CAPITULO 16

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—Señor, señor, ¿Me escucha? —una voz masculina, llamo a Milo, sacándolo de su aturdimiento.

El joven lentamente retiro las manos de su rostro, volviendo a tierra, observo a un doctor quien lo veía preocupado.

—¡¿Dónde está Sigmud?!, ¡Dime que lo han visto! —grito Milo, saltando del asiento —Estaba al frente mío, tenía a un bebe que se parece al mío, pero luego se convirtió en un monstruo...—

Milo no dejaba de hablar, se notaba un poco histérico y estaba olvidando que solo era visible a él.

—Cálmese, señor. ¿Quiere decir que ha visto a alguien con un bebe? —

—¡Si!, ¡Él estuvo justo en ese pasillo!, luego lo... ¡No!, ¡Eso no importa!, ¿Como esta mi mujer? —pregunto Milo, agarrándolo de la manga de la bata.

—Siéntese, primero le informare sobre su mujer —expreso, alejando el agarre de Milo, obligándolo a sentarse.

El doctor saco de su bata un sobre blanco, el cual le extendió. Milo lo abrió, tomando asiento.

—El golpe fue muy fuerte, y provoco daño en él bebe, no sobrevivió —

Los ojos de Milo no se apartaban del sobre, su expresión se hizo fría, incluso pudo escuchar un grito en su mente.

—No, no. ¿Porque pasó esto?, ¿Como pudo haber ocurrido? —decía en un murmullo, sin apartar la vista del hombre.

—Es una tragedia, señor. Pero ya extrajimos el feto, su mujer está a salvo. En 24 horas, usted podrá ir a casa. —expreso, dándole una palmada en el hombro.

—Puedo ver al feto...solo un momento, si es que aún se puede ver —suplico, sin moverse.

El doctor pareció pensarlo, aunque después de un momento lo guio dentro de la habitación, hacia una segunda puerta.

El olor a desinfectante hizo que Milo se quejara, pero siguió al hombre hasta que llegaron a un pequeño refrigerador. El doctor lo abrió, mostrando una caja transparente con una cosa dentro.

Milo observo, las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos. Era idéntico a lo que Sigmud tenía en brazos al atraparlo, por lo que él bebe que tenía en principio aquel pelirrojo, era su hijo si es que hubiera nacido.

—Lo siento mucho, señor. Le recomendaría que hable con su mujer y con una psicóloga, para superar la pérdida —

El doctor volvió a meter la caja, cerrando el refrigerador. Milo suspiro apenado, el dolor era tan fuerte como nunca en su vida.

—Solo, necesito un momento a solas con ella, por favor...—

El doctor lo llevo hasta una silla junto a la camilla, donde Bianca reposaba adormilada. Se notaba bajo efectos del analgésico, pero estaba consciente.

—Bianca, yo... —Milo no sabía que decir, solo abrazo con cuidado la mano de ella, tratando no chocar con los aparatos.

—No importa, amor. No me importa, nos tenemos a nosotros. Podemos procrear otro, te lo prometo. —expreso Bianca, intentando levantar la mano, pero no tenía fuerza.

Otra vez Milo había quedado desconcertado, no sabía cómo reaccionar a semejante cosa. No entendía como Bianca estaba tan tranquila, ¿No le afecto perder a su hijo?

Milo se agacho un poco para poder chocar su frente contra la de Bianca.

—Lo siento mucho, fue mi culpa. Por soltar tu mano... —Milo apretó los dientes, recordando como Bianca cayo de la cama cuando este se alejó.

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