15. 𝙁𝙐𝙀𝙂𝙊𝙎 𝘼𝙍𝙏𝙄𝙁𝙄𝘾𝙄𝘼𝙇𝙀𝙎

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Desde ese día, Jeongin nunca volvió a dormir en la habitación de invitados, y ninguno de los dos pareció quejarse de eso. Felix se sentía protegido durmiendo a su lado, y el contrario no tenía queja sobre despertar con los malolientes pies del menor en su cara.

Eran una relación funcional, cada uno hacía su parte en lo que al otro le gustaba, a Jeongin le bastaba con recibir su dosis de adorabilidad por cualquier cosa que hacía para Felix, era como un pago, y estaba bien con eso.

Era de noche ya, estaban de nuevo en el patio delantero, asando malvaviscos, ya era una costumbre de cada ciertos días, luego de eso, subían a la habitación de Felix y este contaba historias hasta que Jeongin caía dormido a su lado. Sus favoritas eran las de terror, el menor conocía cantidades de ellas, incluso tenía libros de recopilaciones, y el mayor no se asustaba con nada. Para Felix, Jeongin era tan perfecto, como un héroe que nunca temía a nada, lo cuidaba y protegía, y él no podía estar más feliz con eso.

Jeongin de repente se paró, y entró a la casa sin decir más que un "vuelvo en un momento", y así como lo mencionó, regresó con su mochila, la mochila algo pesada que había cargado cuando llegó a vivir con él, el día que él llegó para quedarse.

El mayor la abrió y de allí sacó cosas que tenían forma de explosivos, o mejor dicho, eran explosivos, una pertenencia bastante usual para un pirómano.

¿Debía asustarse?

—¿Te gustan los fuegos artificiales, Lixxie? —Felix asintió con inseguridad.

—No me gusta el ruido, pero si los colores.

—¿Quieres ver fuegos artificiales? —Le preguntó de nuevo, alzando una ceja. Felix revisó lo que el mayor estaba sacando, y se preguntaba qué tan normal era conocer a una persona que cargara con una pesada mochila de pirotecnia en medio del apocalipsis.

—¿Por qué cargabas fuegos artificiales? —Felix mordisqueó su malvavisco, sin asustarse ante la idea de convivir con la piromanía de alguien.

—Los robé de una fábrica. —No le sorprendió aquella respuesta. —Los clanes solían decir que yo era peligroso por eso y me botaban, debiste haber visto sus caras cuando incendié sus autos como venganza. —Jeongin soltó una de esas risas que lo hacían sonar como un maníaco, pero Felix ya se había acostumbrado, sabía que él reía así naturalmente, incluso en los momentos más normales.

—¿Estuviste en muchos clanes?

Jeongin miró hacia arriba, pensando, de nuevo hacía esa cara. —Tres o cuatro, no recuerdo. En uno solo fui parte durante medio día.

—¿Por la piromanía? —Esta vez el mayor negó.

—El líder era un imbécil con fetiches raros. —Jeongin clavó en el piso el palo que el tubo con fuegos artificiales tenía para sostener. —El tipo me quería dentro de su clan, pero noté tantas cosas raras en un periodo de tiempo tan corto que decidí no seguir.

—¿Cómo qué? —Felix se sentó a su lado, viendo ahora al mayor tomar un encendedor, sabía lo que seguía y le daba un poco de ansiedad el ruido, pero no importaba porque estaba bien si era junto a él.

—Había un niño, tal vez un poco más joven que tú, pero era un jodido psicótico para asesinar. —Felix se tensó, realmente había gente así existiendo en el mundo. —No me sentí cómodo con las cosas que ví allí.

Felix respiró hondo, dispuesto a cambiar de tema, Jeongin parecía muy tenso con lo que estaba contando.

—¿Vas a encenderlo? —Se llevó las manos a los oídos.

—¿Lo hago? —Preguntó para corroborar, Felix asintió, entonces llevó el encendedor a la colita del tubo y lo encendió, tomando distancia para ver al objeto salir disparado hacia el cielo, dejando una estela de luz y luego explotando de colores.

De la A(mor) a la Z(ombies)Where stories live. Discover now