Capítulo VIII.

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Miré la puerta con cierta indecisión. Mantenía el pergamino sucio en mano y con una idea acerca de lo que pasaría si yo entraba ahí con él. Nada bueno.

Solté un respiro, era mejor irme, investigar esto por mi cuenta, pues decirle a mi padre solo causaría problemas y quizás malos entendidos.

Me giré un poco, dispuesto a irme, este seria un tema que yo investigaria aun con sus limitaciones, debía mantenerme al margen de la situación y buscar alguna pista de este equipo.

―Tobirama.

Me sobresalté un poco, observe la puerta nuevamente, la voz de mi padre me llamaba detrás de la puerta corrediza. Todo este tiempo supo que yo estaba aquí.

―Pasa.

Empujé la puerta hacia un lado, abriendome paso hasta mi padre, quien se encontraba sentado en medio de la habitación con mapas y pergaminos frente suyo, aparentemente leyéndolos con cuidado.

―Permiso, padre.― cerré la puerta detrás mio con total silencio.

Me senté frente suya con el pergamino. Ya no podía hacer nada, él sabía que algo debía decirle y evadir el tema sólo lo haría enfurecer.

―¿Qué es eso que traes, Tobirama?

Extendí el pergamino frente a mi, para que así él pudiese tomarlo.

―Un reporte de desaparición...

―El escuadrón 102 de la zona sur.

Miré con cierta sorpresa a mi padre, observaba el pergamino abierto con detalle, y sus palabras solo querían decir una cosa.

―¿Lo sabías?― Mi pregunta era estúpida, pero sólo me serviría para confirmar hechos.

―Jango me lo dijo, un equipo realmente bueno según sus especificaciones, es una pena...

―Padre.― Interrumpí con total seriedad.― Esto es algo que no podemos dejar escapar, ellos mismos escribieron su muerte...

―No es la primera vez que pasa, tengo que admitirlo...

―¿Cómo?― Pregunté confundido.

¿Habían más situaciones similares?

―Jango se encuentra en medio de una investigación...

―¿Jango-sama? Él es encargado de la zona este ¿Qué hace allá?

―Los equipos enviados para allá fueron elegidos por su especialidad, uno de ellos era entrenado por él.― explicó mi padre, acercando el pergamino más a él.― No han encontrado rastros y...

Un silencio completamente improvisado tomó la habitación. Mi padre mantenía su mirada pegada al texto mientras yo no lograba entender nada. Pues de un momento para otro se había callado.

―Tobirama, llama a Hashirama y a tu hermana, mañana saldrán al valle sur.

―¡¿Qué?! Regresamos apenas hace una semana...

―Haz lo que te digo, Tobirama.― Habló severo mi padre, observándome de manera fría.

Asentí resignado, nuevamente teníamos que regresar a jugarnos la vida contra algo que no entendiamos.

...

Abrí los ojos con lentitud, mi cuerpo dolía y mis fosas nasales fueron llenadas por el olor a putrefacción del ambiente. Todo era oscuro, nada era visible para mi.

En un intento de levantarme, mi mano resbaló contra la humedad y caí contra el encharcado suelo, llenándome nuevamente de lodo. Estire mi brazo, buscando algo de lo cual apoyarme.

Todo a mi alrededor eran cuerpos putrefactos y llenos de insectos, no había apoyo alguno, solo me quedaba esperar a que Vay o Lyan se hayan acordado de mi.

No podía sentir mis piernas, todo mi cuerpo estaba entumecido y no lograba recordar la manera en la que acabe de esta forma.

Kae, es demasiado peligroso, si vas a ir será mejor que lo hagas en cubierta.

Vaya que lo único que recordaba eran las palabras de Lyan preocupada por mi, y yo de idiota termine de este forma.

El sonido de un golpe contra el enorme charco me asustó. Me encontraba en la peor situación de todas y ahora quizás a la merced de algún clan que sólo buscaría matarme.

Cerré mis ojos con fuerza, lo quiera admitir o no, sentía miedo absoluto, no sabría lo que pasaría conmigo si descubririan que estaba viva.

Los pasos se escuchaban cada vez más cerca. Hasta que pude sentir un rayo de luz pegar contra mi ojo derecho. Estaban dentro la cueva, a unos escasos pasos de mi. Calme mi respiración, intento disimular.

―Esto es... una atrocidad.― Habló una voz femenina, la más lejana a mi.

―Horrible.― Murmuró otra, la única e inconfundible voz de aquel chico que me hacía ya unos años había dejado atrás.

¿Qué hace Tobirama aquí?

―Yagura ¿Puedes revisar si queda alguien vivo?

―Por como veo sus cuerpos lo dudo, pero lo haré.

Nuevamente me inunde en nervios, no tenía la fuerza suficiente para esconder mi chakra, era tanto el agotamiento que ya no podía más. Me descubririan.

―¡Allí!― Exclamó la misma chica.

Pude sentir como mi cuerpo era levantado del fango. Abrí de mínima forma mis ojos, observando al hombre albino frente a mi, quien con sus rojizos ojos me observaba con preocupación preocupación y sorpresa.

―¿Estas bien? ¿Puedes oírme?― Preguntó abriendo ligeramente mi ojo con una de sus manos.

Era como un maldito milagro hecho hombre.

Asentí mínimamente, mi cansancio era el suficiente como para yo no formular ninguna palabra. Pero ya daba igual, me habían encontrado, lo más probable es que fuese enviada a ejecución o me matasen aquí mismo. Cualquiera de las dos opciones, era la muerte.

―¿La reconoces, Tobirama?― Preguntó una voz aun mas grave, no se reconocía.

―Senju Len, es la única que queda de su equipo.

¿C-cómo?

―¿Len?― Preguntó con confusión la voz de la mujer, aun no tenía idea de quienes eran.

―Debemos llevarla con el clan, debes curarla, Ani-ya.

Mi cuerpo fue levantando del aquel húmedo suelo, dejando uno de mis brazos caer a mi costado. Me giré hacia el cuerpo que me levantaba, observando con mi poca vista ese rostro de facciones duras y jóvenes, con marcas en ambas mejillas y su barbilla, con esa protectora en su rostro que al quitarla no podía ser más atractivo.

Alcé mi mano con la poca energía que tenía, tocando la mejilla de ese chico tan apuesto que me cargaba, llamando su atención.

―G-gracias...― Musité sin fuerza.

Ahora yo había sido salvada por Senju Tobirama.

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-Nova.

El Ave Roja |Senju Tobirama|Where stories live. Discover now