28.

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Lo último que hizo Satoru antes de caminar hacia el hospital, fue sonreír en la entrada de la puerta de la habitación de Suguru. El albino se había levantado temprano para ir al consultorio de Nanami, pero cuidó no hacer mucho ruido para que Suguru no despertara.

Ahora que estaba caminando por los pasillos del hospital, sus manos estaban sudando frío. Sabía que tenía que ser algo serio como para que Nanami le dijera que se vieran en persona, pero tenía la esperanza de que no fuese tan serio como parecía.

Cuando abrió la puerta del consultorio de Nanami, se dio cuenta de que había un chico sentado frente a él con una bata. No era un paciente, pero tampoco se le hacía conocido entre el personal del hospital.

— Uh, Satoru. — cuando Nanami habló mirando hacia la puerta, el chico volteó a ver al albino. Nada, Satoru no lo conocía.

— Intenté venir lo más temprano posible. — Satoru seguía parado en la entrada de la puerta.

— Vamos, toma asiento. — el albino obedeció mirando un poco extrañado al chico sentado frente a Nanami. — Este es Ino, es el doctor que estará reemplazando tu lugar.

— Hola, mucho gusto. — Ino extendió su mano con una gran sonrisa. — Fui practicante del doctor Nanami hace un par de años y me alegra poder trabajar aquí junto a él. — Satoru le dio la mano todavía desconcertado.

— Ino es un gran doctor según las referencias que tengo y en su periodo de prácticas se esforzaba mucho por el cuidado de los pacientes. — Satoru apartó su mano del chico y miró fijamente a Nanami.

— ¿Puedo hablar contigo? — Nanami asintió. — En privado... — Ino abrió sus ojos como platos y se levantó rápidamente.

— Claro, claro. Un placer conocerlo, doctor Satoru. — Ino caminó rápidamente hacia la puerta y cuando salió, Satoru miró con una ceja enarcada a Nanami.

— ¿Reemplazo? — Nanami asintió.

— Me dejaste en claro que ya no querías venir... todavía estoy buscando el reemplazo de Mei, no le está yendo nada bien en los tribunales.

— ¿Qué pasa con Suguru, Nanami? — el rubio suspiró y tomó un sobre en su escritorio para finalmente lanzárselo a Satoru en las piernas.

— Encárgate tú de saberlo. — Satoru tragó saliva mientras miraba a Nanami y, con manos temblorosas, tomó el sobre.

Nanami quitó sus lentes y se recostó en su asiento mirando a Satoru con un poco de tristeza.

Satoru puso el sobre en el escritorio de Nanami y negó con la cabeza.

— No voy a ver qué hay ahí. — Satoru se levantó del escritorio dispuesto a escapar del lugar, pero Nanami suspiró.

— ¿Estás seguro de que quieres dejar que el tiempo siga pasando? — Satoru lo miró casi rompiendo su labio de lo fuerte que lo estaba mordiendo. — No te lo digo como doctor... te lo digo como tu amigo.

Arrastrando los pies, Satoru subió las escaleras del edificio y, estando frente a la puerta del departamento de Suguru, un suspiró pesado se le escapó.

Abrió la puerta del departamento y lo primero que se encontró fue a Suguru corriendo por toda la sala tras Umiko.

— No, no, bórrala, Umiko, bórrala. — gritaba Suguru mientras perseguía a su hija que reía como loca.

Satoru los miró sin entender, pero no pudo evitar sonreír un poco ante la escena.

— ¡Satoru! — gritó la niña emocionada cuando vio al albino en la puerta. — Le tomé una foto graciosa a papá mientras dormía y quiere borrarla. — Umiko corrió hacia Satoru con el celular de su papá en su mano.

— Umiko, ven aquí. — Suguru alcanzó a cargarla antes de que llegara a donde estaba Satoru y tomó su celular.

— Déjame mostrarle, papá. — Suguru la bajó y negó con su cabeza bloqueando su celular.

— Es un no rotundo. — Umiko hizo puchero.

— Hey, te veo con más energía. — dijo Satoru mirando a Suguru de pies a cabeza.

— Sí, hoy no he tenido fiebre ni muchos dolores. — Suguru sonreía. — Creo que estoy mucho mejor. — Satoru lo miraba fijamente con su boca entreabierta. — ¿Qué? — el albino no dijo nada.

Suguru miró hacia las manos de Satoru y ahora tuvo curiosidad por saber qué había en el sobre que apretaba el albino. Satoru estaba a punto de romperlo.

— ¿Qué es eso? — Suguru iba a tomarlo, pero Satoru lo apretó con más fuerza.

— Papeles. Volveré al hospital. — Suguru lo miró un poco confundido.

— ¿En serio ? creí que lo decías de broma. — Satoru tragó saliva.

— Creo que... creo que no puedo dejarle tanto trabajo a Nanami. — Suguru curvó una sonrisa.

— Está bien, mientras no te vuelvas loco ahí, supongo que puedes seguir trabajando. — Suguru se encogió de hombros y caminó hacia el sofá.

— Sí... intentaré no enloquecer. — susurró Satoru mirando hacia la nada.

— Oye, Satoru. ¿Cuándo llegarán mis resultados? — el albino miró a Suguru desde la entrada de la puerta. — ¿Y qué carajos haces ahí parado?

Satoru parpadeó un par de veces y comenzó a caminar hacia donde estaba Suguru para sentarse a su lado.

— No sé, olvidé preguntarle a Nanami sobre eso. — Suguru chasqueó sus dientes. — Pero lo haré cuando vuelva.

— Papá, hay una mariposa en el baño. — gritó Umiko asustada.

— Voy, voy. — Suguru sonreía mientras se levantaba. — A Umiko le aterran las mariposas. — dijo mirando a Satoru.

Una vez estando en el baño, Suguru abrió la ventana para que la mariposa saliera y su niña pudiera tomar una ducha en paz.

— Es negra, odio las mariposas negras. — decía Umiko acercándose a Satoru mientras su papá intentaba sacar a la mariposa del baño.

Satoru no dijo nada, solo miraba a la niña.

— ¿Sabes lo que dicen de las mariposas negras, Satoru? — preguntó la pequeña. Satoru negó con la cabeza.

— Algunos dicen que significa esperanza, cambio o cosas buenas. — Umiko entrecerró sus ojos. — pero yo prefiero creer en el otro lado de la versión.

— ¿Cuál es el otro lado? — preguntó Satoru un poco asustado.

— Muerte. Significan la muerte. — Satoru tragó saliva. — Mentira. — Umiko comenzó a reír. — Solo creo en eso de la esperanza.

— Umiko, ya puedes venir, ya salió. — se escuchó decir a Suguru desde el baño.

— Bueno, nos vemos. — Umiko dejó a Satoru sentado en el sofá y corrió hacia el baño.

Suguru salió del baño con una pequeña sonrisa que desapareció un poco cuando vio la expresión de pánico de Satoru.

— Oye, oye. — Suguru se acercó rápidamente a Satoru. — ¿Estás bien? — Satoru miró a los ojos de Suguru.

— Sí. — mintió. — Estoy bien, solo... recordé que tengo que hacer un par de cosas. — Satoru se levantó del sofá.

— Olvidas esto. — Suguru tenía el sobre en sus manos ahora. Satoru se golpeó mentalmente y le arrebató el sobre de las manos al pelinegro.

— Nos vemos. — dijo sin mirara atrás corriendo hacia la salida.

Después del portazo que ocasionó Satoru saliendo de su departamento, Suguru frunció el ceño. Satoru estaba actuando demasiado raro.

Ahora Satoru estaba en el pasillo frente al departamento de Suguru cerrando sus ojos con fuerza. Odiaba mentir, pero... a veces era necesario, ¿no?

Cornelia Street. [SatoSugu]Where stories live. Discover now