El compañero de cuarto...

54 23 4
                                    

Pensaba que al haber entrado a este Colegio tendría mi vida asegurada pero el miedo y la inseguridad aún estaban latentes. Aún habían miles de estudiantes a los que debía convencer de que yo era Antón y no fue hasta que me topé con ese chico que entendí que no todo iba a ser color de rosa. Entendí que el rosa perfecto que había imaginado en mi mente también tendría matices grises. Allí estaba ese chico de cabello corto con flequillo rubio casi plateado y ojos negros profundos acorralando a otro chico menos afortunado.

 Allí estaba ese chico de cabello corto con flequillo rubio casi plateado y ojos negros profundos acorralando a otro chico menos afortunado

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.

Un chico de espejuelos de baja estatura y robusto era su víctima. Al principio no me atreví a hacer nada, ese rubio era muy imponente y alto como un Baobad pero cuando le dijo aquellas palabras a ese pobre chico, al haber sido humillada toda mi vida entendí que debía actuar. —Tú maldito insecto, no deberías respirar el mismo aire que yo. Por qué no vuelves a tu madriguera y dejas de gastar este valioso aire que lamentablemente compartimos—lo miró de un modo que hasta a mí me hizo temblar. Bien Antón debes acercarte a ese chico y ponerlo en su lugar.

Finalmente me llené de valor para enfrentarlo, puse mis pies firmes y lo reté—Tú eres el que desperdicia nuestro aire—lo miré desafiante sin soltar por ningún momento la maleta con mis pertenencias.

—¿Qué dijiste?—me miró de arriba abajo y sonrió. —Lagartija—se mofó de mí.

—Qué alguien tan bravucón no debería respirar nuestro mismo aire—repetí de nuevo aún con miedo en la piel pero sin poder retractarme.

—¿Y quien eres tú para opinar?—soltó al chico robusto y puso sus feroces ojos oscuros sobre mí.

—Soy Antón Leroy, el nuevo estudiante de este Colegio—me presenté orgulloso de quien era.

—No me interesa tu nombre pero pensándolo bien creo que me puedo divertir un rato contigo. ¿Dime por cuál ojo ves mejor?—golpeó su palma con el puño en tono amenazante y se acercó a mí.

—¿Por qué preguntas eso? ¿Estás pensando golpearme?—dije con miedo.

—Por supuesto, ¿o pensaste que ibas a meterte en mis asuntos y no te iba a pasar nada?—en ese momento sentí lo que era el miedo. Había recibido algunas palizas en la calle cuando robaba o me peleaba con algún vagabundo por comida pero jamás había sido golpeada con alguien que parecía tener nudillos de hierro y carácter de ogro. Estaba segura de que uno de sus golpes me enviaría directo al hospital, así que debía evitarlo a como de lugar.

—¡Oliver!—apareció una señora pequeña con lentes que parecía ser mi salvación. —El señor Dupont te está buscando. Sabes como se pone cuando lo haces esperar—le dijo y él reaccionó de inmediato.

—Ya voy Ana—le gritó desde dónde estaba y luego volvió a mí. —Esta vez te salvaste maldita lagartija pero eso no significa que esta conversación haya terminado. Aún tenemos un asunto pendiente—me miró fijamente causando intimidación en mí y luego se fue. Suspiré y le agradecí a esa señora Ana por aparecer. Por lo menos por ahora mi vida estaba a salvo aunque fuera por un instante.

De venganza y otros placeresOnde histórias criam vida. Descubra agora