Prólogo

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Llegué al Colegio Karma con un solo propósito, encontrar al desgraciado que convirtió mi vida en un infierno. Quería quitarle todo, destruir su familia como él había hecho pedazos la mía. Llegué con las peores intenciones, sin imaginar que en la búsqueda de mi venganza encontraría mucho más. Al cruzar por la puerta del ostentoso lugar sentí un poco de miedo, yo era como un diminuto ratón entre miles de buitres. Este Colegio no por nada era considerado el mejor de todos, aquí era donde estudiaban los hijos de las personas más influyentes de esta ciudad y yo simplemente desencajaba.

Sin embargo a pesar de que yo fuera la única presa en una selva llena de depredadores prefería eso a vivir en la calle. Así que cuando se abrió una posición para entrar con una beca completa puse mi vida en ello. Debía entrar sí o sí, estudié día y noche hasta que me sangraran los ojos hasta que finalmente llegó mi momento. Me senté en uno de los pupitres y me dispuse a contestar el examen de admisión. Estaba tan tensa que terminé rezando a casi todas las deidades existentes hasta que alguna me escuchara. Entrar ya no era un deseo, al vivir en la pobreza esto se había convertido en una necesidad. Entrar aquí sería como una llave a un mundo de lujos. Era pasar ese examen de admisión o seguir durmiendo en aquella casa de acampar debajo del puente donde las noches eran frías y el hambre más pesada.

Al terminar me mordí todas las uñas hasta lastimar mis dedos. Habían pasado unas horas pero nadie me decía nada, hasta que llegó el director Marcelo Dupont caminando erguido con esa cara de hombre aristocrático. Si tan solo el mundo supiera que esa cara no era más que una fachada y que él era solo una bestia ambiciosa capaz de cualquier cosa de seguro no estaría dirigiendo este Colegio o tal vez sí. A la gente con dinero no suelen importarle mucho los chicos de la calle como yo.

—Antón Leroy—el señor Dupont se acomodó su cabello castaño claro y me miró seriamente con sus ojos verdes haciendo que la desolación se apoderara de mí. Tenía miedo de fallar ese examen y tener que volver a la calle.
—Bienvenido al Colegio Karma, estoy muy sorprendido. Usted ha sido la nota más alta. ¡Felicidades!—su rostro se relajó mostrando una sonrisa perfecta.

—¿Eso significa que he sido aceptado en este Colegio?—mi corazón en ese momento saltó de gozo. Finalmente iba a tener comida y un techo caliente donde dormir.

—Sí, pero antes de volverlo oficial primero debo hablar con tus padres. Este es un Colegio muy estricto y necesitamos que los padres se comprometan a que sus hijos cumplirán con las normas establecidas—todo estaba perfecto pero había solo un pequeño detalle. Yo no tenía padres, hace años murieron calcinados en un incendio donde mi vida también llegó a su fin. Así es justamente como lo escuchaban yo también había muerto o por lo menos eso era lo que pensaban todos pero la realidad era que yo había sobrevivido. Solo que mi verdadera identidad estaba cubierta bajo una camisa ancha, pantalones rasgados y un cabello muy pegado pero en realidad yo era una chica. Mi nombre real era Antonella Rossi y el hombre que causó mi muerte estaba parado frente a mí pero él no lo sabía. Así era, el señor Marcelo Dupont fue el hombre que provocó ese incendio y yo estaba dispuesta a hacerlo pagar.

Toda mi vida estuve esperando por este momento y no iba a dejar que me lo arrebataran ahora que finalmente lo había conseguido. Así que lo único que se me ocurrió fue asegurar que mi padre estaría ahí. —No se preocupe, llegaré con él mañana—prometí.

—Eso espero o si no perderá su cupo. No se lo tome muy personal Leroy pero la responsabilidad y el cumplimiento de las reglas son los pilares de este Colegio. Ser estrictos es lo que nos ha posicionado como el mejor de los Colegios de esta ciudad, si no lo fuéramos entonces seríamos un Colegio cualquiera—fanfarroneó con orgullo.

—No se preocupe señor Dupont le prometo que mi padre estará aquí mañana—supongo que el señor Rona no le molestaría hacerse pasar por mi padre. Después de todo cuando murió mi madre hace unos cuatro años y medio fue él único que se preocupó por mí. El señor Rona era un vagabundo que cuidaba de mí. En ese entonces la soledad era consumidora y ambos decidimos hacernos compañía. Él no tenía mucho pero lo compartía conmigo.

De venganza y otros placeresWhere stories live. Discover now