Capítulo XVIII

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Con la mirada perdida en su propia mano, Tobirama Senju se encontraba sentado entre los hombres más importantes de su clan, intentando prestar atención a la junta que se desenvolvía por la reciente fuga de una intrusa quien se hacía pasar por la hija de la mano derecha de su padre. Senju Dai.

―¡Es imperdonable que haya escapado ante nuestros ojos! ―Exclamó Jango, quien se encontraba furico al final de la mesa.

―¿Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta? ―Cuestionó uno de los presentes.

Tobirama se mantenía en silencio, como regularmente lo hacía, limitándose a escuchar y asentir, muy a pesar de lo involucrado que estuvo con ella, esa era su manera de ser y nadie podía sospechar de él.

―Tobirama, ¿Qué sabemos de los ninjas en el valle? ―Preguntó su padre, con una mirada fría y fruncida.

—Ya leí todos los reportes, no hubo movimiento. ―Contestó, fijando su rojiza mirada hasta la de su padre.

Si bien la relación que Batsuma Senju y sus hijos llevaban no era la más cercana, él conocía a la perfección a cada uno de ellos, empezando por el más serio; su hijo menor. Y es que desde muy pequeño Tobirama fue entrenado por su padre, siendo su primera misión a los 7 cortos años de edad, él podía percibir el potencial cuando lo tenía enfrente, su hijo era un prodigio de nacimiento y también el más inteligente de los 3 que le quedaban.

―Terminaremos esta junta mañana, pueden retirarse. ―Habló Batsuma, tomando asiento nuevamente.

Todos asintieron.

―Tu te quedas, Tobirama.

Este sabía lo que se venía, no hizo el intento de levantarse si quiera, pero aun así, maldijo internamente, esperaba estar equivocado esta ocasión.

Una vez todos se fueron, la puerta fue cerrada por el último en salir, dejando a padre e hijo solos en la habitación mirándose de la misma forma, sin sentimiento alguno.

Después del incidente de Yagura, Tobirama se negó a ver a su padre de la misma forma, el haber arriesgado la vida de su hermana era algo que él no podría perdonar nunca y esto desencadeno una serie de sentimientos poco favorables para su padre, no lo odiaba, sólo no lo toleraba.

―¿Qué necesitas? ―Preguntó el más joven, rompiendo el silencio de la habitación.

―Muchos dicen que esa chica convivió mucho contigo y con tu hermana.

Un dolor atacó su pecho. Yagura. Pensó.

―Yo no la recordaba.

—Eso no parecía relevante. ―Dijo Batsuma, dejando su asiento, caminando hasta una de las ventanas de la estancia.― Tu y Yagura son mis hijos y aunque siempre lo dudes... ―Lanzó una corta mirada sobre su hombro.― Yo mataría por ustedes.

Tobirama abrió los ojos sorprendido, nunca lo había escuchado así.

―Sólo quiero estar seguro de que aquella intrusa no les hizo nada. ―Su mirada seguía perdida en la pradera.― Quiero saber que tu hermana está bien.

El pecho de su hijo dolía levemente y su corazón estaba acelerado, escuchar aquellas palabras directamente de su padre, le daba a entender el dolor y resentimiento que su padre sentía hacia sí mismo, era lo que durante muchos años buscó.

―Estamos bien. ―Respondió, casi sin poder creer ver la pequeña lágrima que recorría la mejilla de su padre.

. . .

Corriendo con el mayor sigilo posible, ambas mujeres al borde del cansancio intentando disimular su presencia entre los arboles. Todo el dominio de los Senju estaba siendo vigilado y no suficiente con ello, escuadrones de elite fueron mandados más allá del valle en busca de la presunta intrusa.

―¡Vamos, Lyan! Estamos muy cerca. ―Dijo la de cabellos castaños, observando a lo lejos la pradera, ese era el lugar seguro.― No te puedes rendir ahora.

La de largos cabellos rojizos respiraba con dificultad, sosteniendo de un tronco, esta tomó su pierna derecha, haciendo presión en esta. Kae la observó con detalle.

―Sangre... ―Murmuró, al momento de cortar la yukata que traía puesta.

Se acercó hasta su amiga, buscando hacer presión en la herida para la hemorragia parase.

―¡Mierda! ―Exclamó Lyan con ojos llorosos, alzó la mirada al cielo buscando la claridad.― Duele demasiado, Kae.

―¿Cómo te hiciste esto? ―Preguntó la castaña demasiado preocupada en curar su herida.― Maldición, Lyan, esto está infectado.

―Cuando venía para acá... Me encontré con 2 Senju demasiado rápidos...

―Lyan, estamos a nada de llegar, si nos quedamos aquí moriremos. ―Dijo Kae con ojos determinados hasta su amiga, la cual la miraba rendida.

―Vete.

―Eres imbécil. ―Respondió, ignorando sus palabras, colocó el brazo de la chica sobre sus hombros.― Nos iremos.

―¿A dónde?

De un salto, un hombre de mediana edad se posicionó frente a ellas, con una sonrisa ladina, dos más llegaron detrás suya, Kae podía sentir perfectamente como se trata del clan Senju. Esta palideció levemente.

En un rápido movimiento Lyan arrojó una aguja justo en el cuello de uno de los Senju, inmovilizando a este, Kae entendió al instante, dispuesta a pelear cuerpo a cuerpo con cualquiera. Tomando una posición defensiva y colocándose frente a su amiga dio un respiro profundo, claramente se sentía fuera de forma, las heridas de su última batalla habían dejado aun con malestar que parecía no desaparecer, pero en aquel momento, la vida de ambas pendía de un hilo.

Después de tantos años recorriendo día con día aquel valle en guerra, la castaña sabía perfectamente lo que ocurriría si decidía ceder ante el clan.

Si no peleo, nos matan. Pensó Kae, apretando los puños. Sin perder de vista a los Senju.

―Oye, ¿Ya viste eso?

Uno de los Senju apuntó hasta la capa rasgada de la pelirroja, la cual los observó confundida. La capa estaba tejida, este era un distintivo de ella pues se encontraba llena de plumas rojizas que brillaban con la luz del sol. Kae entendió al instante. Su piel se erizó.

―Este será un buen regalo para Batsuma-sama.

. . .

―¿Qué dices? ― La voz de Senju más joven era temblorosa, imperceptible para el Ninja mensajero frente suya.

―Se encontraron 2 cuerpos y demasiada sangre, tenemos perdido a uno de los nuestros todavía, pero no existe rastro de él.

―¿Algún cuerpo desconocido? 

Tobirama rezaba por la vida de la castaña. El mensajero negó con pesadez.

―Los dos Senju, por como se ve el lugar parece que fue una pelea complicada, existe un rastro de sangre pero se pierde a poco menos de un kilometro.

Su corazón empezaba a sentirse aliviado.

―También encontramos esto. ―El joven de cabellos castaños extendió un paño envuelto hasta el más alto.

Tobirama tomó este con lentitud, en su mente figuraba alguna extremidad del tamaño de un dedo dentro de aquel paño. Al abrir este respiró profundo.

―Una pluma roja.

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―Nova.

El Ave Roja |Senju Tobirama|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora