Epílogo

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Ese día que nunca inició, ese día que Josh no recordará dado que jamás ocurrió. Ana huye con tanta prisa que no se percata que el castaño permaneció inmóvil.

Se encontraba tan herida que no notó las lágrimas en sus ojos.

—Mentiste.

Susurró el chico a la nada.

—No me elegiste cuándo nadie más lo hizo. No te quedaste.

Traga saliva.

—No te culpo por ello.

Y un sollozo se escapa de sus labios. Lucha por contener las lágrimas que queman.

Ella no vio los demás mensajes con las lágrimas desenfocando su visión.

No vió que Josh no confesó nada. No vio las interminable preguntas que tenían la intención de destruir su reputación y sus monosílabos como respuesta para evitar perjudicarla. La nula información que respondió para que no pudieran usarlo en su contra.

Porque sabía que si alguien más lo hacía, no tendrían piedad.

No le haría eso.

No a ella.

Él suelta un leve suspiro, con sus manos temblando, su respiración fallando y volviéndose cada vez más superficial.

Cierra los ojos. Endurece la mandíbula.

Se convence a sí mismo de que es mejor así.
Avanza unos pasos, temblorosos.
Avanza por la dirección contraria a la que ella huyó.
Avanza hasta perder todo de vista. Se introduce en un callejón solitario, perdiéndose en sus pensamientos.
Se convence a sí mismo una y otra vez, con su cuerpo temblando y su corazón latiendo a una velocidad vertiginosa, aporreando sus costillas, extendiendo el dolor a cada centímetro de su piel. Con su pecho comprimiendo sus pulmones, y asfixiándole.

Se convence a sí mismo de que ella no necesita saber la verdad.

No necesita saber que no es solo la apuesta.

No necesita saber que él dejó el mensaje a propósito con la intención de que ella lo encontrará.

No necesita saber que estaba buscando alejarla por su propio bien.

No necesita saber que le salvó la vida.

Él sabe que acercarse a él es una condena de muerte.

Una que no quiere que ella cargue.

Una que prefiere llevar solo para evitar que las consecuencias la alcancen a ella.

Lo está haciendo por ella. Se recuerda.

Es por ella.

Y Ana nunca lo sabrá.
Se detiene al escuchar el característico sonido de un arma al quitarle el seguro. Todo el aire sale de sus pulmones. Y se vuelve con lentitud, para ver el arma apuntándole directo a la cabeza.
Lo que más temía volviéndose una realidad.
Cierra los ojos, y susurra una plegaria. Un agradecimiento porque Ana corrió en la dirección contraria. Porque se alejó de él.
Él sabía que las consecuencias de las acciones de sus padres terminarían alcanzándolo.
Las visiones de Ana solo le permiten ver su lado de la historia hasta un punto determinado.

Todo lo que pierde es demasiado como para decidir si vale o no la pena.

No con una perspectiva tan limitada.

El final de la noche llega.

Ana tiende su mano en frente de Josh. Él se queda desconcertado.

Josh observa la mano que ella le ha tendido y se plantea por un momento estrecharsela o no. Una eternidad después, cuando la pelinegra está a punto de retirarla, Josh la estrecha con fuerza.

Colisión Where stories live. Discover now