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Dos días después de navidad, Suguru cepillaba sus dientes dispuesto a ir a trabajar ignorando por completo las palabras de Satoru sobre su cuidado médico. El pelinegro estaba bastante agradecido con Satoru ya que todos los días se encargaba de mandar algo para comer o para que Mahito lo preparara, pero ya estaba cansado de sentirse como una molestia.

— Recogeré a Umiko del colegio y cuando regrese, prepararé la cena para nosotros. — gritó Mahito desde la sala para que Suguru pudiera escuchar.

Mahito no obtuvo respuesta.

Con su ceño fruncido, Mahito caminó hacia el baño y notó que Suguru estaba lavando sus dientes.

— ¿Me escuchaste? — Suguru asintió sin voltear a verlo. — ¿Estás bien? — otra vez asintió.

Mahito enarcó una ceja y se acercó más hacia donde estaba el pelinegro.

— ¿Qué mierda? — gritó el chico al ver que el lavamanos estaba bañando en sangre. — Oye, ¿qué te pasa?

Suguru negó con la cabeza encogiendo de hombros.

— No pasa nada, suele suceder. — tosió un poco haciendo que más sangre saliera de su boca.

— Eso no está bien, Suguru. Es señal de que algo está mal con el tratamiento. — Mahito se detuvo un segundo y ladeó un poco su cabeza. — ¿Cómo que suele suceder? — Suguru lo miró con poco ánimos.

— Pasó en noche buena también y ayer. — Mahito suspiró.

— ¿Ya le contaste a Satoru? — Suguru apartó la mirada.

— Ya se me pasará. — Mahito lo miró molesto.

— ¿Otra vez vas con esa mierda? — Suguru suspiró. — ¿Qué ganas callándote las malditas cosas?

— Ya no quiero seguir con esta conversación, debo ir a trabajar y...

— ¿Trabajar? — Mahito se cruzó de brazos. — No estás en condiciones para trabajar y ya mismo llamaré a Satoru.

— No, no lo harás. — ahora Suguru estaba molesto.

— Por supuesto que lo haré, esta vez no voy a quedarme sentado viendo cómo te deshaces del dolor. — Mahito caminó hacia el comedor donde tenía su celular.

— No lo llamarás, Mahito, — el mencionado volteó a verlo confundido.

— ¿Es que no deseas mejorar? — Suguru rodó los ojos.

— Como si eso fuese posible. — Mahito lo miró sin comprender. — Vamos, no te hagas el idiota.

— No sé de qué estás hablando. — Suguru negó con la cabeza.

— No actúes como los demás. — Mahito enarcó una ceja. — Entiendo que Satoru actúe de esa forma porque está enamorado, pero tú no tienes que hacerlo.

— ¿De qué mierda hablas?

— No actúes como si yo tuviese algún remedio. — gritó Suguru.

— Lo tienes. — el pelinegro apretó sus ojos con fuerza.

— Deja de mentir, dejen de mentir todos. Sé que estoy mal, estoy muy mal y nadie me lo dice. — Mahito negó con la cabeza acercándose a Suguru.

— No es verdad, por dios, ¿crees que Satoru te mentiría? — Suguru lo miró dudoso.

—  No lo sé. — Mahito chasqueó sus dientes.

— Llamaré a Satoru. — Suguru sostuvo el brazo de Mahito haciendo que este último volteara a verlo.

— Sé que no estoy bien y estoy cansado de que me estén metiendo falsas esperanzas a la cabeza, ¿puedo, simplemente, pasar fin de año fuera de ese maldito hospital? — Mahito sintió que su corazón se apachurraba. Entendía que Suguru no quisiera pasar en un hospital la víspera de año nuevo, pero sabía que debía hacer lo correcto.

— Lo siento, Suguru, pero tu salud va primero. — el pelinegro apretó su agarre en el brazo de Mahito.

— Si llamas a Satoru, te juro que dejamos de ser amigos. — la expresión de Mahito era indescriptible. No podía creer que de la boca de Suguru habían salido esas palabras.

— ¿Te estás escuchando? — Suguru lo miraba firmemente. — ¿De verdad estás diciendo esas cosas?

— Más serio no puedo estar. — Mahito se zafó del agarre de Suguru con molestia.

— Dejé una oportunidad de trabajo muy buena solo por estar contigo. No puedes estar hablando en serio.

— Ya te dije que no quiero estar en una maldita cama en fin de año.

— ¿A quién carajos le importa si es fin de año o no? — gritó haciendo que Suguru lo empujara enojado.

— A mí, a mí me importa. — volvió a empujar a Mahito. — A mí me importa porque probablemente es el último maldito año que podré celebrar al lado de mi hija. — Mahito tragó saliva. — El primer y último año que puedo celebrar junto a Satoru. Así que no vas a llamar a Satoru porque si lo haces, te largas de esta maldita casa.

Mahito retrocedió un par de pasos sin dejar de mirar a Suguru. Tragó saliva y tomó su celular.

— Voy a recoger a Umiko. — se dio media vuelta. — Cuando regrese, recogeré mis cosas.

Mahito caminó hacia la puerta y al salir, le dio un portazo. Suguru quedó paralizado, no esperaba que realmente Mahito se fuera.

Nanami masticaba una de las donas que había comprado una hora atrás. Intentaba buscar una película que valiera la pena en netflix, pero esa plataforma nunca tenía nada bueno en su catálogo.

Cuando estaba a punto de tomar otra dona, la puerta de su departamento fue golpeada. Miró hacia su reloj de mano y eran las 8 de la noche.

Confundido, se levantó del sofá y caminó hacia su computadora donde tenía acceso a las cámaras de su casa. Era Mahito.

Un poco paniqueado, se limpió los dedos en su camisa y luego se maldijo mentalmente por haberla ensuciado del dulce de las donas. Apresuradamente se miró en el espejo y luego de un suspiro, caminó nuevamente hacia la entrada de su casa.

Al abrir la puerta, un Mahito con una caja y ojos llorosos estaba parado frente a él. No decía nada, Mahito no tenía voz para decir nada. Nanami no preguntó.

— Vamos, pasa. — dijo Nanami abriendo más la puerta para que Mahito entrara.

Tomó la caja que sostenía Mahito y la puso a un lado.

— ¿Quieres algo para tomar? — Mahito negó con la cabeza con la mirada clavada en el piso.

— Me pelee con Suguru. — susurró.

Nanami suspiró y se acercó a Mahito. El rubio tomó la mano de Mahito y la tiró hacia él para poder abrazarlo.

— No tengo otro lugar para ir y...

— Está bien. — Nanami comenzó a acariciar el cabello de Mahito. — Puedes quedarte aquí el tiempo que desees. — Mahito levantó la mirada para toparse con los ojos del contrario.

— Solo buscaré un trabajo y me iré rápido. — Nanami curvó una sonrisa.

— Puedo hacer que entres en el hospital. — Mahito negó con la cabeza apartando la mirada.

— No te preocupes, estaré aquí momentáneamente. Regresaré a mi ciudad cuando tenga dinero. — Nanami puso su mano en su mejilla.

— Déjame ayudarte, Mahito. — dijo acercándose un poco más.

— No merezco ni siquiera que me recibas aquí. — Nanami rodó los ojos.

— Lo sé, tienes suerte de que sea un alma bondadosa. — Mahito curvó una sonrisa.

— Lo siento. — susurró haciendo que Nanami lo mirara curioso.

— ¿Por qué? — Mahito se encogió de hombros.

— Por el daño que te hice.

Cornelia Street. [SatoSugu]Where stories live. Discover now