Carta a Lucifer XIV

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Querido Lucifer:

Pasaron semanas enteras para poder salir siquiera al jardín, el mundo reducido a esas cuatro paredes tapizadas con el selló real. Decoración exquisita y que que decir de los muebles que puedo recordar con detallé, una jaula de oro de la cual estaba aliviado de abandonar.

Aún tenía la atenta ayuda de aquella diablilla, habia demostrado fidelidad y era capaz de guardar hasta el más vil secreto. Al igual que cumplir encargos con relativa eficacia, Ofelia había dicho que se llamaba. Era tan adorable mente fácil de manipular y dirigir, un pequeño rayito de luz pura entre toda la oscuridad del infierno.

Tenía toda la tarde para dedicar al ocio, pues. Habías decidido relegarme de todo asunto relacionado a mi posición como segundo rey del infierno. Y de cualquier actividad que consideres un placer para mí, eso incluye la jardinería.

El jardín del palacio se había convertido en uno de los lugares más hermosos y resplandecientes del infierno. Había logrado que toda esta tierra muerta pudiera hacer crecer frondosos rosales, con un pequeño hechizo Vudú de por medio.

Lo que más abundaba eran las rosas rojas, algunas salpicaduras de rosa, amarillas y blancas. Las rosas blancas resaltan más que todo el conjunto del jardín. Cuando el viento sopla con la fuerza suficiente, los pétalos se desprenden y se van esparciendo por una buena zona del anillo del orgullo. Dejando un leve fulgor blanco como pequeñas luciérnagas.

Siempre ocurre en el momento menos esperado, cuando las rosas alcanzan su punto de maduración. No sé si lo has notado, aunque lo dudo. Estás siempre tan ocupado, trabajando o llendo a quien sabe que a hacer cualquier cosa que verme.

Seguro te sientes culpable, enterarte de lo que causó tu arranque de irá. ¿Realmente esperabas algo como éso? ¿Te hacía ilusión?. Quiero pensar que tus miradas llenas de culpa son verdad, que de verdad lo estás sintiendo.

Observando el arbusto más cercano, sin saber que es lo que realmente a llamado mí atención.

Una ráfaga sacudió los arbustos, llevándose consigo algunos pétalos. Observé orgulloso mí trabajo, envidiando la libertad que tenían aquellos pétalos. Libertad que e perdido ya hace mucho tiempo atrás, solo siendo la sombra arruinada de lo que alguna vez fuí.

Aferrado al abrigo que llevaba conmigo, completando ese aspecto enfermo y desaliñado que ahora me identifica. Jamas seré lo que fuí antes de cruzarme en tu camino.

¿Que es lo que quieres? ¿Yo soy el culpable de tu constante irá? ¿Alguna vez te e herido?.

Levantarme del banco no fue fácil, aún no podía caminar correctamente. Apoyado de mi cetro y la diablilla que me había estado acompañando todo este tiempo.

Tomamos el camino más corto hacía la habitación, sentirme tan exhausto se había convertido en algo cotidiano. No tenía mucha movilidad y así que correr ya no era opción.

Volver a la cama fue lo más sencillo, jugando con el anillo serpiente de mi anular. Una costumbre que había adoptado como evidencia de mi inquietud, ver la habitación me generaba una especie de repudió.

Cayó la noche y con eso, el reloj de la chimenea anuncio tu llegada.

-Alastor T.R.D-

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•Notas del autor privado de sueño y con la percepción de la realidad bien alterada:

•Raza, no me lo van a creer. Entré mi beta y yo, decidimos darle una apariencia a la imp que sirve a Alastor. Digo, solo para que no sea un personaje de fondo y nada más. (Posiblemente publique una sección aparte, llamada dibujitos)

•El nombre de Ofelia es por qué significa "la que socorre y ayuda" y bueno, prácticamente hace eso.

•ahora si banda, me despido. Ojalá y tengan un buen día, tomen awita. Chao.

Atte: Mr. Radio Demon.

Cartas a LuciferWhere stories live. Discover now