Lo que nos dicen los sueños

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Capítulo 29: Lo que nos dicen los sueños

Minutos antes del incidente

—Me ofende que estés aquí cuando organicé esta fiesta pensando en ti— le dijo Jon a Beracena entrando a una habitación secreta del salón, en donde el hombre estaba sentado en un sofá amarronado; rodeado de dos mujeres que le servían de compañía, mientras que al mismo tiempo fumaba de una cajetilla de cigarrillos.

Todo el ambiente estaba plagado de humo, algo que a Jon le parecía sofocante.

—¿Gustas?— le tendió el paquete.

Beracena fue el único de su familia que asistió al evento. El hombre estaba vestido con un traje negro con corbata, él siguió la etiqueta de la fiesta; llevando una máscara blanca en el rostro.

—No, gracias. No fumo— se sentó en un sillón frente a él —Milton, ¿qué haces aquí?

—Las fiestas para mí son negocios, y allá fuera no hay nadie que me interese— tomó una calada de su cigarrillo —No te quise hacer el desaire, así que por eso vine. Muchos lo hicieron pensando que dejarías tu puesto. Conociéndote, sé que no es así. ¿O me equivoco?

—Ya lo dijiste, me conoces— miró a las mujeres. La de la izquierda era una rubia de labios rojos, que abrazaba a Beracena con una posesión sobre la otra; ella fingía que no le interesaba lo que ambos hombres conversaban, solo se dedicaba a abrazarlo y besarlo de vez en cuando. A su vez, la mujer de la derecha era una morena de cabello frondoso y labios anaranjados; al mismo tiempo que reposaba la cabeza en el hombro del hombre, jugueteaba con su cabello y nada más esperaba a que Jon se fuera para hacer algo más.

Las acompañantes llevaban vestidos cortos, brillantes y ajustados. La rubia tenía uno negro y la morena, uno plateado.

»Quiero que hablemos de algo, aunque para ello necesito que sea en privado.

—Así como las ves, son una tumba— frotó su rostro en el hombro de la rubia —Pero, si te sientes más cómodo sin ellas, de acuerdo.

Él les hizo una seña a lo que las mujeres se levantaron del sillón y salieron de la habitación a la espera de que Beracena las llamara de nuevo.

Dejando de lado su personalidad seria, al hombre le encantaba disfrutar de la compañía de las mujeres. Ese par de chicas (la rubia llamada Courtney, y la morena Aimee) no se trataban de amantes triviales, sino que tenían un par de años acompañándolo en la mayor parte del tiempo.

Al único lugar que él no se las llevaba era a la oficina, porque claro, consistía en un ambiente laboral.

Muchos consideraban esa práctica como una rareza bastante cuestionable por parte de Beracena, pues era evidente que las chicas aceptaron eso a cambio de la vida de lujos que el hombre podía ofrecerles. De no ser así, no estarían con él y mucho menos siguiendo sus condiciones al pie de la letra.

Hasta la persona considerada más tosca y amargada del clan, tenía una excentricidad. Esa era la de Beracena, quien se metió con varias hasta que se quedó finalmente con ellas, porque fueron las que demostraron ser más leales a él.

—Muy bien— Jon se sentó a su lado con una sonrisa de oreja a oreja. El hombre primero confirmó que no hubiera nadie cerca antes de hablar —Todos tenían razón al suponer que había motivos ocultos en la organización de esta fiesta— le quitó la máscara del rostro —Planeé que este evento fuese de máscaras porque quise que cada miembro presente tomara el rol de cazador. Esta no es una fiesta inofensiva, es una fiesta de caza.

—¿Podrías ser más claro?— por más que le diera mente, no entendía lo que quería decir.

—La razón por la que todos llevan máscaras menos yo, es porque cada uno de los invitados se convertirán en mis cazadores— se recostó en el espaldar del sofá —Para nadie es un secreto que nuestro clan está lleno de ambiciosos, de gente sedienta de poder que no dudaría un solo segundo en venderle el alma al diablo con tal de que su familia suba de posiciones.

Destino inmortalWhere stories live. Discover now