Capítulo 4

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Louis se sintió cobijado y por un momento pudo cerrar los ojos. No importaba que sus pies estuvieran congelándose o que sus huesos parecían querer salir de su lugar ante los temblores de su cuerpo. Se sentía tibio.

¿A qué persona normal se le ocurría meter personas al agua en pleno invierno? Pero después de planteárselo un segundo y recordar lo que esas personas habían hecho momentos antes, se dio cuenta de que sanidad mental no podían tener y cuerdos no podían estar.

Sus dientes chocaban entre sí mientras trataba de tomar aire, era frío y la respiración le dolía en el pecho.

Aunque parecía que estuvieran silbando justo a lado de sus oídos, se encogió sin ser realmente consciente al escuchar de vuelta aquella voz, que estaba seguro se convertiría en la principal de sus próximas pesadillas.

—Bajo juramento lo aceptas. Con una mano en el corazón, lo deseas.

Abrió sus ojos, enfocando al hombre que se encontraba a unos pasos al frente. El horrible hombre de la serpiente tatuada, él le miraba, a él y al alfa del cual se había olvidado por unos momentos. Aquel que le había sacado del agua y le había cubierto del frío con una pequeña manta que le ofrecieron.

Por instinto retrocedió apenas un paso, pero notó que el alfa le tenía rodeado con uno de sus brazos. El hombre lo volteó a ver unos momentos, con ojos curiosos y rostro sereno. Louis temblaba en sus brazos, y a él no parecía importarle mucho. Para su sorpresa, y antes de que pudiese echarse a llorar, aquel de ojos verdes le apartó el cabello fuera de los ojos y acarició su mejilla al paso.

—Bajo la Luna lo juro. —le oyó y observó decir. Tomó detalle de aquel más a fondo, ojos verdes, mandíbula marcada y rizos que caían brillosos hasta sus hombros. Aunque el viento le sacudiese los cabellos, se miraba serio y analítico.

Era demasiado para digerir, pero cuando menos pensó, su rostro estaba recargado en el pecho del alfa. Este le había envuelto con ambos brazos, y aunque el corazón de Louis latía con fuerza, estaba obteniendo calor. Sus narices solo podían detectar el fuerte olor a madera mojada que pertenecía al alfa, pero el respirar había dejado de ser una tarea difícil.

—Muy bien alfa, cuídalo. La Luna mantendrá su ojo en ti.

El alfa comenzó a caminar, Louis apenas podía dar los pasos, demasiado nervioso y trémulo. Estaba en un estado crítico, sabía reconocerlo. Un rato antes había estado pensando que sería asesinado, después fue sumergido en agua con sangre de dos chicos a los que vio morir y por el momento estaba siendo casi arrastrado por un alfa increíblemente enorme que le había hecho sentir extraño desde el primer momento que le miró a los ojos.

Tragó saliva, parpadeó y sus labios se entreabrieron. Parpadeó y luego analizó de vuelta la situación. Fuerza que podía notarse demasiado, fragancia fuerte y penetrante que se adueñaba del aire al pasar, estatura muy fuera de la común, aún así si se tratase de un alfa, espalda ancha, piernas largas, brazos gruesos.

—No, no, no. —movió los brazos, intentando alejarse. No hubo más movimiento, se le permitió andar por sí mismo, y retrocedió.

Cuando levantó la vista, los mismos ojos y el mismo hombre le miraba con una interrogante.

—¿Omega...?

Era un alfa purasangre. Un enorme alfa purasangre que podía asesinarle con solo presionar su cuello un par de segundos.

Comenzó a temblar de nuevo, el viento frío golpeando su rostro y sacudiendo sus cabellos. Observó alrededor, otro chico estaba siendo sumergido en aquel enorme cubo y nadie parecía prestarle atención a ellos.

Lamió sus labios, que podía apostar su vida asegurando que estaban violetas.

—E-Eres, un, un purasangre —murmuró.

Luna de Sangre Where stories live. Discover now