Caricias con sabor a avena

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Capítulo 25: Caricias con sabor a avena

Era cuestión de tiempo para que las mentiras de Jon salieran a la luz, siendo la existencia de Aidan la primera de ellas. El hombre dormía mientras que Alich no paraba de confabular un montón de teorías acerca de la mujer que escuchó por el celular personal de su esposo.

Primero, lo llamó por su nombre. Todos acostumbran a llamarlo Aracena, por lo que era imposible que se tratara de alguien que no fuera cercana a él.

—Mi sospecha era real.

Alich se cubrió con la bata y salió de la habitación, ella estaba en el cuarto de Melody, sentada en el suelo hecha bolita. Para la mujer, ese lugar era el mejor para pensar en muchas cosas respecto a su familia.

Ya no confiaba más en Jon, cualquier excusa puesta por él no serviría para dejar de lado aquella espina que sentía en su supuesto matrimonio, que nada más le supo traer inseguridades.

—Maldito desgraciado— susurró frunciendo el ceño. Alich se consideraba a sí misma demasiado inteligente y deseada como para que Jon la hiciera cuestionar sobre si de verdad lo era. La mujer estaba cansada de soportar la humillación, de ser el hazmerreír de los del clan, y eso que muchos le aconsejaron no casarse con «el lunático» —Todo esto es mío. La casa, el clan... todo. No dejaré que me lo quiten— masculló levantándose y caminando a la cuna de la bebé —Soy la madre de la futura sucesora del clan: Melody Aracena. Ninguna zorra podrá reemplazarme. Si de reemplazos hablamos, tú serás el de tu estúpido padre— le habló a la bebé, quien hacía pequeñas muecas con la boca —¿Tienes hambre, mi amor? Qué glotona es la niña de mami— la tomó en los brazos.

Alich se sentó junto a la niña en la mecedora. La habitación era enorme, algo propio para la pequeña de la casa.

La cuna se encontraba en el centro. Las paredes estaban decoradas con un tapiz de diseños florales que daban la apariencia de un bosque de hadas. Además de un móvil de estrellas encima de donde dormía la pequeña, había diversos peluches coloridos con forma de conejos, osos y unicornios. Toda la decoración le brindaba un aspecto tierno al ambiente.

En lo que Alich daba de comer a su hija; Jon extendió su brazo en la cama para acurrucarse con su esposa. El hombre entreabrió los ojos al percatarse de que ese lado de la cama estaba vacío.

—¿Umh?— se preguntó sentándose. Él miró a ambos lados buscando alguna señal de vida en la zona —¿Ash?— arrugó la frente. Jon se levantó de la cama, y con una toalla puesta en la cintura, se dirigió a la habitación de su hija. Allí fue donde la encontró —¿Te despertó la bebé?— sonrió yendo hacia ella, la mujer arrugó la frente de inmediato. —¿Qué pasa?— le plasmó un beso en la mejilla.

—Nada— todavía no podía perder la calma. Necesitaba pruebas suficientes para confrontarlo. Aunque... era difícil ocultar su enojo.

—¿Nada?— levantó la ceja —A ver, dame un beso— no bien, Jon se acercó cuando Alich evitó algún tipo de contacto con él, desviando su rostro. Los labios del hombre cayeron de nuevo en su mejilla —Sí, estás enojada. El asunto es saber por qué

—¿Por qué estás tan cariñoso?— acarició la cabeza de la niña —Mira, fue bueno pasar un rato juntos después de tanto tiempo, pero ya no tenemos que fingir que somos un matrimonio amoroso y todo eso.

—Emh... ¿Qué?

—¿Crees que no me di cuenta? Si tú y yo estuvimos juntos, lo hicimos porque querías desahogarte de una forma u otra— tampoco le interesaba buscar excusas, eso era lo que en verdad sentía.

—De ser cierto lo que dices, más rápido hubiera solicitado los servicios de una de la vida galante— frunció el ceño —Para no decir la otra palabra por respeto a la princesa.

Destino inmortalWhere stories live. Discover now