Los zapatos rotos...

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Mi corazón latía sin parar y ya no era sangre lo que recorría mis venas sino miedo. Cuando me arrastró hacia el cuarto pensé lo peor. Imaginé sus pronunciados nudillos  rompiéndome los labios de un solo golpe y me desesperé—No me golpees, podemos arreglarlo de otro modo. Hagamos una tregua, por favor—le supliqué con los ojos cerrados antes de que pudiera acertar un puño.

—¿Una tregua?—parecía haber llamado su atención. —Adelante, te escucho—detuvo su puño y se alejó por un momento. Suspiré de alivio porque por un momento estaba a salvo.

—Dormiremos en la misma habitación así que no creo que sea conveniente que nos peleemos. Sin embargo si no me pegas puedo ofrecerte mis servicios. Solo pídeme lo que tú quieras y yo lo haré—estaba dispuesta a todo con tal de mantenerme intacta. Yo no sabía mucho de pelea por lo que estaba segura de que no podría sobrevivir una golpiza de él y no quería terminar en el hospital para que todos descubrieran que era una chica. Sobre todo el señor Dupont, él no podía saber que yo era Antonella, no después de lo que hizo en el pasado.

—No lo sé, ¿qué puedo querer de un cobarde como tú?—me acechó de nuevo con sus ojos penetrantes. —Eres demasiado debilucho como para servirme de algo.

—Tal vez sea débil pero soy muy inteligente—le aseguré tratando de llamar su atención. Me sentía tan ridícula al suplicar por mi vida de ese modo.

—¿En serio? ¿Que tan inteligente eres?—comenzó a considerarme un poco.

—Lo suficiente como para haber sido la nota más alta en el examen de admisión y recibir una beca completa—le confesé.

—Eso sí es sorprendente, dicen que ese examen es muy difícil. No cualquiera puede recibir una beca completa—me miró sorprendido y eso me hizo sentir importante porque por lo menos ya no era solo un debilucho ante sus ojos.

—Pues yo la he recibido, así que no debo ser tan inútil como piensas que soy—le dije y en sus labios se dibujó una media sonrisa.

—Interesante, supongo que podrías serme útil después de todo—sonrió y me mostró sus puntiagudos incisivos. Eran tan afilados que parecían que podían arrancarte la piel de una mordida. —Mi padre quiere que este año sea el mejor estudiante pero yo no soy de estudiar demasiado. Así que puedo dejar que me ayudes con las tareas a cambio de que no te golpee. ¿Tenemos un trato?—extendió su mano esperando alguna respuesta positiva de mi parte.

—Hecho, de ahora en adelante seré tu tutor—aprieto su mano sin sospechar que el peor de mis problemas estaba a punto de comenzar.

Después de entrar en confianza comenzamos a hablar un poco. La tensión que había entre nosotros había terminado y finalmente podía sentirme libre. —Creo que ahora que ya no estamos peleados podríamos aprovechar para conocernos mejor—le dije mientras guardaba mis pocas pertenencias en mi armario y observaba de cabo a cabo nuestra habitación lujosa. Era sorprendente, la cama era extremadamente esponjosa y grande con sabanas de seda costosa color hueso. Los muebles parecían ser de caoba pura, hasta había una pequeña estufa con un refrigerador en una esquina y teníamos nuestro propio baño cosa que para mí era súper conveniente. En todo el tiempo que viví con Rona jamás tuve una cocina, ni una cama. Era por eso que estar aquí se sentía como estar en el cielo y era por eso que estaba dispuesta seguir fingiendo y soportar a mis salvajes compañeros.

—No me interesa conocerte—me contestó de golpe. —Hemos hecho una tregua, eso no significa que seamos amigos—me ignoró y la habitación se tornó silenciosa. El chico de cabellera casi plateada siguió haciendo sus cosas y abrió su maleta para guardar su ropa que a diferencia de la mía era mucha. Tenía puros tenis de marca Balenciaga, Armani y Adidas. Y sus pantalones y Hoodies se veían muy costosos también. Sentí mucha vergüenza de que viera mis prendas de Ross todas desgastadas y lo peor de todo fue que al quitarme el único par de zapatos que tenía me di cuenta de que se habían roto.

De venganza y otros placeresWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu