Capítulo 23

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Capítulo 23: ¿No bajamos a la calle?

Me levanto cuando escucho la puerta. Voy al recibidor y veo que Alba está intentando abrir. Pero no encuentra la llave porque hace años que ya me toca guardarla en un lugar seguro.

-Albi, son las tres de la mañana.

-¿Quién eres?- Musita con miedo. Yo suspiro. Esta misma escena se repite cada noche.

-Ve a dormir, anda.- Le sonrío de lado.- Yo iré al sofá, ¿sí?- Me mira desconfiada, pero obedece. Yo no vuelvo a dormir en toda la noche.

Cada vez que se levanta por la noche, tenemos la misma conversación, y aunque me duele, sé que al día siguiente volverá a acordarse de mí. O por lo menos sabrá que me conoce de algo. Es duro vivir con esta sensación. Que tu mujer no te recuerde es algo indescriptible. Hasta que no lo vives, no sabes cómo se siente.

Que te mire con tanta desconfianza, como si nunca hubierais sido una.

Que te mire con el miedo impregnado en sus ojos.

Que no te devuelva la sonrisa.

Que te evite.

Que no te reconozca.

-Buenos días, Albi.- Pruebo suerte.

-Buenos días, Nat.- Me sonríe y se acerca a abrazarme.- ¿Has dormido en el sofá?- Se extraña. Yo asiento.- ¿Por qué?

-Me quedé dormida viendo la tele.- Le miento. Porque cada vez que se da cuenta de que no se acuerda de algo, lo pasa mal. Le entra una angustia que me transmite y que no la deja respirar. Así que prefiero evitarle ese mal trago.- ¿Quieres que vayamos a dar una vuelta? Hace un día espectacular.- Ella asiente emocionada. Salir a la calle es algo que le sigue apeteciendo siempre, y pienso aprovechar eso al máximo. Quiero que disfrute de cada segundo hasta que ya no quiera salir. Porque sé que ese día llegará.

Que llegará el día en el que ya no quiera salir.

Que tenga que darle de comer.

El día en el que ya no se levantará de la cama.

Y si puedo atrasarlo, lo haré. Porque sigue teniendo esa energía tan característica suya.

Paseamos de la mano por la calle durante un rato que, para mi sorpresa, es más que del normal. No suele aguantar más de media hora paseando, pero hoy, al parecer, se ha levantado con ganas.

Decido llevarla a almorzar a una de sus cafeterías favoritas, porque nunca sé cuándo va a ser la última vez que la pueda llevar, y de vez en cuando le doy ese capricho.

-Está todo súper bueno, Nat.- Me sonríe ilusionada. No se acuerda de haber venido antes, pero no me importa. El brillo en sus ojos lo compensa todo.

No hablamos mucho más. Yo me dedico a mirarla mientras ella come a su ritmo, que es aún más lento conforme avanza el tiempo.

Nos dedicamos a pasear por las calles de Valencia hasta que llegamos al río. Me dice de bajar y sentarnos en la hierba y no tiene ni que insistir. Yo acepto enseguida, porque quiero darle los mejores años de su vida, y no soy capaz de negarle nada.

Nos dedicamos a ver a la gente pasar y a inventarnos la vida de cada uno de ellos. Es algo que hacíamos siempre, y es a ella a la que se le ocurre, haciéndome sonreír al instante. Vemos a una pareja discutir, y aunque veo el miedo en los ojos de Alba cuando empiezan a chillar, poco tarda en inventarse la conversación que están teniendo.

Últimamente, con cualquier estímulo que sea un poco desagradable, lo pasa mal, como si todo fuera contra ella. Supongo que es culpa del alzheimer.

Sigo un poco perdida aún con cómo debo tratarla en estos momentos. Así que me dedico a coger su mano para intentar tranquilizarla. Para hacerle saber que estoy ahí sin articular palabra. Ella me mira y me sonríe. Supongo que es suficiente.

Sin decir nada, se acerca a mí y deja un suave beso en mis labios. A mí me cura todas las penas, porque de normal soy yo quién se acerca a la otra. Y siempre lo hago con miedo por si me rechaza. Por si no quiere mi tacto sobre el suyo.

-¿Quieres que volvamos ya? Empieza hacer fresco, Albi.- Le paso la chaqueta que he cogido a propósito para ella. Ella niega con la cabeza y la apoya en mi hombro.

-Me gusta estar aquí.- Musita y, después, me mira.- ¿Me cuentas otra vez cómo fue que empezamos a salir?- Me abraza por la cintura. Yo sonrío emocionada, asintiendo y empezando a relatarle nuestra historia con todo lujo de detalles.

Cuando termino de contársela ya empieza a ser de noche, así que no le doy opción a quedarnos más rato. Llegamos a casa y me pongo a hacer la cena.

La veo mirando por la ventana y frunzo el ceño cuando ella lo hace. No sé qué se le está pasando por la cabeza pero no me gusta el gesto que hace, así que me acerco a ella y la abrazo para que sienta que no está sola. Que dentro de toda esa incertidumbre, hay alguien que quiere darle luz a ello.

-Nat, ¿no bajamos hoy a la calle?- Me mira con un puchero. Yo soy incapaz de decirle la verdad, así que asiento con mi mejor sonrisa.

-Cenamos algo y bajamos, ¿te parece?- Cojo su mano y la acaricio con cariño. Ella me sonríe emocionada y enseguida se dirige a la cocina aún sujeta a mi mano. Yo no puedo evitar que el corazón se me estruje un poco.

Y, como le he prometido, cuando terminamos de comer, bajamos por segunda vez a la calle, aunque para ella sea la primera.

Aunque ella ya no recuerde que le he contado nuestra historia un día más y mañana me la vaya a preguntar de nuevo.

Aunque ya no recuerde haber ido a almorzar a ese sitio que tanto le gusta.

Aunque ya no recuerde que hemos estado en ese sitio del río al que siempre solíamos ir a pasear.

Pero por lo menos, me quedo con la esperanza de que nunca se olvide de mí, aunque sé que es difícil.

Aunque en el fondo sepa, que poco a poco la imagen que tiene de mí se va difuminando en su mente.

Que se mezcla con otras personas.

Que su Nat va a dejar de ser su Nat en cualquier momento para ser solo una extraña, y que yo ya no puedo hacer nada por evitarlo, por mucho que insista en recordarle ochocientas veces las cosas a lo largo del día.

Porque en esta vida, es muy difícil ganarle la batalla a un monstruo que es invisible a los ojos.

Que te destruye por dentro lentamente sin nada que se pueda hacer.

Que, en definitiva, hace que des de ser tú.

FIN.

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⏰ Última actualización: Oct 23, 2023 ⏰

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Será que llega el otoño.//AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora