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Han pasado ya casi dos semanas desde que Christhoper inició el nuevo ciclo de quimioterapias con una dosis más elevada

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Han pasado ya casi dos semanas desde que Christhoper inició el nuevo ciclo de quimioterapias con una dosis más elevada. Este es el tratamiento al que yo me había mentalizado, pues al ser más fuerte que el anterior, trae consigo efectos secundarios que el paciente tiene que sufrir durante el proceso.

A mitad de las quimioterapias, Christhoper se queda dormido hasta que se acaba la bolsa del medicamento y viene la doctora a retirarla. Por mi parte, me mantengo a su lado en todo momento, por si necesita que le alcance algo, pues se encuentra muy débil y los brazos le tiemblan al querer levantar cosas.

Siendo sincero, me pone triste verlo así, acostado en la cama, con la mirada perdida en algún punto de la habitación y los ojos llorosos mientras tiene que experimentar episodios de náuseas y vómitos.

—Vale, despacio, no hagas mucha fuerza —digo mientras le sostengo el recipiente en medio de las arcadas. Acaricio su espalda con movimientos circulares para que guarde la calma.

En otras circunstancias, me habría dado asco ayudar a una persona que está vomitando. No obstante, si se trata de él, todo cambia. Mi laboriosidad aflora y no siento ningún tipo de repulsión al limpiarle los labios y el vómito salpicado en la ropa. No me importa ensuciarme las manos de vómito o mucosa si estas son las acciones que demuestran cuánto lo quiero. Haría cualquier cosa por él, ya que esto es lo que hacen las parejas: apoyarse en todo momento, en las buenas y especialmente en las malas, a pesar de que la otra persona no está en su mejor versión.

Y así se pasan las tres primeras sesiones de quimioterapia, entre malos ratos para él y los días de recuperación en los que mantenemos nuestras tardes de películas. A pesar de lo complicado que ha sido este nuevo ciclo, Christhoper aún mantiene los buenos ánimos para continuar con el tratamiento y no ha pensado en desistir. Según él, antes de cada sesión, mentaliza los efectos secundarios y se motiva a sí mismo para sobrellevarlos después.

—Quizá en mi otra vida he sido masoquista —piensa mientras termino de guardar mis cubiertos en mi lonchera. Acabo de almorzar después de llegar de la escuela.

—Si puedes aguantar el dolor del gimnasio, puedes con todo.

—Extraño ese dolor en mis músculos. —Hace un puchero—. Apenas salga de todo esto, recuperaré el cuerpazo que tenía.

Lo miro extrañado.

—Pero si aún lo tienes.

—Claro que no, he aumentado grasa corporal. —Se levanta el polo y se aprieta una lonja que más parece pellejo que grasa.

—Qué exagerado, esos abdominales aún están en su lugar.

—Pronto no lo estarán. —Levanta las manos a modo de inocencia—. Y en lugar de ellos habrá una barriguita de Winny Pooh que pellizcarás todos los días.

—Eso ni lo dudes. —Me muerdo el labio inferior y él se cubre el abdomen, acompañado de una falsa expresión de miedo.

Le saco la lengua y vuelvo a retomar lo que estaba haciendo.

Solo de los dos, Christhoper © [Completa ✔️]Where stories live. Discover now