Sueños que atormentan

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Capítulo 2: Sueños que atormentan

Eribec Pujols, una mujer que desde muy joven se vio forzada a trabajar para pagar sus estudios universitarios; fue abandonada por su padre a los cuatro años y desde ese entonces, su madre se encargó de ella, aun sin tener los medios suficientes para mantenerla.

Ella se graduó de contabilidad en una universidad pública, cosa que a su parecer no le sirvió de nada porque no pudo encontrar trabajo por el hecho de que la mayoría le pedían una experiencia que de antemano no tenía. Incluso fue acosada en el único empleo que obtuvo como secretaria, por uno de los jefes que la amenazó con despedirla si no se dejaba tocar el trasero.

Eribec fue despedida, sí, pero porque le rompió un jarrón de flores en la cabeza; causando que al pervertido le tuvieran que dar siete puntos en la parte trasera.

No se arrepiente de eso.

Vielka era su única amiga, su vida social no era tan inmensa que digamos lo que hacía más dolorosa su traición. ¿Ismael? Para ser sinceros, el que se conocieran fue una casualidad, ambos eran de mundos diferentes. A ella le gustaba el blanco, a él no; a ella le gustaba el frío, a él no; a ella le gustaban los sueños, él los veía como una pérdida de tiempo.

Mientras que Eribec bebía del vaso de vino que le rellenó Jon, ella pensaba en lo mucho que se arrepentía de haber conocido a su ex en aquel club de ricachones. Le parecía chistoso cómo fue influenciada por Vielka en asistir a ese sitio con el único propósito de ayudarla a cazar a alguien.

Menudo alguien.

—Primero te llamo a la policía y luego me invitas unos tragos— dijo ella moviendo su vaso de un lado a otro, portaba una expresión triste que, desde su perspectiva, nadie podía quitarle. A menos que recibiera la noticia de que su madre había superado el cáncer —¿Te causé tanta lástima?— sonrió irónica.

—Para sentir lástima, primero debo sentir algo— dio un trago —Bueno, estoy mintiendo. Sí, sentí algo: curiosidad.

—¿Qué?— no le podía parecer más extraño —¿Eres consciente de que cada vez que dices algo, tus adjetivos calificativos aumentan?

—¿Ahora qué soy?— sonrió —Porque creo que no hay nada peor que un delincuente, acosador y... ¿Qué era lo otro?

—Ni siquiera entiendo qué hago bebiendo con alguien que ni siquiera conozco— ambos se encontraban en una de las mesas privadas de la disco, la misma quedaba al subir las escaleras; desde abajo se podían apreciar a las personas bailando como si la vida no importara nada.

—¡Oh, pervertido!— clamó negando con la cabeza —Eso era lo tercero en tu lista de calificativos.

—El que me estés emborrachando no ayuda mucho.

—No es como si te apuntara con un arma en la cabeza.

—Algo me dice que no me ibas a dejar en paz — hizo una mueca —Además, ¿quién invita a beber vino? Al menos hubieras pedido cerveza.

—Y exigente la niña— carcajeó —¿Estás interesada en ahogar tus penas?

—Todos los que están aquí lo están— suspiró —Yo, una cornuda, no seré la excepción.

Asher todavía se encontraba por los alrededores, a él le llamó la atención ver a su amigo charlando con una mujer que, claramente, no era pelirroja. El rubio, alzando las cejas, tomó su celular y le escribió un mensaje de texto:

«¿No que te irías con una colorada?»

Leyó Jon y de inmediato, desvió la vista hacia abajo, allí vio al responsable del mensaje, observándolo con las cejas en alto.

Destino inmortalWhere stories live. Discover now