El tono de llamada despertó a Izuku de su plácido sueño. La mano llena de cicatrices tanteó la mesita de luz hasta dar con su celular y contestó, pegando el aparato a su oído, sin si quiera abrir los ojos para ver quién demonios llamaba a esas horas.

— ¿Hola? —la voz aniñada salió somnolienta, más como un murmullo dentro de su boca. El menor se removió entre las sábanas, soltando un pequeño quejido por su espalda adolorida. Había recibido varios golpes fuertes en el entrenamiento.

— Lo siento ¿Te desperté? —Midoriya sonrió al escuchar la voz de su maestro. Resopló divertido mientras frotaba su ojo, buscando de alguna forma despejar el sueño. Estaba demasiado dormido como para pensar en algo más que no sea la linda voz del hombre.

Al menor le estaba costando mucho más de lo que imaginaba adaptarse al nuevo horario. Ya habían pasado varios días desde que inició la nueva rutina pero el cuerpo aun le pesaba como el primer día.

— Shota... —el susurro hizo temblar de gusto el cuerpo maduro, llevando cosquillas por toda su columna. Izuku jamás lo llamaba así, debía seguir dormido— No, no estaba durmiendo.

Un bostecito se dejó escuchar desde el otro lado de la linea y Aizawa sonrió con cierta ternura.

— ¿Puedo ir a verte? Acabo de terminar mi patrullaje... —Midoriya asintió, sin darse cuenta que el adulto no podía verlo, sus ojos pesaban demasiado— ¿Izuku?

Al no recibir respuesta, el adulto insistió.

— La puerta está abierta... —eso fue lo último que Shota llegó a escuchar de parte del menor antes de que a sus oídos llegue la respiración lenta y pesada del mocoso. Se había dormido.

Sin más, presionando el botón rojo y guardando el celular en su bolsillo, Aizawa se adentró a los dormitorios.

En el ascensor, Shota se dejó caer contra el espejo. Su cuerpo estaba demasiado tenso, la mano pesada del mayor presionó su cuello en busca de liberar un poco del dolor muscular.

Cuando el ascensor llegó al cuarto piso, el adulto se dirigió a la habitación del pecoso, siempre vigilando que nadie lo viera. Tal como Izuku había dicho, la puerta se encontraba sin seguro. Se adentró, cerrando detrás de él.

Midoriya se encontraba totalmente rendido sobre la cama, el celular aun reposaba en su mano a un lado de su rostro sereno.

Fue por la suave caricia en su rostro que el menor se removió entre sus cobijas, soltando un suave quejido de molestia. Quería seguir durmiendo por años, estaba demasiado cansado.

— Izu... —el susurro cerca de su oído y las caricias en sus rizos terminaron por obligarlo a abrir los ojos. Aizawa desparramó besos y caricias por todo su cuello y rostro, haciendo sonreír al menor— Creí escucharte decir que no estabas durmiendo.

Los brazos vendados de Izuku se enredaron en el cuello ajeno, disfrutando el aroma masculino de su maestro. Atrajo a Shota aun más cerca, besando suave sus labios y desarmando la coleta que retenía su largo cabello, los dedos juguetones recorrieron las hebras con calma.

— ¿Qué hora es? —Aizawa sonrió, devolviendo el beso. No pudo evitar pensar en que, a diferencia de sus otros alumnos que olían a desorden hormonal, Izuku siempre olía excelente. El perfume de cereza que decoraba su cuello junto con el olor corporal propio del menor lo embriagaban. El aliento a menta llegó a su rostro con la pregunta.

— Como las tres de la mañana, más o menos... —el mayor se acomodó mejor en la cama del menor, disfrutando lo cómoda que era. El pecoso se pegó a él como un monito, entrelazando sus piernas antes de taparlos a ambos con una suave cobija color negro.

Ilícito °AiDeku° Where stories live. Discover now