20. Pequeña invasión

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Su pequeño corazoncito no podía dejar de latir como lo estaba haciendo en este momento, rápido y emocionado, porque era precisamente en este segundo en el que sus ojos observaban los otros de ese hombre, que muchas cosas le hacían sentido. Sentía como si su rompecabezas recuperase su pieza perdida o como si desapareciera el ínfimo eco de su mente que nunca recibía respuesta. Los lernianos telepáticamente competentes tenían grandes conexiones mentales con sus progenitores, por una parte, él no sentía eso con su padre Yuta y por la otra sí podía percibir una gran afinidad con este ser humano que no conocía, pero que para todos los efectos le pertenecía.

John se sentía perturbado por la intensidad de la mirada del menor, porque los niños normales suelen evadir las miradas para concentrarse en otros detalles, pero este no, parecía querer devorarlo cada segundo. Pestañeó rápidamente antes de llevar su mano a la frente.

—¿Qué te sucede? —preguntó Taeil.

—Es... solo un dolor de cabeza repentino.

Las facciones del niño pasaron de una admiración y sonrisa absoluta a unas lágrimas que acompañaron a un puchero, como si alguien lo hubiese regañado o como si hubiese descubierto algo que no le agradaba.

—Perdón —susurró, no tenía intenciones de secar sus lágrimas.

—Por enésima vez ¿Dónde está tu madre? —el conductor intentó sostener su muñeca— ¡Casi te mato!

—Lo está aterrando —gruñó John antes de impedir que el otro lo tocase. Volvió a dirigirle la mirada sintiéndose jodidamente culpable, el niño temblaba y lloraba en silencio— pequeño, no tengo mucho tiempo, tengo que ir a un evento realmente importante, pero no puedo dejarte solo aquí... ¿Estás perdido? ¿Tu mamá sabe que estás aquí?

Negó lentamente.

—No —tragó saliva— perdón... perdón.

Antes que pudiera decir algo, el niño mordió sus labios, repitió perdón un par de veces más y salió corriendo de allí perdiéndose entre las personas que transitaban por el paseo al costado de la gran avenida. Johnny, que seguía medio agachado en medio del tráfico, observó el lugar que el niño había dejado vacío mientras se preguntaba qué mierda había sido eso. Le tomó un tiempo procesarlo hasta que Taeil descansó una mano en su hombro izquierdo para decirle que debían volver al vehículo, estaban llamando la atención de los demás y debían llegar a la MET Gala ¡No había tiempo que perder!

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Correr era todo lo que podía hacer, correr tanto como sus piernas le dieran abasto mientras su mente era invadida por los miles de pensamientos de todas las personas que lo rodeaban, pensamientos agobiantes que provocaron que golpeara su cabeza con ambas manitos tratando de quitárselos de encima. ¡El bloqueo mental! Los lernianos sin capacidad telepática solían filtrar involuntariamente sus pensamientos a los telepáticamente competentes y, para ello o para proteger sus propios pensamientos, a los lernianos con capacidades telepáticas les enseñaron a usar escudos.

Se acercó a un lugar indicado como el Central Park donde pudo esconderse bajo uno de los árboles, cerrar los ojos y levantar sus escudos mentales. El silencio se hizo inmediato, solo podía escucharse a sí mismo en su cabeza y con ello disminuyó el dolor de esta. Pero lo que no podía calmar era la forma en la que latía su corazón o la angustia que lo hacía llorar.

Aquella noche en la que decidió entrar en la mente de su padre, se dejó guiar solamente por la necesidad que lo atraía como un imán. Cuando chocó de frente con un área mental específica de su padre, sintió como si todo alrededor suyo temblara, como si sus piernas y brazos quemaran, como si todo eso estuviese cubierto bajo mil llaves mentales de seguridad para que nadie se atreviera a violar sus secretos. Junjün se sintió perturbado, pero también jodidamente necesitado de saber qué era lo que parecía ser tan malo o tan doloroso.

"Hijo de las estrellas" [Johnmark-NCT]Where stories live. Discover now