39. 𝙐𝙣 𝙡𝙖𝙣𝙯𝙖𝙡𝙡𝙖𝙢𝙖𝙨, 𝙪𝙣𝙖 𝙡𝙖𝙣𝙯𝙖 𝙮... ¿𝙪𝙣 𝙨𝙖𝙧𝙩𝙚𝙣?

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—¡Haz algo, Bang! —Chilló Lia, tratando de correr detrás de él, sin poder seguirle el ritmo. Ella era muy mala corriendo, y muy mala en actividades físicas, así que no fue sorpresa para ella ser perseguida con facilidad por unos cuantos zombies que corrían detrás de ellos.

Entonces vio al chico revisar cada una de las puertas que hallaba, pero ninguna estaba abierta. ¿Era acaso una broma? No podía creer que ningún edificio cerca estuviera abierto para que ellos pudieran refugiarse.

Entonces se topó con un basurero, y estuvo a punto de pasar de largo, hasta darse cuenta que era lo suficientemente grande para que ambos pudieran quedarse allí con facilidad. Era uno de esos que solían usarse para guardar las bolsas de los edificios, era grande y espacioso, y al abrirlo, sacó varias de las bolsas que había y se tiró dentro.

Lia lo miró con espanto, pero a falta de tiempo de pensar, logró entrar siendo ayudada por él con rapidez, y al estar ya dentro, Chan cerró con fuerza la tapa, encerrando a ambos, entre el apeste de la basura.

La chica intentó concentrarse en no vomitar, pero de verdad se sentía a punto de hacerlo, y tal vez era la adrenalina lo que mantenía a Chan sin ascos por el momento, porque en otra ocasión ya habría esparcido su nulo desayuno por todo el espacio. O tal vez estaba desarrollando resistencia al asco producido por los zombies, eso era un avance, pero aún les tenía demasiado miedo.

—Genial, ahora estamos atrapados entre la basura. —La chica rodó los ojos, fastidiada, ahora Chan recordaba por qué ella y él no se llevaban nada bien, era como una princesa, jodidamente molesta. —Pudiste haberlos matado, solo eran tres.

Volteó con el rostro enojado. —¿Es que tú solo dependes de los demás?

—Tú eres quien tiene la jodida lanza, Bang.

Volteó hasta encontrar la lanza con la mirada, entre la oscuridad. Lia tenía razón y no podía excusarse de nada.

—Eso no importa, estamos atrapados aquí hasta que se vayan.

La chica bufó, quedándose callada. Pero entonces, algo chocó contra la lata del basurero, y ambos se recluyeron con miedo, esperando que aquellas cosas no sepan abrir basureros o al menos, no tuvieran la fuerza suficiente en sus podridos brazos para levantar la tapa.

Después de unos minutos, un ruido extraño les llamó la atención, y luego, la sensación de calor proveniente de las paredes del basurero hizo que se alejaran del metal, las bolsas de basura pegadas a la lata comenzaron a derretirse y segundos después, cuando creyeron que el calor se había detenido, la tapa fue levantada y ambos gritaron en unísono.

—¡Tú! —Era una voz, ambos habían cerrado los ojos y al abrirlos, se toparon con la imagen de un chico. —¡Eres el rubio de antes!... ¿Chan?

Chan parpadeó, aclarando su vista, un par de veces hasta que reconoció el rostro que veía. Pijamas de estrellitas estaba frente a él, con la diferencia de que ya no vestía pijamas sino una buena elección de negro, blanco y una chaqueta de mezclilla.

Por alguna razón, la chica se apegó más a él, como si buscara protección, pero ¿en él? ¿no se suponía que se odiaban?

—Vamos, salgan de allí, ya me encargué de los zombies con mi lanzallamas. —El chico sostuvo un pequeño aparato extraño cerca de él, sonriendo con orgullo.

Chan confiaba en él, porque al parecer, tenían un amigo en común: JeongIn. Tal vez ahora le preguntaría cuál era su relación con el chico de cabello morado, porque antes no habían podido intercambiar muchas palabras. Tal vez no debía de ser así de confiado, pero el de cabellera extraña le había parecido tan carismático que le hubiera gustado poder entablar una mejor amistad con él.

De la A(mor) a la Z(ombies)Where stories live. Discover now