CAPITULO 15

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—¡¿Qué haces aquí, Bianca?! — Milo camino rápidamente hasta ella, nervioso y alterado. No podía creer que no esté reposando en casa.

—Nunca me has invitado a tu trabajo. Y que buena sorpresa encontrarte hablando tan bonito con esa zorra. —Bianca lo miraba con unos ojos fríos verlo.

—No digas eso de ella, Vanesa es mi amiga, la más cercana —respondió, con tono duro — ¿Que te pasa Bianca? ¿Como se te ocurre venir con este estado? Las embarazadas no deben hacer grandes esfuerzos. —Milo comenzó a examinar la barriga de Bianca, tratando luego que se apoye en su hombro para volver a casa.

—Suéltame, ya la he visto y voy a defender lo que es mío —se alejó de Milo, posando la vista hacia el local, donde Vanesa se perdió de vista.

—Ni se te ocurra hacer un escándalo, ¡vámonos a casa! —exigió Milo, volviendo a tomarla del brazo.

—¿Que me estas ocultando?, Seguro tienes algo con esa mujer —espeto, sin inmutarse. La colera le recorrió el cuerpo, pensamientos de Milo besando a esa chica, la hicieron temblar.

—¿De qué demonios estás hablando?, ¡Yo te quiero a ti!, ¡No a Vanesa! —aclaro, sin soltar el agarre.

—No te creo. Desde que conseguiste este trabajo tu actitud cambio. Ya no me prestas atención, no me haces cariño, solo llegas a casas y te quedas dormido —Bianca apretaba los puños, las lágrimas brotaban de sus ojos, pero no iba a derrumbarse.

Sus palabras dejaron desconcertado a Milo, ¿Acaso no piensa en que tiene que trabajar duro para que todo funcione? ¿A qué se refiere con que no le hace cariño?, Si cuando no está trabajando lo único que hace es atenderla.

—No seas ridícula Bianca, siempre te doy atención. Todo esto que estoy haciendo es por ti, por nuestro hijo, ¡Por favor vámonos a casa! —suplico, con un semblante de indignación.

La mano de Bianca fue a dar de un fuerte golpe al rostro de Milo, haciendo que la soltara.

—No te creo, me mientes, no me quieres...—Bianca lo miro con furia, sus ojos brillaban como un demonio, mientras tomaba rumbo a la entrada.

Milo se quedó sin palabras, sintiendo el ardor en su mejilla y un escalofrió recorriendo todo su cuerpo. ¿Que acababa de pasar?, ¿Bianca le había pegado de verdad?

—Por favor, detente...—Milo salió del estupor, siguiendo a Bianca, tratando de detenerla, pero su mujer no escuchaba.

Las personas alrededor observaron la situación, algunos reían y otros se burlaban. Milo no podía creer que estaba en una escena ridícula, con posibilidades de perder su empleo.

—Si entras ahí, me voy... —advirtió Milo, en un intento desesperado de hacerla cambiar de opinión.

Los ojos de Bianca se abrieron con sorpresa, su boca tembló, antes de decir algo.

—A-Amor, no, no...no digas eso, no seas así... —Bianca comenzó a tartamudear, sin saber cómo reaccionar. Por un momento sintió que iba a desmayarse, pero se mantuvo erguida.

Milo observó a Bianca con preocupación, notando los signos de desmayo. Sin pensarlo la tomo de la cintura, llevándola rápidamente lejos.

Bianca apenas se mantuvo en sus pies, el estrés del momento la sobrepasó. Sus manos tomaron a Milo, aferrándose a su chaqueta.

—No me hagas esto, por favor. Te lo suplico, no me abandones...—sollozaba en silencio, abrazándolo con fuerza.

Milo la miraba apenado, no pensó que reaccionara de esa forma. Solo quería evitar el escándalo, pero se le paso de las manos.

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