Una lucha intensa...

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El señor Pereyra nos intimidaba con la mirada, sus ojos estaban clavados en nosotros como si fueran los de un buitre que mira su presa y todo mi cuerpo temblaba. Sabía que lo malo estaba a punto de empezar y que mi tiempo de gracia había acabado.
—¡Bien señoritas!, ya se ha acabado el calentamiento.—gritó el profesor de lucha y otra vez volví a sentir esa sensación de nauseas. —¡Llegó el momento de ver la sangre correr y demostrar que son hombres de verdad!—nos espetó el señor Pereyra sin quitarnos sus pequeños brillantes ojos verdes de encima. —Hoy van a luchar cuerpo a cuerpo con uno de sus compañeros y para ser buena persona les dejaré elegir con quien—al menos me quedaba una esperanza. Si me tocaba elegir podría luchar con Adam que al ser mi amigo seguro sería mas cuidadoso conmigo pero al parecer las circunstancias tenía otros planes para mí. Fue en ese momento que el entrenador Pereira sugirió elegir a los contrincantes que empezó una pequeña  discusión.

—Si podemos elegir, yo quiero luchar con Antón—Vincenzo fue el primero en soltar palabras y la sonrisa que me dedicó hizo que todo mi cuerpo se estremeciera. Aun me acuerdo la primera vez que me encontré con sus ojos de ensueño cuando dijo que yo le parecía adorable. Todavía al recordarlo me pongo nerviosa, definitivamente Vincenzo es todo un galán.

—Ni siquiera lo pienses, ese chico ya tiene mi marca—despierto de mi trance cuando escucho a uno de los gemelos Espinoza demandar un duelo conmigo. Guido, el que tenía el cabello un poco más claro y los ojos más caídos. El que al parecer era el alfa de su grupo, así como Oliver era el del suyo. —Él lo sabe muy bien—sonrió lleno de satisfacción y golpeo su palma con el puño. Lo más seguro con ese comentario hacía referencia a la orinada que me dio en el cabello como  un perro marcando territorio. Estaba muy asustada, yo no quería luchar con Guido por qué sabía que iba a aprovechar para lastimarme en serio.

—Estás demente si crees que lucharás con él, Antón es mi...—hizo una breve pausa. —es mi presa y no voy a entregártela tan fácilmente—gruñó Oliver y le lanzó una mirada agresiva como la de un perro que intenta cuidar su hueso. En ese momento no sé por qué motivo me sentí protegida, aunque sé Oliver solo buscaba llevarle la contraria a Guido aun así me agradaba que me defendiera. Aunque fuera para su propia conveniencia, además Oliver se ve hermoso cuando frunce el ceño y dilata sus pupilas con ferocidad como si fuera un gato.

—Ninguno de los dos va a luchar con él porque Anton y yo lucharemos juntos—me agarró Adam del brazo como intentando protegerme de los demás.

—Quita tus manos de encima de él, bola de plumas—le exigió Oliver atravesándolo con la mirada. En estos momentos no sabía que hacer, todos los chicos se estaban peleando por tenerme como compañero de lucha y yo no sabía a quien elegir. Era obvio que algunos buscaban protegerme, otros querían vengarse de mí y Oliver buscaba marcar territorio pues según él yo era como su mascota.

—Esperen un momento, ¿hay alguien más que quiera luchar con Antón?—preguntó el entrenador un poco perturbado al ver como todos se peleaban por luchar conmigo.

—Sí, yo también me apunto en esa lista—comentó Gabriel desde su lugar. —Así que añádeme...

—¿Que rayos esta pasando?—preguntó sorprendido. —Esto debe ser una broma de mal gusto, parece que todos se han confabulado para molestarme. ¿Es eso?—nos acusó con su mirada.

—No, no es nada de eso. Yo de verdad quiero luchar con él, es que le tengo muchas ganas desde aquel asunto pendiente—sonrió Guido sin quitarme sus minúsculos ojos asesinos de encima.

—¡Ni se te ocurra pensar que lucharás con él tan fácilmente! Primero te descalabro todos los dientes—Oliver frunció el ceño y le lanzó una mirada punzante a Guido como si pudiera desmembrarlo con ella. Sé que todo lo que hacía él era para llevarle la contraria y no para defenderme pero aun así se sentía bien.

De venganza y otros placeresWhere stories live. Discover now