El dilema de Anton

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Caminaba junto con Adam hacia nuestra primera clase como casi todos los días. El día anterior había sido un poco loco y aún tenía sentimientos encontrados sobre todo por lo que pasó entre Oliver y yo. Mi amigo Adam sin embargo parecía otra persona, el tamaño de su sonrisa era enorme y parecía que en algún momento se saldría de su cara como un río sin cauce. La última vez que lo vi en la fiesta andaba con un chico que estaba muy bien dotado. Con un cabello cobrizo y unos músculos sobresalientes. La química entre ellos fue inmediata, tanto que se desaparecieron por un largo rato hasta que sucedió lo de la pelea y luego llegó la policía justo cuando Adam regresó. Deduje en ese instante que había sido él quien los llamó, por la forma de su sonrisa llena de orgullo. Estaba muy agradecida con él y quería que lo supiera. —Oye Adam, ayer no tuve tiempo de agradecerte lo que hiciste por mí—le dije con un tono cálido.

—¿Y que fue eso tan bueno que hice por ti según tú?—respondió sonriente. —Ayer yo me la pasé bastante ocupado—dijo con una mirada traviesa.

—¿No fuiste tú quien llamó a los policías?—le pregunté extrañada.

—No—contestó con firmeza.

—¿Entonces por qué desapareciste?—le pregunté un poco molesta.

—Al chico que conocí anoche las peleas lo ponen un poco cachondo—sonrió y sus mejillas se pusieron coloradas. —Entonces nos decidimos esconder un rato en el baño de chicos.

—No seas tan asqueroso Adam, no me interesa saber los detalles de lo que hiciste en el baño—no podía dejar de imaginarme las cosas que pudieron estar haciendo Adam y su amigo en el baño. Fue algo muy vergonzoso porque yo nunca había tenido una experiencia sexual y la incomodidad se me notaba en el rostro.

—¿Por qué pones esa cara de asco? Cuando las personas se gustan eso es algo natural—explicó sonriente.

—Lo sé pero es que yo nunca he estado con nadie.  Soy casto—confesé llena de vergüenza.

—¿Es en serio Antón? Me sorprendes, es difícil encontrar a un chico que no lo haya hecho a esta edad y a mí me llaman rarito—soltó una risa juguetona.

—Oye no soy rarito, que casi todos los que conozcan hayan tenido intimidad no significa que todos tengan que hacerlo. Todavía existimos chicos que esperamos por la indicada—traté de parecer convincente aunque estaba segura que había muchos hombres castos. Simplemente no estaban a mi alrededor. Creer que a cierta edad los chicos ya debían haber experimentado la sexualidad era un estereotipo pero no la regla.

—No seas ridículo Anton, no hay persona indicada. La vida es un momento y hay que vivirlo cada vez que se nos brinde la oportunidad. Por lo menos así lo veo yo—respondió Adam.

—Acabo de descubrir que mi mejor amigo es una zorra—suspiré y solté una risita.

—¿Me acabas de llamar zorra?—me preguntó ofendido.

—Sí. Zorrita—bromeé.

—Bueno prefiero ser una zorra que un rarito como tu.

—Aww, eso dolió—nos reímos un rato.

—Volviendo al tema de la pelea, ¿no sabes quien llamó a la policía?—volví a preguntar. Tenía muchas ganas de saber quien fue para agradecerle.

—Fue Nikita, yo la vi cuando entré al baño denunciando una pelea ilegal—su respuesta me dejó confundida. La chica que consideraba mi enemiga me había salvado la vida.

—Entonces cuando la vea voy a agradecerle—dije no muy convencida pues no quería que pensara que iba a tener una oportunidad conmigo por eso.

—Se va a hacer ilusiones cuando le hables. Sabes muy bien que esa chica está loca por meterte mano. Piénsalo Anton, ella es guapa y puede enseñarte muchas cosas—sonrió pícaramente.

De venganza y otros placeresWhere stories live. Discover now