La confesión de Antón

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Los días siguientes Oliver casi ni me dirigió la palabra, era como si me hubiera aplicado la ley del hielo y no podía criticarlo por eso porque esta vez sí me merecía su deprecio por haber minimizado su problema con Vincenzo. El puente que tanto trabajo me había costado construir se había roto, ahora solo quedaba un gran precipicio entre los dos que no me atrevía a saltar. El único consuelo que aun me quedaba era que todavía me necesitara para pasar sus clases. Así que cuando quería que terminara su tarea solo me lanzaba la libreta y yo ya sabía lo que debía hacer porque aunque él ya no me considerara parte de su grupo por haber elegido a su enemigo aun esperaba que lo ayudara con las tareas. Eso me lo dejó saber cuando con una voz hostil me dijo —Ni creas que te has librado de mí hormiga—y me lanzó los libros a la cama. Yo ni siquiera pude responder ninguna palabra, me sentía tan culpable que solo asentí con la cabeza. Un pequeño y temeroso movimiento bastó para que me entendiera.

—¿Se puede saber que está pasando entre ustedes dos ahora?—se sentó Adam a mi lado con su bandeja de comida.

—No está pasando nada—suspiré.

—¿Entonces por qué Oliver no deja de verte como si quisiera matarte? Dime la verdad, ¿que está pasando Anton?—me miró intrigando esperando una contestación.

—Es que lo arruiné todo Adam, creo que herí a Oliver y ahora me detesta. Le dije que no me importaba lo que le había hecho Vincenzo, yo no iba a dejar de ser su amigo—confesé.

—¿Como pudiste decirle eso a Oliver sabiendo lo orgulloso que es? Ahora se va a convertir en tu enemigo y sabes que eso no va a ser nada bueno. Tienes muchos enemigos como para buscar que te deteste uno de los grandes—me reclamó Adam.

—Lo sé pero es que no me quedaba remedio, era herirlo o ganarme a su padre de enemigo—Adam estaba algo confundido con mi respuesta y lo entendía.

—¿Su padre?—preguntó con una cara de duda.

—Sí, es que su padre piensa que soy una mala influencia para Oliver. Dice que desde que me junto con él solo se mete en peleas—respondí cabizbajo.

—Que exagerado es ese señor, Oliver se ha metido en peleas desde que lo conozco. No entiendo porque todos te odian amigo si eres tan adorable—dijo agarrándome por los cachetes.
—Solo mira que bonitos hoyuelos se te hacen.

—Ya déjame Adam, no estoy de humor—empujé sus manos sin ánimos. Extrañaba demasiado an Oliver y no sabía como iba a recuperar su amistad estando en la mirilla de su abominable padre.

—Que amargado Anton, no es el fin del mundo. Oliver no es el único chico con el que puedes andar, estoy yo y también te queda Vincenzo. Él siempre te mira con ojos de perro cariñoso ¿Lo vez?—movió mi cara hacia donde se encontraba Vincenzo con sus amigos quien no dejaba de observarme desde su mesa con una sonrisa deslumbrante. —Además él es casi tan fuerte como Oliver que te puede proteger de todos los chicos que te molestan y está guapísimo.

—Sí pero no es Oliver y si no es él no me importa—dije suspirando sin pensar.

—¿Qué acaban de escuchar mis oídos? ¿Me estás confesando que te gusta Oliver?—abrió la boca sorprendido con mis palabras que habían sonado como una confesión de amor.

—¡Calla esa bocota Adam o harás que me maten! ¡Si alguien te escucha me meterás en más problemas de los que ya tengo!—le cubrí la boca nerviosa y todos se me quedaron viendo. —Será mejor que nos movamos de sitio, todos nos están mirando—sugerí y con con un poco de nerviosismo nos levantamos de nuestra mesa para salir de allí. Ya tenía demasiados malos entendidos como para sumar otro a la lista.

—¿Entonces es cierto que te gusta?—me preguntó de nuevo en el camino.

Miré hacia todos lados para asegurarme de que no había nadie cerca. Ya estaba muy cansada de fingir que no sentía nada por Oliver cuando en realidad era todo lo contrario. Ese chico me movía todo, las piernas, el pecho, el estómago. Con esos ojos profundos y brillantes era capaz de alborotar todo mi mundo. —Para que te voy a decir que no si la respuesta es sí. Oliver me encanta, él es tan despreciablemente tierno.

De venganza y otros placeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora