Capítulo 35

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Louis no sabía cómo había llegado hasta su habitación, solo sabía que estaba delante del enorme ventanal y que la Luna Roja era su única compañía. La veía, enorme e imponente, roja. Tan roja como la marca de sangre que seguramente seguía marcando su frente.

Seguía sintiéndose aturdido, las imágenes dolorosas del momento que perdió a uno de sus mejores amigos le invadían la mente y había un constante dolor en su pecho que le hacía difícil el respirar.

Las lágrimas se habían secado en la piel de sus mejillas, su garganta dolía por haber gritado tanto y se sentía vacío, vacío y totalmente abrumado. Seguía creyendo que nada era real, seguía creyendo que en cualquier momento se despertaría sobre su cama, agitado y sudoroso, habiéndo sido víctima de una horrible pero irreal pesadilla.

Observaba con sus brillantes e irritados ojos a la Luna, pero no tenía ganas de hablarle. No quería cuestionarla, no quería expresar su molestia, su decepción, su tristeza. Solo quería quedarse allí, mirándola y sintiéndose miserable.

No había podido hacer nada por Liam mientras esas personas le arrebataban la vida. No había podido protegerlo, ayudarlo, ni siquiera le había podido decir cuánto lo sentía. Solo se había quedado envuelto en los brazos de su alfa, deshaciéndose en un dolor terrible con la impotencia y el desespero consumiendo su alma.

Era la última vez, se prometió.

La última vez que veía cómo inocentes sufrían bajo el yugo de horribles personas que se creían con poder. La última vez que veía sin hacer nada. La última vez que se quedaba al márgen.

Liam había muerto esa noche y se había llevado con él la resignación, la tolerancia y la paciencia de Louis ante todas las injusticias. No iba a resignarse más, no iba a aguantarlo más, no seguiría creyendo que podía acostumbrarse a ignorar todo.

Su alma se había llenado de odio y rabia, la impotencia había creado en monstruo en su interior y no había nada ni nadie que pudiera detenerlo.

Ni siquiera Harry.

Ese hombre que se sentaba frondoso en la cúspide de una pirámide de dolor y sufrimiento, alimentando su fortuna y poder a base de lágrimas y lamentos de personas inocentes. Ese al que llamaba alfa, al que tanto amaba y por el cuál en algún momento intentó aprender a vivir en la ignorancia.

De un momento a otro, no podía evitar ver a Harry por lo que era, un purasangre mafioso, impredecible, infame y maldito. Todavía dolía en su pecho sentir que amarlo era tan incorrecto, porque no podía evitarlo, porque sus almas estaban unidas, porque eran destinados...

Reconoció la fragancia del mayor tan pronto el alfa entró en la habitación. Louis escuchó la puerta cerrarse y reconoció sus pasos. No había podido canalizar todavía lo que sentía, seguía sintiéndose vulnerable y expuesto en cada uno de los sentidos. La tristeza, el sufrimiento, el enojo, la desesperación y muchos otros sentimientos negativos seguían instalados profundamente en su pecho y no sabía bien cómo apaciguarlos.

—Omega —Harry se acercó dudoso. Su voz sonaba cuidadosa, precavida—. ¿Cómo te encuentras?

De maravilla. Louis quiso decir con sarcasmo. Estaba tan frustrado y dolido que ni siquiera quería mirar al alfa.

—No me dejaste ayudarlo —dijo. Apretó los dientes al final y tragó saliva con dureza—. Me sostuviste con fuerza entre tus brazos mientras mi amigo era asesinado delante mío. Me retuviste contra mi voluntad y luego dejaste que ese tipo pusiera su sangre encima mío, cómo si no significara nada.

Hubo silencio, mucho silencio. Louis seguía mirando la enorme Luna Roja, sintiendo un vacío enorme en su estómago. Apretó los puños, porque se sentía impotente, frustrado y furioso.

Luna de Sangre Where stories live. Discover now