mira con aquellas mieles penetrantes en las que me pierdo por entero. Entonces se apodera de mi cuello y mete sus manos bajo mi vestido, sintiendo mis caderas desnudas y haciendo que me estremezca debido al delicado toque.
Esta deliciosa sensación de bienestar me hace querer seguir sin nada que nos detenga. Me carga entre sus brazos y deja de pie sobre el suelo, sin vergüenza se comienza a desvestir con mi ayuda, permitiendo que yo lo acaricie tímidamente donde me plazca. Toma asiento en el diván y me lleva hacia él, sentándome a horcajadas sobre sus piernas y despacio retirando la ropa de mi cuerpo. Siento mis mejillas calientes, seguro debo estar tan ruborizada como un tomate, pero eso ya no viene al caso.
"Mía, no te vas a arrepentir de ser mía", susurra metido en mi cuello, apretando con sus manos mis senos desnudos y haciendo que cierre los ojos, que corresponda a su lengua que se mete entre mis labios con total erotismo.
Terminamos tan sumidos en el momento que se nos olvida el tiempo. Doy pequeños saltos sobre su masculinidad, a la vez que él tira de mi cabello y me besa despacio. Aprovechamos este momento sin prisas. Solamente disfrutamos el calor de nuestros cuerpos que se funden, de los minutos que pasan junto al sonido de la lluvia afuera, de nuestros besos y caricias en este ambiente frío que ha terminado por desatar el calor...
El reloj marca las ocho de la noche, observo las gotas de lluvia deslizarse sobre el vidrio de la ventana con una sonrisa boba en los labios, recordando lo que hicimos hace un par de horas. Tengo su olor amaderado impregnado en todo el cuerpo, hasta en el cabello. Es como si hubiera puesto un sello en mí que será difícil de borrar.
Me pongo un bonito vestido verde oscuro largo hasta las rodillas y con mangas largas, lo combino con unos zapatos de tacón color negro y una pequeña cartera. Por suerte hay tiendas de ropa y restaurantes cerca. Me miro al espejo, noto que me veo algo pálida, así que en mis pertenencias busco un labial humectante y me aplico un poco, también algo de rubor.
—Mi amor, ya nos vamos, bonita...
Él llama a la puerta, abro de inmediato con el corazón golpeando fuerte en mi pecho. Me ha llamado amor...
—Ya estoy lista. —Tomo mi bolso.
Me interrumpe al tomarme de la cintura con ambas manos y apoderarse de mi boca, dejándome sin aliento en el proceso. Tomo su cabello entre mis dedos mientras me pongo de puntitas para tratar de llegar su altura, mas no lo consigo, así que solo sonrío y disfruto de esto que me sabe a gloria.
Caminamos juntos y tomados de la mano. Suspiro, sintiendo ahora un cúmulo de sensaciones indescriptibles en mi pecho, las cuales se entremezclan y provocan que sonría como tonta, como una adolescente sintiendo esas odiosas pero lindas mariposas en su estómago.
Tomamos asiento en una de las mesas del restaurante y luego de cenar, tenemos una conversación amena.
—¿Estas lista para irnos? —Me pregunta, esboza do una pequeña sonrisa.
Frunzo el ceño, no comprendo.
—¿A dónde vamos? —Lo miro de reojo.
—Alaska... —Sonríe levemente y me ve directo a los ojos.
—¿De verdad? —Me cubro la boca con las manos.
Él asiente sonriendo, pero antes que yo pueda lanzarme a su cuello para abrazarlo, camina hacia atrás y se hinca ante mí, saca algo del bolsillo de su cazadora marrón.
¿No será lo que estoy imaginando, o sí?
—Bonita... —Levanta la mirada y ahora me muestra un estuche pequeño.
Sus bonitos hoyuelos le adornan las mejillas, me regala una de esas testarudas sonrisas. Niego riendo nerviosa, me han comenzado a temblar las manos de repente.
—Estás loco... —susurro mirándolo incrédula y viendo cómo las personas se aglomeran a nuestro alrededor con una sonrisa en los labios.
¿En qué momento nos enamoramos así? Me siento como en un sueño.
Toma mi mano y deposita un cálido beso en ella, para después suspirar como lo hago yo.
—Lo sé, princesa... ¿Te casarías con este loco?

Me quedo en silencio, las palabras se atoran en mi garganta y su sonrisa poco a poco deja de ser tan amplia. ¿Es esto lo que quiero en realidad?

Siete días con Mark MichaelsOù les histoires vivent. Découvrez maintenant