15."Demonios en grupo."

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El Consejo Estudiantil del internado Saint Laurent está demostrando ser un incordio, mucho más de lo que pensaba. En primer lugar, trasladaron mi casillero del primer piso del edificio principal a uno de los edificios traseros donde los estudiantes de primer año tienen todas sus clases. Esencialmente, es la peor ubicación posible para un casillero en todo el campus.

El lunes, tomo ese decreto suyo y me dirijo a la sala del Consejo Estudiantil, con la intención de decirle a esos pedazos de mierda que pueden meterse su asignación de casilleros por su culo.

Llego a un enorme par de puertas dobles y una recepción con un chico de segundo año en una computadora portátil. Mis cejas se arquean.

—Necesito hablar con los imbéciles de allí adentro.—le digo al chico, tratando de mantener mi voz bajo control, mientras este me mira como si estuviese loca.

—¿Tienes una cita?—me pregunta, como si estuviéramos en una elegante oficina corporativa y no frente a un maldito gobierno estudiantil falso y sin poder real.

—No. Pero sólo necesito pasar por un segundo.

—Sí, no va a suceder.—me dice el chico, mirando algo en su pantalla y luego haciendo una pausa después de un momento, como si estuviera sorprendido de que todavía esté allí. Se inclina, dándome una planilla.—Completa eso. Hay un calendario que muestra la disponibilidad. —regresa a su computadora y yo aprieto el papel con la mano derecha hasta que está todo arrugado.

Justo antes de que accidentalmente dejara escapar a la chica malvada de Madrid que tengo dentro, la puerta detrás de mí se abre y entra un chico con un uniforme de tercer año, ajustándose las mangas y paseando como si fuera el dueño del lugar.

Se detiene cuando lo miro y sus ojos zafiro me llaman la atención. Mi boca se abre de golpe cuando el chico despeina su cabello negro y brillante y me sonríe. Es Aaron, el chico que me agarró del brazo el día en que Ascian y su grupo me acorralaron y el mismo que me arrinconó contra un árbol en el bosque.

—Hola, chica nueva.—dice, estirando la mano para ajustar su pin brillante del Consejo Estudiantil. Lo miro mientras se acerca a mí, con una sonrisa salvaje en su rostro.—No estás siendo una rarita por el bosque hoy, ¿eh?

—Se necesita un rarito para reconocer a otro.—le espeto y se ríe. Mis dedos se estiran y subconscientemente me encuentro tocando la piel sensible de mi brazo.—Entonces, ¿eres un delincuente y un miembro del Consejo Estudiantil?

—Sargento de armas. —sonríe y se jacta unos pasos más cerca, inclinándose para acercarse a mi rostro.—Básicamente un vigilante del pasillo glorificado. Veo que haz logrado hacer que todo el consejo te odie. Felicitaciones por eso. Eres la chica menos querida en la escuela.

La ira se acelera dentro de mí y tengo que tragar tres veces para contener las palabras mordaces que se acumulan en mi cabeza. Levanto el pedazo de papel que debía llenar y Aaron me lo arrebata, escaneando las palabras, para luego encogerse hombros despectivamente mientras me lo arroja de regreso.

—¿Qué quieres que haga al respecto?—me pregunta.

El papel cae al suelo entre nosotros y me agacho para recogerlo.

—Consígueme una cita, rarito.—le pido. Exhalo y aprieto el papel en una bolita desmenuzada en mi puño.—¿O tal vez debería hablar con alguien sobre lo que vi en el bosque?—le amenazo.

La cara de Aaron se endurece y este se estira para agarrarme por la corbata. Intento golpear su mano y él me agarra la muñeca, aparentando demasiado fuerte y logrando que un pequeño grito se me escape. Me pongo nerviosa rápidamente, pero trato de mantener la calma con todas mis fuerzas. Aaron me está mirando enojado y al secretario sentado a unos pasos de nosotros no parece importarle mucho.

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