CAPÍTULO 27

2 1 0
                                    

Camila se detiene frente a su cama y seca sus lágrimas. ¡Era él! Son la misma persona. ¡Mark Michaels sí existe! Corre hacia la computadora y busca información acerca del nuevo dueño de la editorial y de inmediato aparecen datos importantes: tiene 30 años, es tauro, mide 1.90, es doctor en economía y soltero. Bueno... puede que algunas cosas sean muy distintas, pero se podría decir que el Mark que ella conoció era físicamente igual.
Sonríe al pensar que todo se trata de una simple coincidencia y que esa noche no alucinó nada. A lo mejor esté mejorando su salud mental. Quien sabe.
Se mete a la cama luego de beber un poco de agua, lista para tener un sueño reparador...
A la mañana siguiente se levanta a las nueve y va hacia el parque, para hacer un poco de ejercicio. Es sábado y aún está muy solitario por allí. Aprovecha para calentar y hacer unos estiramientos antes de trotar. Coloca los audífonos en sus oídos, mientras hace lo suyo con mucho esfuerzo.
Mark se detiene en el parque y bebe un poco de agua. Siempre es bueno hidratarse a media carrera. Seca el sudor de su frente con un paño, pero mientras lo hace divisa a lo lejos y logra reconocer a la misteriosa mujer del día anterior. Ya sabe quien es, porque le pidió a su asistente que averiguara quien era ella.
Casi se ahoga con la saliva al verla con ese ajustado conjunto azul de dos piezas, que deja ver su piel blanca y esbelta figura. Su cabello castaño y lacio le llega hasta las caderas, se mueve al ritmo del viento cada vez que hace algún movimiento. Mark sonríe levemente cuando ella se da cuenta de su presencia y hace como que no lo vio. Antes que se escape de nuevo, va hacia ella.
—Buenos días, señorita Vega...
—Buenos días, señor Michaels... —responde con un poco de timidez y guarda los audífonos.
Nota que las mejillas de ella se tiñen de un color durazno y aquello le parece interesante.
Por su lado, Camila casi se infarta al verlo observándola hace momentos atrás. Quiso hacerse la loca, pero al final no tenía donde esconderse y terminó por aceptar la situación, muy a su pesar.
Él le parece muy apuesto, aunque se ve muy diferente con ese conjunto deportivo, le queda de maravilla. Sus brazos se ven muy bien trabajados y... Oh, cielos... De nuevo está cayendo por un hombre igual al anterior. Piensa que debe parar con eso, o terminará enamorándose de este también.
—¿Agua? —Mark le ofrece una botellita.
—Te lo agradezco, tenía mucha sed y se me olvidó traer agua.
Bebe varios tragos y se quita los mechones de cabello del rostro, dejando a Mark babeando por su delicadeza y hermosura.
—Y a mí se me dio por traer una botella extra. Oh, no nos hemos presentado, ha sido descortés de mi parte. Soy Mark Michaels, el nuevo propietario y CEO de la editorial. —Extiende su mano.
—Lo sé. Yo soy Camila Vega, trabajo en su editorial como escritora y editora en jefe. Es un gusto conocerlo, señor. —Corresponde el saludo con un apretón de manos que la hace poner un poco nerviosa.
—El gusto es mío. Eres nuestra escritora estrella, vaya, me siento halagado con tu presencia. Recuerdo habernos chocado en el pasillo el día de la celebración. —La guía hacia una de las bancas para tomar asiento.
Camila afirma con la cabeza, mostrando sentirse apenada.
—Así es, tuve que irme. Me disculpo nuevamente.
Mark niega y sonríe, su cabello se mueve al viento con gracia y los hoyuelos se marcan en sus mejillas.
—Suele pasar, no te preocupes. Y... ¿mañana vendrás también? —Suelta la pregunta, así sin mas.
Ella eleva ambas cejas arqueadas y gruesas, está sorprendida.
—Ehh... Sí, vengo sábados y domingos en la mañana.
Gira su rostro hacia Mark y atrapa esos bonitos ojos miel clavándose en los suyos sin disimulo. Traga en seco, no pueden dejar de mirarse, son como dos imanes que se atraen. Sonríen levemente y después agachan la mirada, notablemente nerviosos.
Después de eso se levantan y él la invita a seguir trotando juntos, en un silencio cómodo...
A la mañana siguiente vuelven a encontrarse en el mismo parque y después de eso van juntos por un helado, antes del almuerzo.
—¿Tienes algún plan para hoy? —inquiere con interés, mientras da una bocada al último pedazo del cono.
Camila niega con la cabeza, apurando en tragar el trozo de helado que tiene en la boca.
—Normalmente soy muy solitaria, ¿y tu?
—También lo soy... Oye, ¿te gustaría ir a bailar un rato en la noche? Te prometo que te dejaré en tu casa temprano, sana y salva. —Levanta ambas manos.
Ella ríe divertida.
—Está bien, me parece genial. —Se encoge de hombros.
—¿Paso por ti a las seis? —Hace aquella pregunta, muy emocionado.
—A las seis. —Asiente.
Mark se despide primero, pero antes de irse, le da un beso en la mejilla.
A Camila se le disparan los latidos del corazón, no puede articular ni una sola palabra. Él la trata como si se conocieran de toda la vida. Ninguno de los dos intenta esconder algo, solo se dejan llevar por esa emoción que los embarga apenas se ven. El delicioso perfume que usa queda flotando en el ambiente, dejándola con ganas de volverlo a ver...
Muerde sus uñas mientras elige el atuendo que se pondrá. No sale de casa hace muchísimo tiempo. Andaba muy cómoda con los abrigos largos y la ropa ancha sin colores llamativos, pero esta vez tiene que verse preciosa para Mark. Elige una blusa corta y ceñida al torso con mangas largas y unos pantalones ajustados, lo combina con zapatos de tacón y una chaqueta de mezclilla. Decide llevar el pelo con ondas y recién lavado, no lo cepilla mucho. Se aplica un maquillaje suave, igual que la colonia de vainilla que usa. Se da vistazos en el espejo, y por quinta vez posa como si le estuvieran tomando fotos. Dos toques en la puerta la interrumpen. "Adelante", da su aprobación.
Vilma, la ama de llaves, entra a la habitación.
—Disculpe, el señor Michaels se encuentra abajo y la está esperando.
—Dile que bajo en un momento.
—Como diga...
Las manos se le vuelven temblorosas de repente. Respira profundo antes de tomar el bolso y dirigirse hacia las escaleras de caracol que llevan hacia el recibidor. Allí, se encuentra Mark, esperándola con una sonrisa dibujada en los labios. Salen de la casa y van juntos hacia el auto, él le abre la puerta de manera caballerosa y después sube él. No hablan mucho en todo el camino, se dedican a observar el anochecer que poco a poco deja de ser anaranjado y se convierte en un cielo lleno de estrellas brillantes.
Tiempo después se estacionan y entran a la discoteca, piden dos tequilas para entrar en confianza y luego de eso van hacia la pista. Comienza a sonar una canción movida, bailan con un poco de vergüenza y una que otra vez ríen de sus caras nerviosas, lo que poco a poco aleja todo tipo de pensamientos cobardes. De pronto, inicia una canción con un ritmo lento y sensual. Camila posa la cabeza sobre el pecho de Mark y cierra los ojos, disfrutando del sonido que hace su corazón. Él rodea la pequeña cintura con sus brazos y huele su cabello, entrando en un estado de calma que no experimentaba desde hace mucho tiempo. ¿Era ella lo que tanto necesitaba?

Siete días con Mark MichaelsWhere stories live. Discover now