Decir que Izuku estaba emocionado por esa bendita cita sería disminuir la situación. Si bien de los dos, el menor era quien menos problemas tenía para mantener en secreto su relación, aun así no podía negar que le hacía ilusión poder compartir más tiempo de calidad con su pareja.

De alguna manera, eso hacía que su relación se sintiera más real.

Los ojos verdosos admiraron la figura desnuda de su maestro escondido en las sábanas. Midoriya agradecía que su madre haya ido directo a dormir al llegar, de lo contrario los hubiese encontrado en esa comprometedora situación y no hubiese sido lo ideal.

Ambos se habían dormido tan profundo que ni siquiera había escuchado a la mujer cuando llegó.

El relój digital marcaba las cuatro de la madrugada y el pecoso se removió con incomodidad en la cama, incapaz de dormir.

En la oscuridad de la madrugada, Izuku se permitió pensar con calma. No podía seguir negando lo que sentía, no cuando la sensación cada vez se acrecentaba más en su pecho, generando una pesadez similar a una tonelada de ladrillos, cortando su respiración.

Amaba a Shota, quizás más de lo que era considerado como sano, eso era un hecho. Pero, por más que lo intentó, no lograba sacar de su mente el pensamiento constante de su traición. Las dudas inundaban su mente todo el tiempo, como una vocesita molesta que sonaba en su cabeza cada vez que estaba junto al hombre.

Su maestro había cruzado continentes para estar a su lado, había corrido el riesgo de ser atrapado por su madre y practicamente había escapado junto a él. Sin embargo, durante los momentos de silencio no era eso en lo que Izuku pensaba. 

En los momentos de soledad, donde no debía aparentar que todo estaba bien, a su mente no venían todos esos detalles increíbles que Shota había tenido con él. Solo llegaban los recuerdos borrosos por las lágrimas de su novio con esa mujer.

El pecoso había querido perdonarlo, lo intentaba cada día. Pero dentro de su alma aun quedaba ese rencor profundo que no lograba acallar con nada, era un constante sentimiento de enojo por la traición de su pareja que no parecía morir con el paso del tiempo. 

Creyó que si fingía que todo estaba bien, que todo era normal, que nada había pasado entonces todo volvía a ser como antes. Pero se equivocó, porque cada vez que los labios del hombre tocaban su piel podía sentir esa repulsión en el estómago como aquella tarde cuando los vió en su oficina.

Y es que, más allá de la supuesta encrucijada en la que estaba Shota cuando se besó con esa mujer, Izuku había notado el deseo en ese beso y las ansias con las que las manos del hombre habían acariciado el cuerpo agraciado de Emi. No notó esa repulsión que su pareja dijo tener, ni se veía forzado, se veía correcto. 

El pensamiento de que si él no los hubiese visto por error, jamás se habría enterado de esa traición, parecía no querer abandonar su mente. Porque ese era el plan original de Shota, serle infiel para solucionar un problema que los involucraba a ambos. 

E Izuku lo amaba, demasiado. Pero no lo amaba más de lo que se amaba a él mismo, no lo amaba más de lo que amaba su bienestar. Dando una vista al pasado, se arrepintió de haber permitido que Aizawa eclipsara todo para él. 

En algún punto, sus días se habían dejado de centrar en su crecimiento y bienestar, había dejado de priorizarse. De golpe, todo lo que hacía, decía y planeaba era sobre el hombre, se odiaba por eso. 

Shoto se lo había advertido un vez, durante una de sus tantas llamadas luego del incidente. Su forma de amar era ciega y, aunque podía llegar a considerarse tierno, era destructivo para él mismo. Porque en algún momento ya no quedaría nada de esa relación que tenía con Aizawa y toda su vida se vería destrozada por ello. Odiaba ver que el bicolor tenía razón en cada palabra que le había dicho. 

Ilícito °AiDeku° Where stories live. Discover now