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-Los herederos de Slytherin.-Dijo la profesora McGonagall, que estaba pálida.-Han dejado un nuevo mensaje, debajo del primero: «Sus huesos reposarán en la cámara por
siempre.»

El profesor Flitwick derramó unas cuantas lágrimas.

Casiopea, Peter, Ron y Edmund que había seguido a los profesores al verlos tan alarmados escuchaban atentamente cada palabra.

-¿Quién ha sido?-reguntó la señora Hooch, que se había sentado en una silla porque las rodillas no la sostenían.-¿Qué alumna?

-Ginny Weasley.-Dijo la profesora McGonagall.

Casiopea notó que Ron se dejaba caer en silencio y se quedaba agachado.

-Tendremos que enviar a todos los estudiantes a casa mañana.-Dijo la profesora McGonagall.-Éste es el fin de Hogwarts. Dumbledore siempre dijo...

La puerta de la sala de profesores se abrió bruscamente. Por un momento, Casiopea estuvo convencida de que era Dumbledore. Pero era Lockhart, y llegaba sonriendo.

-Lo lamento..., me quedé dormido... ¿Me he perdido algo importante?

No parecía darse cuenta de que los demás profesores lo miraban con una expresión bastante cercana al odio. Snape dio un paso hacia delante.

-He aquí el hombre.-Dijo.-El hombre adecuado. El monstruo ha raptado a una chica, Lockhart. Se la ha llevado a la Cámara de los Secretos. Por fin ha llegado tu
oportunidad.

Lockhart palideció.

-Así es, Gilderoy.-Intervino la profesora Sprout.-¿No decías anoche que sabías dónde estaba la entrada a la Cámara de los Secretos?

-Yo..., bueno, yo...-Resopló Lockhart.

-Sí, ¿y no me dijiste que sabías con seguridad qué era lo que había dentro?-Añadió el profesor Flitwick.

-¿Yo...? No recuerdo...

-Ciertamente, yo sí recuerdo que lamentabas no haber tenido una oportunidad de enfrentarte al monstruo antes de que se llevarán a Dumbledore.-Dijo Snape.-¿No decías que el asunto se había llevado mal, y que deberíamos haberlo dejado todo en tus manos desde el principio?

Lockhart miró los rostros pétreos de sus colegas.

-Yo..., yo nunca realmente... Deben de haberme interpretado mal...

-Lo dejaremos todo en tus manos, Gilderoy.-Dijo la profesora McGonagall.-Esta noche será una ocasión excelente para llevarlo a cabo. Nos aseguraremos de que
nadie te moleste. Podrás enfrentarte al monstruo tú mismo. Por fin está en tus manos.
Lockhart miró en torno, desesperado, pero nadie acudió en su auxilio. Ya no resultaba tan atractivo. Le temblaba el labio, y en ausencia de su sonrisa radiante, parecía flojo y debilucho.

-Mu-muy bien.-Dijo.-Estaré en mi despacho, pre-preparándome.-Y salió de la sala.

-Vamos, yo donde está la camara!-Dijo Casiopea comenzando a correr.

-Profesor, tenemos información para usted.-Dijo Casiopea.-Creemos que le será
útil.

-Ah..., bueno..., no es muy..-Lockhart parecía encontrarse muy incómodo, a
juzgar por el trozo de cara que veían.-Quiero decir, bueno, bien.
Abrió la puerta y entraron.

El despacho estaba casi completamente vacío. En el suelo había dos grandes baúles abiertos. Uno contenía túnicas de color verde jade, lila y azul medianoche, dobladas con precipitación; el otro, libros mezclados desordenadamente.

Las fotografías que habían cubierto las paredes estaban ahora guardadas en cajas
encima de la mesa.

-¿Se va a algún lado?-Preguntó Edmund.

Always WolfstarWhere stories live. Discover now