6: ᴇʟ ᴘʀɪ́ɴᴄɪᴘᴇ ᴇɴᴅᴜʀᴇᴄɪᴏ́ sᴜ ᴄᴏʀᴀᴢᴏ́ɴ

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No había sido un sueño. Despertar, sin embargo, se sintió como una pesadilla en carne viva. Leo Cheng intentó reconocer el espacio acendrado, derramando algunas lágrimas al sentir que la soledad del mismo reflejaba su condición sin la necesidad de un espejo. Y lloró, ahora sí, con dolor en su cuerpo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había perdido el conocimiento? ¿Su hermano ya estaría enterado de su accidente? Ésta última pregunta dolió mucho ni bien se la hizo. Xiao no era tan fuerte como aparentaba, por consecuencia, buscaría liberar su ansiedad y estrés con... cigarrillos. Y Leo no pudo evitar dejar a un lado su inútil intento de esquivar su dependencia al alcohol, si es que eso podía adormecerle un poco los agujazos que sentía.

Por fuera, los médicos ya estaban informados de aquel paciente del cuarto 105. Aún no asimilaban cómo después de semejante choque, el chico había logrado salvarse. Por consiguiente, sólo quedaba supervisar la evolución que tendría, rogando que no le quedaran secuelas, aunque lo veían casi posible.

El doctor Richard decidió que era el momento de echarle un vistazo al paciente, habiéndose preparado un diálogo sencillo para no preocuparle, aunque estaba un poco confundido respecto a cómo se habían dado los hechos: Leo Cheng era un chico fuerte. Y la mayoría se había convencido de aquello.

La puerta fue abierta y las noticias no se hicieron esperar más.

—Vaya, joven, usted es muy afortunado —le dijo el doctor—. El impacto que recibió no lo mató de milagro,

"Milagro". Esa palabra, por alguna razón traía a "alguien" involucrado y Leo se comenzaba a endurecer contra Él, sintiendo una amargura indiferente al café que solía tomar. Se quedó serio, helando su mirada.

—Quiero saber qué me pasó... Y, por favor, doctor, no me mienta en nada.

—Bueno, monsieur, sufrió una fractura de cadera, así que estará aquí por un largo tiempo. ¿Tiene algún número a quien le podamos dar aviso de su estado?

—Mi mejor amigo. Él puede venir.

—Perfecto. Le pediré que me dicte su número y enseguida nos comunicaremos con él. Antes de irme, ¿necesita algo más?

Alcohol. Eso era todo lo que quería Cheng para resistir el dolor corporal que le agobiaba. Se quedó en silencio, dejando claras sus nulas ganas de hablar, oyendo los pasos del doctor como una despedida. La soledad volvió a exprimirle las emociones y derramó más lágrimas, odiando su estado. Rápidamente, sus días como motociclista pasaron frente a él, casi pudiendo sentir el olor del motor y fantaseando con las vistas que solía contemplar a través de su bisagra. ¿Y si no volvía a subir a una motocicleta nunca más? Su actividad favorita, aquella que le hacía vivir a pleno, sin detenerse. ¿Qué sería de él sin su motocicleta?

No pasó mucho antes de que Xiao apareciera, arrastrando las palabras sin poder encontrar sosiego en las trabas que le pusieron las enfermeras al verlo entrar. Buscó y buscó la forma de hacerles entender que él necesitaba ver a su hermano cuanto antes, porque la llamada que había recibido lo había descolocado, luego de que su amigo no volviese a casa en toda la noche. Estuvo así hasta que lograron contenerlo, y lo único que pudo volverlo a su color fue llevarlo con el paciente que había logrado mencionar en medio de su nerviosismo. Mayo había empezado con la peor de las tormentas, con el nombre de "Trágico" en ellas. Por mucho que anheló estar tranquilo, el menor de los amigos no pudo pretender que todo estaba bien, porque no lo estaba ni se sentía de ese modo. Leo oyó la voz rasposa y quebrada de Xiao. ¿Por qué tenía que verlo así?

—¿Qué te pasó? —preguntó el menor, aferrándose a la sujeción de la baranda derecha de la cama. Los dientes le habían dolido al decir aquello, entre molesto y asustado.

ᴜᴛᴏᴘɪ́ᴀ ©Where stories live. Discover now