1."La habitación #24"

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PRIMER DÍA
EN SAINT LAURENT.

Me paro en el borde del césped frente al internado, y trato de recordar cómo se siente respirar. Hojas anaranjadas, rojas y amarillas se arremolinan alrededor de los tobillos de mis pantalones mientras engancho mi bolso un poco más arriba en mi hombro.

Se parece poco a una escuela y más a un castillo.

La impresionante fachada de piedra de Saint Laurent esconde un montón de almas malvadas con caras bonitas. No lo sé todavía, parada al fondo de los anchos y gastados escalones, con mi corazón tronando en mi garganta.

Oigo el chorro de una fuente antes de verla, es un suave tintineo, como campanas de viento. Cuando subo el último escalón, me percato de que el sonido proviene de una estatua de bronce con forma de cuervo; el agua brota de la base rocosa sobre la que está parado.

Mi hermana no se encuentra muy lejos por delante de mí, maldiciendo las gotas de lluvia que caen sobre nuestras
cabezas. Abre la puerta, me hace un gesto para que entre y luego la cierra detrás de ella, con un portazo que me hace pensar que quizás está estresada por mi llegada.

—¿Por qué no te diriges a la cafetería, encuentras un lugar y te instalas?—pregunta Lucía, tratando de sonreírme. Le frunzo el ceño, aún enojada. Probablemente seguiré molesta el resto del año porque...

—Me duelen las tetas.—le espeto y se sonroja—Y los vendajes me están tirando de los pezones.

—¡Olivia!—responde bruscamente, levantando la mano para frotarse la sien.—Permíteme recordarte que esta fue tu idea, no la mía. Es el primer día y no es demasiado tarde para cambiar de opinión.

—Es sólo oírte y me quedo de piedra. ¿Es que en serio crees que esta idea de mierda fue mía?—le digo con sorna, dándome la vuelta y saliendo de la oficina hacia el pasillo.—Sigues siendo demasiado ingenua cuando se trata de mamá y papá, Lu.

—Olivia, no seas grosera.—me ruega, agitada por el tenso ambiente creado entre nosotras.

—¡Lucía! ¿Es esta tu hermana?—pregunta una mujer, interrumpiendo nuestra plática.

—Directora Davis...—escucho decir a Lu, que de un momento a otro se ha quedado sin palabras. ¿Así que esta mujer es la directora?—Sí, esta es mi hermana menor, Livie.—finaliza por fin, dándome un breve pellizco para que reaccione y responda.

—Un placer, directora.—espeto de mala gana, sobresaltada por el dolor en mi piel.

—Oh cariño, el placer es todo mío.—dice, regalándome una gentil sonrisa.—Me han hablado muy bien de ti. Sé que tu situación será un poco...atípica, pero tranquila, tu secreto estará bien guardado.—resalta, de manera cómplice y confidencial.—Ven, yo misma te mostraré las instalaciones.

—No es necesario que se tome la molestia, de verdad.—niego de manera rápida, ignorando la mirada asesina de Lucía tras la espalda de la directora.

—Insisto, no es molestia alguna.

Antes de que pueda contradecir a la mujer frente a mí, me veo arrastrada por ella hacia el siguiente pasillo sin permitirme siquiera dejar mi equipaje; mientras mi hermana se despide agitando su mano, risueña.

Durante el trayecto, el olor a humedad se cuela en mis fosas nasales y no puedo evitar pensar en cómo pasé del brillante sol de Madrid, playas y bikinis, a... esto: un aire frío que entumece, montones de viscosas hojas secas y una escuela para ricos que busca experimentar conmigo. Llevo aquí dos minutos y ya no me agrada. Allá en mi hogar, tenía amigos y una pasión por el surf. Aquí en... ¿dónde estamos? ¿A nadie le importa una mierda?

JUEGOS DE PODERWhere stories live. Discover now