Vulnerable

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El padre de Oliver irrumpió en nuestra habitación molesto y con sus gritos hizo que ambos nos despertáramos. Estaba histérico con los ojos ardiendo de rabia y mi corazón comenzó a temblar. Hace tiempo que no recordaba lo aterrador que podía ser el señor Dupont cuando la ira lo cegaba.

—¡Oliver Dupont!—gritó arrancándole la sábana del cuerpo a mi compañero de cuarto. —¿Acaso pretendes volverme loco? ¿Cómo te atreviste a golpear a los gemelos Espinosa?

— Ya relájate viejo, solo fueron unos golpes. Ni siquiera usé toda mi fuerza—se levantó de su cama como si nada pasara y sonrió de forma jocosa tratando de sacar de sus casillas a su padre. Me pregunto porque él no era capaz de tomarse a nada en serio, ni siquiera las palabras de su padre. —Además ellos se lo buscaron, me pidieron a gritos que le diera una paliza.

—Ya compórtate Oliver, esto no es un juego. Sabes muy bien que el padre de los Espinoza es quien financia mi candidatura para superintendente de educación—me puse tensa al ver como agarraba con fuerza la camisa de dormir de Oliver. ¿Acaso iba a golpearlo delante de mí?

—Señor Dupont, por favor cálmese—puse mis manos en sus brazos para tratar de depararlo de Oliver pero este me empujó.

—¡Tú no te metas! Esta discusión es entre mi hijo y yo—me empujó hacia un lado con fuerza.

—No tienes por que meterte con él, se supone que eres un adulto papá—le reclamó su hijo.

—Eso no me importa, solo quiero que dejes de tratar de arruinar mi carrera con tus arranques de agresividad antes de que comience—lo hamaqueó con ira.

—Honestamente tu carrera me importa una mierda, todo lo que me interesa es que todos sepan que nadie está por encima de mí. ¿No fue eso lo que me enseñaste papá? ¿Qué el poder lo es todo?—agarró los dedos de su padre y los apartó de su camisa. El señor Dupont lo miró como si pudiera exterminarlo con la mirada y la tensión entre ellos comenzó a crecer tanto que pensé que en cualquier momento perderían el control. Mientras observaba como se enfrentaban mi corazón se llenaba de angustia y quería intervenir pero me aterraba de que al hacerlo solo terminara otra vez por los suelos.

—¡Ya es suficiente de que sigas haciendo lo que te da la gana! ¡Si crees que lo que hiciste no tendrá consecuencias, estás muy equivocado! Así que vas a disculparte con ellos quieras o no—levantó la voz con tanta fuerza que el eco de sus palabras se sintió por toda la habitación y de pronto un terror se apoderó de mí haciendo que me transportara a aquel fatídico en el que mi vida cambió por completo.

—¡Ya te dije que no lo haré!, no vas a controlarme tan fácilmente. Además las disculpas no son lo mío—sonrió desafiante. —Igual esos idiotas lo merecían  después de lo que le hicieron a Anton.

—No me importa lo que le hayan hecho a ese chico. Lamentablemente así son las leyes del poder solo sobrevive quien tiene los recursos y es evidente que Antón no tiene ninguno. Así que no esperes que ponga mi carrera en juego y le haga justicia a un don nadie—me enojé mucho cuando habló de mí como si no estuviera. No se contuvo ni por un segundo, solo disparó su desprecio sin importarle mis sentimientos pero que podía esperar de alguien tan inescrupuloso como ese hombre. Un monstruo capaz de todo con tal de sacar del medio a sus contrincantes.

—Pues ese Don nadie es mi boleto al éxito. Si repruebo de nuevo no me dejarán jugar en el equipo, así que si tengo que arruinar tu carrera para salvar la mía, lo haré—aunque Oliver solo me defendía por pura conveniencia no podía negar que escucharlo pelear por mí con tanta ferocidad hacía que mi corazón palpitara nervioso. Era como si Oliver fuera un príncipe de armadura plateada y su padre un malvado Dragón. Casi podía imaginarlo con un resplandor en su cuerpo mientras su padre escupía fuego por la boca. Un fuego igual al de aquella noche. De pronto volví a ser esa temerosa niña pero esta vez no estaba sola.

De venganza y otros placeresWo Geschichten leben. Entdecke jetzt