25.

694 140 74
                                    

Mahito terminaba de empacar su maleta cuando la puerta principal del departamento de Suguru se abrió. Era Satoru.

— Hey, ¿Suguru sigue dormido? — Mahito miró hacia la habitación del pelinegro y se encogió de hombros.

— Acabo de salir de allá y estaba dormido. — Satoru asintió lentamente, pero frunció el ceño cuando notó que Mahito estaba haciendo sus maletas.

— ¿Te vas? — Mahito asintió.

— Sí, tengo una buena oportunidad laboral en California y debo estar allá este fin de semana para unas entrevistas. — Mahito estaba serio, no desprendía la usual alegría que siempre transmitía.

— Ya veo... — Satoru lo miraba esperando que contara alguna otra cosa, pero Mahito no decía nada. El más bajo, al darse cuenta de la mirada directa de Satoru, enarcó una ceja.

— ¿Qué? — Satoru rascó su nuca.

— Tú y Nanami...

— No hay un "Yo y Nanami" — hizo comillas en el aire. — Solo fue... solo fue un error. — Mahito volteó a ver sus cosas y siguió empacando.

— Bien, lamento tocar el tema. — Satoru miró hacia la habitación de Suguru y, con pasos cautelosos para no ser muy ruidoso, se acercó a este.

Al momento de entrar, la mirada de Suguru conectó con la de él. Habían pasado 2 días desde que le dieron de alta en el hospital y ya su rostro había recuperado color.

— Hey. — saludó Satoru con una sonrisa.

— Hola, tú. — Suguru se acomodó en su cama dándole a entender a Satoru que podía acostarse junto a él.

— Iré en un rato con Nanami para revisar los resultados de tus exámenes. — Satoru se sentó junto a Suguru y puso su mano en la frente del contrario. — Todavía tienes un poco de fiebre, ¿por qué no tomas un baño? — Suguru hizo una mueca.

— Tengo mucha pereza. — Satoru puso sus ojos en blanco y lo tiró del brazo para que se sentara en la cama.

— Vamos, andando al baño. — Suguru suspiró y comenzó a levantarse de la cama. Satoru sonrió e imitó su acción comenzando a salir de la habitación junto al pelinegro.

— Suguru. — habló Mahito curvando una sonrisa. El pelinegro miró las maletas con el ceño fruncido y luego miró a Mahito.

— ¿Te vas? — preguntó Suguru un poco desconcertado. Satoru miró al pelinegro enarcando una ceja ya que creía que él estaba enterado.

— Sí... asuntos de trabajo. — Mahito se encogió de hombros y comenzó a caminar hacia Suguru. — Recupérate pronto, ¿vale? — Suguru asintió y abrazó a Mahito.

Cuando el abrazo terminó, Mahito miró a Satoru y, con una pequeña sonrisa, le dio la mano al albino.

— Cuida mucho de Suguru. — Satoru asintió.

— No te preocupes, estará a salvo conmigo. Soy el mejor médico de todos. — Satoru le guiñó un ojo a Mahito.

— Sí, como sea. — Mahito caminó hacia sus maletas y suspiró. — Me despedí de Umiko esta mañana cuando la llevé a la escuela. — Suguru asintió. — Entonces, nos vemos pronto.

— Cuídate. — dijo Suguru con una sonrisa.

— ¿Necesitas ayuda para bajar las escaleras con las maletas? — preguntó Satoru dispuesto a ayudarlo, pero Mahito negó rápidamente.

— No, no, estoy bien. — Mahito tomó sus cosas y comenzó a caminar hacia la salida. Sin mirar atrás, simplemente, salió del lugar y ahora Satoru miraba a Suguru un poco extrañado.

— Estaba actuando raro, ¿cierto? — Suguru asintió.

— Quizá ya estaba cansado de estar aquí. — Satoru miró al reloj y se dio cuenta de que faltaba, por lo menos, una hora para que tuviese que ir a recoger a Umiko de la escuela.

— Anda a bañarte mejor, iré por Umiko en un rato y no quiero tener que hacerlo mientras tú estás en una tina sin supervisión. — Suguru lo miró con los ojos entrecerrados.

— ¿Cómo que sin supervisión? — Se cruzó de brazos. — ¿Acaso tenías pensado meterte al baño conmigo otra vez? — Satoru apartó la mirada y negó rápidamente.

— No, no. Lo decía porque estaré acá y pues, escucharé si necesitas alguna cosa. — Suguru sonreía.

— Satoru... — el albino lo miró. — Vamos, acompáñame a tomar un baño. — Satoru relamió sus labios y volvió a apartar la mirada.

— Solo ve a tomar un baño, Suguru. — el pelinegro hizo puchero.

— Ven conmigo. — Satoru negó con la cabeza. — Por favor... — el albino rodó los ojos.

— Está bien, pero que sea rápido. — Suguru sonrió y lo tomó de la mano para comenzar a caminar hacia su baño.

El albino comenzó a preparar la tina y, sin darse cuenta, Suguru ya estaba completamente desnudo a su lado. Cuando Satoru volteó a verlo, casi pierde el control de sus piernas y volvió a mirar al frente nervioso.

— ¿Por qué pareces tan asustado? — preguntó Suguru casi en un susurro. Satoru no dijo nada, solo tragó saliva y siguió en lo suyo. — Satoru. — el mencionado miró directo a los ojos a Suguru sin poder evitar lo sonrojado que estaba.

— No lo sé. — respondió con honestidad. — Solo no lo...

Satoru se tragó todas sus palabras porque no pudieron salir. Suguru lo había empujado contra la pared y ahora estaba besándolo de la forma más brusca posible.

Satoru intentó corresponder al beso, pero estaba actuando muy torpe ante todo lo que Suguru hacía. La espalda del albino se estremeció cuando las palmas de las manos de Suguru se escabulleron por debajo de la camiseta del más alto.

Sin esperar mucho, Suguru corta el beso para poder quitar la camiseta de Satoru e, inmediatamente, comenzó a besar el cuello del albino.

— Suguru, espera. — Satoru lo alejó un poco. — ¿Qué crees qué haces? — el pecho del más alto subía y bajaba con rapidez.

— ¿Besarte? — respondió obvio. Satoru bajo un poco la mirada hacia el entrepierna de Suguru y la volvió a alzar cuando se dio cuenta de que el pelinegro estaba duro. — ¿No quieres?

Satoru volvió a bajar la mirada y, luego de tomar valor, agarró la entrepierna de Suguru haciendo que este se sorprendiera un poco.

Satoru miró a los profundos ojos negros de Suguru mientras movía su mano de arriba hacia abajo haciendo que el pelinegro soltara péquelos suspiros.

— Contigo lo quiero todo, Suguru.

El cinturón de Satoru comenzó a ser desabrochado por el pelinegro que sonría ahora. Satoru estaba nervioso, ¿cuándo había sido la última vez que había tenido un encuentro sexual? ni siquiera lo recordaba.

Ahora que ambos estaban totalmente desnudos, (y duros) continuaron con el beso, pero, esta vez, Suguru caminó un poco hacia la tina para que Satoru y él pudieran entrar.

Estando dentro y medianamente mojados, Suguru mira a Satoru con sus ojos inyectados en deseo.

— Todavía tengo fiebre, ¿sabías? — Satoru curvó una sonrisa.

— ¿A qué viene eso ahora? — Suguru sonrió y se acercó más a Satoru.

— Nada, solo quería recordarte que estoy caliente en ambos sentidos. — Satoru rodó los ojos y sonrió.

— ¿Quieres estar arriba o abajo? — Suguru curvó una sonrisa.

— Como sea está bien para mí.

Cornelia Street. [SatoSugu]Where stories live. Discover now