Capítulo XIX

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El viento movía con fuerza los arboles, los cuales reacios a que sus hojas cayeran, se mantenían firmes ante su brusquedad, las flores poco a poco se abrían y el sol irradiaba incluso más calor de lo habitual, eso tan sólo quería decir; primavera, y mientras esta se desarrollaba dentro de la animada aldea, la oficina del ayudante del Hokage se encontraba a oscuras.

Sentado frente a su escritorio y con un rostro malhumorado, Tobirama jugaba con la esquina de uno de los tantos pergaminos que tenía frente suya, lleno de aburrimiento.

―Responsabilidades... ―Murmuró, lanzando su cabeza hacia atrás, observando el techo.

La oscuridad no parecía molestarle, su decisión había sido apagar todo para poder descansar tan sólo unos minutos, cosa que no fue posible. Por su cabeza pasaron muchos escenarios, donde salia de su oficina para perderse en el exterior, pero al notar la irresponsabilidad de su hermano mayor al irse tan sólo una hora después de su llegada, llegó a la conclusión que no sería buena idea dejar tantos pendientes sobre la aldea.

La aldea de Konoha había nacido, dentro de un tratado de paz entre las familias más poderosas de la Guerra, Los Senju extendieron una propuesta de paz para ambas partes, logrando convencer a los Uchiha, quienes aun con lo escépticos que se encontraban, aceptaron, logrando formar una comunidad. Después de ello las cosas no eran sencillas, existían muchos problemas entre clanes rivales que mantenían ocupado al Hokage quien a ojos de su hermano menor, no parecía tomarse en serio el trabajo.

Tobirama suspiró, retomando su postura sobre la silla, encendió una vela a su lado, extendiendo nuevamente el pergamino frente suya, dedicó su tiempo a leerlo con calma.

El sonido suave del golpeteo sobre la puerta llamó su atención, este nuevamente se recargó sobre el respaldo de la silla, cruzandose de brazos.

―Pase. ―Dijo en un tono seco.

―¿Tobi?

La castaña y larga cabellera de su hermana lo hizo sonreír inconscientemente.

―Hola. ―Habló el menor, mirando a su hermana.

Yagura entró a su oficina cerrando la puerta detrás suya, esta camino hasta estar frente al escritorio de su hermano, donde una silla la esperaba.

―¿Por qué sigues aquí? ―Preguntó la mayor, mirando a este con curiosidad.

―Puedes ver que a Hashirama no le interesa mucho la aldea.

―No puedes decir eso de la persona que la fundó. ―Rió la castaña, haciendo un gesto con su mano.

―¿Lo ves por aquí? ―Cuestionó Tobirama, alzando sus brazos.

―Creo que deberías salir y conocer a alguien... ―Murmuró Yagura girando su rostro.

―¡¿Qué?!

―¡Tienes 25! Es imposible que sigas aquí encerrado ―Respondió su hermana.― Necesitas conocer a alguien, el clan puede desaparecer por tu culpa. ―Soltó la mayor, riendo.

―Si no es por la mía es por la tuya. ―Dijo el peliplata para después soltar una risa poco común.

Tobirama se definía por una seriedad constante, absolutamente nadie podía convivir con este sin sentirse intimidado. Una gran excepción era su hermana, quien siempre pasaba a visitarlo al menos una vez al día buscando sacar a este de sus responsabilidades.

El menor observó con detalle el rostro de su hermana el cual se encontraba pacifico mirando uno de los pergaminos. La extensa cicatriz de su mejilla continuaba ahí, al igual que cada año que ha pasado, sin cambio alguno, un leve sonrojo adornaba sus mejillas.

El Ave Roja |Senju Tobirama|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora