Capítulo 19

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Capítulo 19: ¿Qué me está pasando?

Me puse la camiseta que había encima de la cama. Hasta que me di cuenta de que se trataba del pijama y busqué en el armario. Me puse una camiseta que me venía algo larga, pero no le di importancia.

Hacía unos meses que había pedido cita en el médico, y era de lo poco que no se me olvidaba a los pocos minutos.

-¿Te vas, Albi?

-Sí, he quedado con la Mari.- Le mentí. No quería preocuparla antes de tiempo.

-¿Y te pones mi camiseta sin preguntar?- Vaciló, con una sonrisa. Así que por eso me venía larga.

-¿Me la dejas, Nat?- Le sonreí inocente. Y con miedo. Mucho miedo.

No sabía qué me estaba pasando.

Y eso me asustaba.

Hacía tiempo que necesitaba ir apuntando casi todo en una libreta que tenía. No paraba de olvidarme de las cosas.

Le había pedido a María que dijera que estaba con ella en caso de que Natalia preguntara. Al principio se negó, pero terminó cediendo cuando le prometí que le contaría todo lo ue pasase en el médico en cuanto saliera.

Y menos mal que alguien sabía a dónde me dirigía, porque necesité que alguien me arropase. María tardó menos de media hora en llegar a la puerta del médico. Yo casi que no sabía ni a dónde ir.

-Alba, ¿qué te han dicho?- Colocó sus manos en mis mejillas para que la mirase. Yo no podía dejar de lloar. Se me estaba olvidando respirar.

-María...- Me rompí aún más, negando con la cabeza. Había entrando en estado de shock. No me podía estar pasando a mí.

No ahora.

Ni nunca.

Era una sensación de incertidumbre brutal.

¿Y yo ahora cómo se lo contaba a Nat?

María me invitó a comer a un restaurante italiano que ella aseguraba que me encantaba, y aunque no me acordaba de haber ido, me lo creí en cuanto probé los macarrones que me había pedido.

-¿Has pensando en cómo se lo vas a decir a Natalia?- Me sacó ella el tema. Yo no sabía ni cómo abordarlo. Negué con la cabeza.- Se lo tienes que contar. Lo sabes, ¿verdad?

-¿Cómo se le cuenta a tu mujer, a la que conoces de toda la vida que te vas a acabar olvidando de ella, Mari?- Le sonreí irónica. Era una mierda aquella situación.

-Es una putada.- Estuvo de acuerdo conmigo.

-Es una puta mierda.- Noté mi labio inferior temblar.

Tardé más de lo previsto en entrar en casa. No quería enfrentarme a lo que venía. No quería enfrentarme a mi realidad. A una realidad en la que iba a ir olvidándome de todo y de todos.

El miedo que tenía por todo el cuerpo era insoportable.

Quise hacer como si nada. Pero en cuanto vi a Nat sonriéndome y preguntando cómo había ido con María, me rompí.

Me rompí porque sabía que iba a olvidar aquel momento.

Iba a olvidar cómo y cuándo empecé a quererla.

Cómo había sido nuestra historia.

Y eso me destrozaba por dentro.

-Alba, cariño, ¿qué pasa?- Se acercó a mí corriendo.- Amor, amor, respira.- Colocó mi mano en su pecho.

Iba a olvidar el calor de su tacto.

El olor que me inundaba cada vez que me abrazaba.

-Tenemos que hablar, Nat.

-¿Qué ha pasado?- Vi la preocupación en sus ojos.

Iba a olvidarme de ese cariño con el que siempre me miraba.

De ese amor tan puro que desprendía.

-No había quedado con María. Es que... No sabía cómo contártelo y prefería ir yo sola. Pero creo que tienes que saberlo.- Le sonreí de lado, intentando no ponerme a llorar de nuevo.

-¿A dónde y por qué?- Cogió mis manos una vez nos sentamos en el sofá.

-Tengo alzheimer, Nat.- Musité.

A partir de ahí todo fue silencio.

Supe que no sabía qué decirme en el momento en el que me abrazó. En el momento en el que sus lágrimas acompañaron a las mías. En el momento en el que se rompió junto a mí. Porque ella lo estaba viviendo como si le estuviese pasando ella, y lo sabía de sobra.

El miedo que yo sentía.

La incertidumbre.

La impotencia.

Lo estaba viviendo todo en primera persona.

-No pasa nada, Albi.- Terminó por decir cuando ambas nos vaciamos de lágrimas.- No pasa nada.

-Me voy a olvidar de ti.- Susurré.- De Olivia, de Tomás, de...

-No te vas a olvidar de nada porque yo voy a estar aquí, ¿vale?- Besó mi frente.

-Tengo miedo, Nat.- Verbalicé por primera vez aquel día.

-Yo también lo tengo.- No quiso hacerse la fuerte. ¿Para qué? Si no valía la pena. Solo quedaba enfrentarnos a aquella nueva situación.- Pero voy a estar contigo siempre.

-Llegará un momento en el que solo sea una carga, Nat.- Suspiré pesadamente. Aquel era un pensamiento también muy recurrente ese día.

-Escúchame bien.- Hizo que la mirara. Seguía mirándome con todo el amor que podía. A pesar de todo.- Nunca vuelvas a decir o a pensar eso. Te recordaré las cosas las veces que haga falta. Cuando llegue el momento, te ducharé cada día de mi vida. Te daré de comer las cinco veces al día, y te vestiré cada día para bajar a la calle. ¿Estamos?- Se puso mucho más seria esta vez. Y yo supe que decía la verdad. Que para ella nunca iba a ser un lastre. Que iba a hacer todo aquello por todo el amor que nos teníamos. Que iba a hacer todo aquello sin esfuerzos.

-Te quiero muchísimo, Nat. Recuérdalo tú que puedes.- Musité.

Será que llega el otoño.//AlbaliaWhere stories live. Discover now