Capítulo 8

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Anh suspira.

Para muchos los fines de semana son una bendición.

¿Para ella? Una maldición.

No debería tomarlo de esa forma. Lo sabe. Los fines de semana deberían alegrarle. Descansar, dormir, comer y no tener ninguna obligación que la mantuviera ocupada, no más que lavar su ropa u ordenar su habitación. Lo normal. Lo que debe de hacer cada fin de semana.

No despertarse a las tres y media de la madrugada a abrir una puerta.

Agradece el hecho, de que al menos, su papá no llegó anoche, lo cuál es un alivio.

Los fines de semana son los peores, su padre bebe alcohol día y noche, todo el fin de semana de manera ininterrumpida.

Se repite a sí misma que este fin de semana fue solo una excepción. Toda la semana se va con su mamá, respira hondo, solo por hoy.

Mañana tomará su maleta y se irá una semana completa con ella.

Solo por hoy.

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4:47pm

Anh observa el reloj en su celular por demasiado tiempo. El suficiente como para ser considerada desquiciada.

Da un suspiro y sus ojos repasan su bolso lleno hasta más no poder. Hace un repaso mental de todo lo que va a necesitar, es solo una semana, y ya se ha quedado millones de veces con su mamá a lo largo del año. Se está esforzando por controlar la burbujeante emoción. Anh la ama con devoción, es su mejor amiga y quién siempre ha estado para protegerla, incluso si es necesario hacerlo de su propio progenitor.

Su bolso escolar tiene una única carpeta en la que lleva todas las materias, un estuche, calculadora y un termo.

Su otro bolso, en cambio, está lleno de envases: shampoo, acondicionador, cremas para peinar, hidratantes corporales, los productos de su rutina de cuidado facial.

Y ropa. En exceso. No entiende el porque empaco tantas prendas si diez pijamas son más que suficiente, y tampoco es como si planeará salir. Nunca lo hace de todos modos.

Cierra sus dos bolsos, y se despide de su papá. Él insiste un poco más en llevarla, y Anh contraataca con no tener problema en caminar.

La casa de su mamá es pequeña, en comparación con la de su papá. Siempre se ha sentido más cómoda en la primera.

Toca la puerta, y espera unos segundos, escucha a su mamá bajando las escaleras y su rostro se ilumina al ver a Ana.

Siente la calidez adormecida cobrando vida dentro de su pecho.

Su mamá abre la puerta y se lanza sobre sus hombros, Anh le devuelve el abrazo con fuerza.

Dos almas fusionando sus corazones.

Si le preguntarán como se siente un abrazo, un abrazo espontáneo, de esos cargados de sentimentalismo y significado para ambas parte diría eso.

Y eso sucede.

Aspira el aroma de su mamá, se alegra y regocija tanto en la fragancia suave que impregna el ambiente que casi empieza a dar saltitos de emoción.

Pensó que el olor a alcohol y humo le habría quemado las células olfativas.

Entra y el característico orden la recibe. Sube por las escaleras. Hasta que llega el pasillo y su mamá la aturde de preguntas. Anh le indica que espere un momento y se acerca a la puerta del lado derecho del pasillo, la observa de frente y al lado derecho de esa puerta hay otra, la abre de inmediato y el olor a galleta la recibe como una caricia. Se acerca hasta su cama y deja los bolsos, tendrá tiempo para organizar más tarde, sale de su habitación y luego su mamá le hace una seña con la cabeza.

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