Capítulo 8

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¿Por qué desayunamos en la cama los domingos?

Me desperté cuando el reloj marcaba las ocho. El sol empezaba a entrar por la ventana y Alba, que aún estaba dormida, se había escondido bajo la almohada, cosa que me hizo reír sin poder evitarlo.

-Albi, que te vas a ahogar.- Susurré, acariciando su espalda desnuda.

-Mh... Nat.- Sacó su cabeza de debajo de la almohada, acercándose a mí y abrazándome por la cintura.

-Toca levantarse, venga.- Dejé varios besos por su mejilla.

-No quiero.- Frunció el ceño.- Ve tú, que te veo muy espabilada.

-De eso nada, es cosa de dos, así que venga.

-Naaaaaaaat.- Se quejó, empezando a dejar varios besos por mi cuello.

-Eso es trampa, Alba Reche.- Solté una risilla.- Si tienes ganas para eso, para levantarte también.- Me solté de su agarre sin mucho esfuerzo, levantándome.

-No, Nat, no.- Se quejó, dando una vuelta en la cama y volviendo a taparse con la sábana.- No estoy.

-Uy, ¿Albi?- Le seguí el juego, sacándole una carcajada.- ¿Alba? ¿Dónde estás?

-¡Aquí estoy!- Se rió aún más, destapándose y mirándome.

-Menos mal, Albi.- Fingí alivio.- Me estaba empezando a preocupar.

-Va, vamos, pesada.- Se levantó por fin, dirigiéndose a la cocina.

Una vez todo preparado para empezar, decidí que no, que esta vez haríamos la masa de las tortitas nosotras mismas, aunque fuéramos a tardar más. De normal la comprábamos ya hecha. Pero aquella mañana prefería innovar.

Tras comprobar que teníamos todos los ingredientes necesarios gracias a una receta de internet, comenzamos a prepararlo todo. Cómo dejamos la cocina al terminar las tortitas es otra historia.

-Verás luego para limpiarlo todo.- Musitó Alba cuando ya estábamos abriendo la puerta de la habitación de Natalia y Tomás.

-Eso es lo de menos Albi, ya verás qué buenas han salido.- Sonreí orgullosa del desayuno que les habíamos preparado.

Nos hicimos un hueco cada una en una cama para despertarlos, y aunque habían salido completamente a su madre, conseguimos que se despertaran más pronto que de normal, pues les solía costar unos diez minutos hasta que finalmente abrían los ojos.

-¿Habéis hecho tortitas?- Sonrió emocionado Tomás. De normal nunca les hacíamos tortitas, eso era más cosa de ellos. Nosotras preferíamos optar por un desayuno algo más sano, así que, cuando de vez en cuando hacíamos tortitas, se llevaban una alegría. Puesto que eso implicaba desayunar tortitas tres domingos seguidos.

-¿Hay nutella?- Aplaudió Natalia por unos segundos. Desde luego, la obsesión de esa niña con el chocolate no era ni medio normal.

-Pues claro que hay nutella, mini yo.

-Ya deberías de dejar de llamarla así, ¿eh?- Se rió Alba.- Que ya tiene trece años.

-Siempre va a ser mi mini yo.- Fruncí el ceño. La idea de que creciese y no quisiera que la llamase así me estaba jodiendo demasiado.

-Di que sí, mamá.- La escuché.- Tú siempre vas a ser mi grande yo.- Dejó un beso en mi mejilla, provocando que yo le sacara la lengua a Alba a modo de burla.

-Tiene dos años.- Escuché que le susurraba Tomás.

-Te he oído.- Lo miré con los ojos entrecerrados.

Será que llega el otoño.//AlbaliaWhere stories live. Discover now