Capítulo 7

39 10 0
                                    

Anh suspira con pesadez. Se mira a sí misma en el espejo una vez más. Su camisa y jeans holgados se reflejan en el cristal, su vista se dirige hasta sus converse negros por una fracción de segundo. Vuelve a observar la camisa con la palabra "sunshine" estampada en un color celeste, haciendo contraste con el negro del fondo y el dibujo de un sol lila en el centro. Se relame los labios, toma su celular, un termo de agua y revisa que lo más importante ya se encuentra en su bolso, deja el termo adentro y antes de dejar el celular lo revisa: solo un mensaje.

Sonríe, sabe que se trata de su persona favorita.

Amanda.

Deja el celular adentro del bolso y sale por la puerta, la cierra con sutileza.

Se llena de valor antes de dar dos paso, se detiene ante la puerta cerrada en frente de la suya. Toca con suavidad con los nudillos y espera un segundo antes de escuchar la voz de su papá. Abre la puerta apenas.

—Bendición.

Murmura Anh.

—¿Puedo salir?

Su papá se queda aturdido un segundo.

—Sí, ¿A dónde vas?

—A salir con unos amigos.

—¿Cuáles amigos?

Se muerde el labio inferior.

—Los de siempre.

Él asiente.

—Vuelve temprano.

Se traga la furia, ¿Acaso ella le pregunta dónde estuvo cada noche cuando regresa sin ser capaz de mantenerse en pie? No dice nada de eso, por supuesto, se lo traga, junto con las ganas burbujeantes de gritarle y asiente con vehemencia.

—Sí, papá.

Cierra la puerta y baja las escaleras.

Todo el aire sale de sus pulmones. Se sorprende a sí misma por lo fácil que escapó la mentira de sus labios.

______________________________

Sábado, 11:25am

Han pasado unas horas, esta regresando casi corriendo a su casa, el sol incandecente de mañana la golpea, detesta el calor, otra de las consecuencias de vivir en un pueblo costero, se consuela a sí misma pensando en que falta nada para la maravillosa y deseada temporada de frío, donde llueve cada dos días, el cielo permanece nublado y el aire fresco le permite permanecer en cama abrigada.

Una punzada de culpa se desliza dentro de ella a causa de la mentira, la ignora, no había otra opción, ella lo sabe.

¿Qué te dará o qué te aprovechará, lengua engañosa?
Salmos 120:3

Sabe que las mentiras no son algo a lo que debería acostumbrarse.

Se pregunta sí su excusa es suficiente para justificarse a sí misma.

Para justificarse ante alguien más.

¿Por qué si lo que hace está bien se ve en la obligación de ocultarlo?

Solo espera, en el fondo, no habituarse a ello.

Tiene que parar. El problema es lo que arriesga si dice la verdad. Lo que la refrena de confesarlo. Que se le arrebate una parte de sí por decirlo en voz alta.

Sigue sin ser un justificativo.

Suspira con pesadez, al menos, verá a su mamá el lunes y se quedará toda la semana con ella.

Colisión Where stories live. Discover now