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Los resultados de los análisis que le hicieron a Umiko habían llegado al consultorio de Satoru. Revisó si el día que Suguru ingresó al hospital la secretaria le pidió su número de teléfono y, efectivamente, estaba ahí. Lo llamó solo para asegurarse de que pudiera pasar por su apartamento luego de que su turno acabara para entregarle los resultados de la niña.

Suguru le dijo que estaba cerca del hospital, así que podía pasar él mismo por ellos.

Ahora estaba el pelinegro sentado frente a Satoru en su consultorio. El albino estaba escribiendo un par de cosas en su computador del paciente anterior. Estaba apresurándose ya que pensó que Suguru llegaría unos minutos más tarde.

— Dame un segundo, por favor. — dijo Satoru levantándose de su asiento para tomar unos papeles que se estaban imprimiendo.

— Haz lo tuyo, no hay prisa. — Satoru volteó a ver a Suguru.

— ¿Dónde está Umiko? — preguntó tomando los papeles y comenzando a chequear que estuviese todo bien con la tinta.

— En la escuela. — Satoru se dio un golpe mental. Obviamente la niña estaría en la escuela. — Oye, es un poco curioso. — Satoru volteó a verlo.

— ¿Qué cosa? — Suguru curvó una sonrisa apoyando su codo en el escritorio de Satoru y ahora dejaba descansar su mandíbula en la palma de su mano.

— Sabes mitad de mi vida amorosa, pero yo no sé nada de la tuya. — Satoru se quedó estático. ¿Quería saber de la vida amorosa de él?

— Pues... no hay mucho de qué hablar. — Satoru devolvió la vista a sus papeles.

— ¿Ah, sí? — Satoru volvió a mirarlo. Suguru estaba tan tranquilo como siempre.

— La vida de un doctor es demasiado estresante. Un estudiante de medicina no volverá a tener vida social una vez pone un pie en esa carrera. — Suguru suspiró.

— Hmm, entiendo. — devolvió la vista hacia el escritorio de Satoru sin ánimos de seguir con la conversación.

Satoru lo miró por un momento, ¿estaba decepcionado por esa respuesta?

— Llevaré esto donde una compañera. Espérame, por favor. — salió del lugar rápidamente.

Suguru se recostó a la silla y luego dirigió la mirada hacia las paredes del consultorio. Solo habían fotos de Satoru y sus compañeros de trabajo. Parecía tener una vida bastante solitaria.

— He vuelto. — dijo entrando al lugar y caminando hacia su escritorio.

— Ya veo. — Suguru curvó una sonrisa.

— Bien. — Satoru comenzó a leer lo que tenía en pantalla y sonrió. — No es nada malo, simplemente son faltas de vitamina. — se levantó hacia la impresora y tomó los papeles del análisis de Umiko.

— Qué alivio. — Satoru caminó hacia su escritorio nuevamente y tomo su sello para que al ponerlo, pudieran entregarle las medicinas.

— Esta es la receta. Y puede que esté bien que Shoko la vea, es nutricionista y seguro que con una buena dieta, estará perfecta en cuestión de semanas. — Suguru hizo una mueca.

— No tengo cómo pagar un...

— Calla, calla. — Satoru lo miró con su mano extendida para que pudiera tomar los papeles. — las medicinas están incluidas en el costo de la consulta y Shoko no te cobrará nada por revisarla. — Suguru enarcó una ceja.

— ¿Regala su trabajo igual que tú? — dijo tomando los papeles haciendo que Satoru riera.

— Por supuesto que no. Simplemente... — se encogió de hombros. — Me debe algunos favores. — Suguru lo miró desconfiado. — Solo acércate al final del pasillo, muestras la receta y te darán todas las mediciones sin ningún costo. En esta semana te aviso cuando puede atenderlos Shoko.

Cornelia Street. [SatoSugu]Where stories live. Discover now