Capítulo X.

2.1K 206 35
                                    

Respire profundamente, observándome a través del espejo, mi cabello estaba siendo peinado, la chica detrás de mi sonreía con amplitud pasando aun aquel cepillo por mi cabello con delicadeza.

―¿Ocurre algo, Dai-san?― la chica dejo mi cabello, ahora centrandose en mi rostro a través del espejo. Negué con la cabeza.

―Estoy nerviosa.

Si, nerviosa. Exactamente en 10 minutos debía salir a una elegante cena de la familia para celebrar mi regreso, bueno, mi regreso.

―No debe sentirse así, después de todo son familia, no hay nada de que preocuparse.

―Si, tienes razón, Tara, no tengo de que preocuparme.

Mis manos sudaban horriblemente, no tenía ni idea de lo que encontraría, si alguien logra reconocer a la chica o peor aún, si no lo hacen y me obligan a quedarme.

―Es hora de ir, Dai-san.

Miré a la joven chica frente a la puerta, asentí levantándome del banco, arregle mi cabello por última vez a mi derecha pues estaba completamente desatado y camine frente a ella saliendo así de aquella habitación.

De la nada, una mujer un tanto más baja que yo se lanzó sobre mi, abrazando mis hombros con fuerza acariciando mi cabello en el proceso. Con temor correspondí su abrazo, no podía arruinarlo, no todavía.

―Te ves tan preciosa y alta... ¿Cuánto tiempo había pasado ya?― Aquella mujer me miraba con total nostalgia, sin dejar de pasar sus manos por mis mejillas.

―Bastante ya...― Respondí intentando ser lo más creíble posible, intentando hacer que mis acciones delatasen mi supuesta alegría.

―Estas tan preciosa... seguro está vez Tobirama-kun te hará caso...― Susurró por lo bajo moviéndose de mi camino.

¿Qué dijo?

Confundida camine hasta la multitud de gente a la que ella me empujaba. Al final sin entender en que momento había llegado aquí, me encontraba frente a Tobirama, quien me observaba con una ligera sonrisa.

―Lamento el incidente de hoy en la mañana.― Este me extendió un vaso de dudosa sustancia.

―No... yo estaba muy desacostumbrada a esto, lo lamento.

Mi estómago peleaba por no vomitar en aquel instante, pues decir cosas de tal magnitud era extraño y disculparme era aún peor.

―Es normal portarse así cuando un hombre entra a la habitación de una dama sin avisar.― Este tomó mi hombro con cariño, aparentemente.

Él era completamente diferente a como lo recordaba. Sus ojos rojos y un tanto rasgados ahora se veían llenos de experiencia, sus facciones adultas y tan masculinas, sus grandes y anchos hombros, él ahora era un hombre completo.

―Si me permites, iré donde mi hermano.― Dijo este, tomando distancia de mi alejándose así.

Sacudí mi cabeza repetidas veces, deje el vaso sobre la mesa y camine entre los presentes haciéndome paso. Finalmente afuera respire profundo, sentía tantos nervios y miedo que distraerme con algo tan estúpido no era posible.

Estas en medio del enemigo, ellos no saben quién eres pero tu su sabes quienes son ellos.

Suavemente golpee mi mejilla intentando reaccionar, recargue mis manos en los barandales de la casa, cerre mis ojos intentando procesar todo lo que estaba pasando y lo que probablemente pasaría.

Pero algo me lo impedía.

Tantos malditos años han pasado y ese idiota sigue dentro de mi mente como toda la vida.

―Maldita sea...― Golpee con rabia la baranda, tomando mi cabeza entre mis manos.

―¿Dai?

De un salto me di la vuelta, observado con sorpresa a la persona detrás de mi quien me observaba con confusión.

―¿Y-yagura?― Murmuré con torpeza, observando con detalle su rostro ahora maduro.

Ella siempre había sido linda, como aquellas historias de sirenas, sus bellos ojos marrones que siempre brillaban, su hermoso cabello siempre suelto, su adorable estatura, pero su belleza había sido arruinada, su piel ya no era una porcelana completa y pulida, una grieta se extendía desde su oreja hasta su pómulo, quitando lo valioso a esa hermosa piel.

―Tanto tiempo ¿No?― Habló con una sonrisa pequeña, así, se acercó hasta mi abrazando mi cintura.

―Estas preciosa...― Susurré con culpa, llena de remordimiento.

―Tu también, Dai, cambiaste demasiado.

Asentí un poco cuando se alejo, no sabía cómo actuar, no sabía que hacer ni que decir, no habían palabras y mucho menos acciones para yo poder corresponder a ella.

―Entraré, quizás necesitan ayuda... Luego hablamos― Dijo después de unos segundos de silencio, había sentido la incomodidad.

Asentí al verla irse. Solté aire cuando finalmente me sentí sola, mis manos sudaban y estaba segura de que todo mi cuerpo temblaba de forma mínima. Me sentía completamente abrumada ante todo lo que sucedía, ante todo lo que veía.

―Joder...― Murmuré respirando con rapidez, la culpa me comía desde hacia tantos años.

―Dai.

Levanté mi vista en busca de su rostro, Tobirama se acercaba a mi con pasos lentos y una mirada completamente neutra.

―Dime.

Cuando este finalmente se acercó, tomó mi hombro, mirándome con preocupación.

―¿Pasó algo?

―No, no...― Negué con la cabeza varias veces, intentando actuar con normalidad.― Yo... he visto a Yagura.

―Oh.

Su cuerpo al igual que el mío se recargo en la baranda, soltando un largo suspiro en el proceso, ahora el se veía igual de afligido que yo.

―Ella... paso un accidente después de que te fuiste.― Habló, jugando con sus manos.

Con temor en mis siguientes palabras, carraspee mi garganta, intentando que mi voz saliese normal al hablar.

―¿Qué paso?― Solté lo más rápido que pude, intentando no sonar extraña.

―Mi padre la integró a un escuadrón de búsqueda...

Apreté mi puño contra la baranda, recordando aquella noche donde Senju Batsuma y Senju Jango habían hablado acerca de ello, de la pérdida de sus hombres.

―En su primera misión ella estaba sumamente nerviosa y quizás fue por eso que ella no pudo decirnos a tiempo lo que pasaba ―Este nuevamente suspiro, alejándose ahora de la baranda.―. Una emboscada de los Uchiha llegó, no estuve para protegerla, por órdenes de mi padre fui en busca de los tiradores escondidos, fue entonces cuando una bomba explotó en el campo de batalla... Yagura estaba demasiado cerca de ella.

Mi respiración se detuvo, podía sentir mi corazón acelerado y como mis manos sudaban aún más que antes.

―Desgraciados...― Murmuré con furia falsa, lo único que sentía en ese momento era culpa.

―Desgraciada.― Corrigió Tobirama, enfocando su mirada en mi.― Fue una mujer la que hizo esa trampa.

Esta vez mi corazón fue el que se detuvo.

―¿Sabes su nombre?― Pregunté, sin dirigir mi mirada hasta él.

―No y tampoco me interesa.

Fruncí el ceño, ahora deteniendo mi mirada en él, su preocupación y su actual respuesta no eran congruentes.

―¿Por qué?

―Porque cuando la vea, cuando la reconozca, la mataré.

---------------------------------------------------------

¡Espero les haya gustado!

-Nova.

El Ave Roja |Senju Tobirama|Where stories live. Discover now