CAPITULO 6

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El esperado día llego, ya era sábado y Milo estaba ansioso por la noche que se avecina. Para no tener inconvenientes se aseguró de hacer todos los quehaceres domestico temprano. Al menos por esas horas, era el hijo modelo que toda madre quiere.

—Milo, te noto emocionado. ¿Hay algo que deba saber? —preguntó Tiana, su madre, sentada en la sala mientras Milo lavaba los platos.

Milo pensó por un momento en su respuesta. Ya no quería mantener más secretos. Era el momento de dar el siguiente paso.

—Voy a reunirme con algunos amigos de la universidad. Vamos a una fiesta para celebrar Halloween —explicó mientras se secaba las manos. Luego, con una sonrisa tímida, agregó—. También tengo una cita. Se llama Bianca.

La mujer arqueo las cejas sorprendida. Había pasado mucho tiempo, hasta casi sería la primera vez que su hijo decía algo sobre citas. Eran muy buenas noticias siempre y cuando sea una chica decente.

—No esperaba esto, me alegro que tu vida romántica se desarrolle. Espero no sea celosa, esas chicas son lo peor—

Milo se ruborizo, no esperaba que su madre fuera tan directa.

—Todavía no somos novios, solo tenemos una cita. Ella es diferente, se ve bonita y también tranquila, tiene un aura...que me gusta —

—Me alegro, pero ¿quién te ha dado permiso para salir hoy? —expreso Tiana.

—¡Mama!, por favor ni siquiera salgo, solo esta vez. Prometo volver antes de la medianoche—

—De acuerdo, pero te estaré esperando y si no vuelves te puedes olvidar de las salidas. ¿Entiendes? —

Milo sonrió y aprovechando que su madre se había levantado, le dio un fuerte abrazo.

—Gracias mama, te amo —

La mujer correspondió al abrazo. Al finalizar el atardecer, Milo se vistió con un polo azul, unos jeans del mismo color, un delgado suéter gris y unas zapatillas. Se peino el pelo hacia un lado y se roció un poco de perfume.

Tomo su flaca billetera junto al papel que le dio Bianca. Miro su reloj, las 6:30 pm. Era momento de irse.

Solio de casa rumbo a la dirección del restobar. La noche comenzaba a caer y las calles ya estaban adornadas por algunas personas que salían con disfraces de monstruos, fantasmas, piratas y muchas otras cosas. Milo no se había conseguido un disfraz, planeaba reemplazarlo por algo más económico como una máscara.

Pasaron unas cuadras antes de que el local donde Bianca trabaja apareciera, mientras se acercaba otro desgaste repentino lo invadió, dejándolo sin aire.

—Otra vez... —dijo Milo, apoyándose en un auto para evitar caer.

Un adolescente con aspecto de pandillero acostado en una pared cercana, rio suavemente. Milo clavo su mirada en él, reconociéndolo.

—Amigo mío, este día es la polla en cebolla, ¿no lo crees? —dijo Sigmud

—Eres tú de nuevo, ¿Qué quieres? —Milo se recuperó rápidamente, y le hizo una mueca de disgusto.

—Nada solo pasaba por aquí, he estado paseando por estos paramos haciendo pequeñas travesuras. Ya sabes mover objetos, dar toques en las espaldas, hacer sonidos en la nada, eso es divertido —

Milo frunció el ceño, no le gustaba aquella presencia que le recordaba su debilidad. Además, otra vez pensó que su susto lo había hecho sentir así.

—Tengo que ver a Bianca, si no te importa—

—Claro, corre con tu chica. Solo anda con cuidado, las mujeres son explosivas cuando están enamoradas— advirtio Sigmud

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