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Después de casi una hora, termimo de leer lo poco que faltaba del libro y camino hacia mi librero para dejarlo junto a los demás que conforman mi colección

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Después de casi una hora, termimo de leer lo poco que faltaba del libro y camino hacia mi librero para dejarlo junto a los demás que conforman mi colección. Regreso hasta mi mesita de noche y tomo el móvil para consultar la hora: faltan diez minutos para la medianoche. 

Antes de acostarme decido darle la última revisada a mis redes sociales y al bajar la barra de notificaciones, observo que tengo un nuevo mensaje, recibido hace dos horas.


Christhoperwood: ¿Qué haces?


Bloqueo la pantalla del dispositivo para luego dejarlo sobre la mesita de noche. Gracias al mundo literario, había omitido a este chico en mis pensamientos, pero ahora, luego de nuestro breve diálogo de hace unas horas, no me apetece responderle. Además, siento que no es importante contarle —a prácticamente un extraño— todo lo que hago y no hago. No debe ser mi prioridad contestarle y mucho menos informarle sobre mis acciones. Desde luego que no.

Apago los datos del móvil para que no lleguen más mensajes y me meto debajo de las sábanas luego de ponerme el pijama. Solo la luz de la lámpara alumbra mi habitación y trato de conciliar el sueño, brindándole al techo toda mi atención, pero como si mi mente quisiera hacerme una mala jugada, los pensamientos me ganan y empiezo a recordar lo sucedido en la terraza. En pocas palabras me agarra «La pensadora».

Créanme que esto es lo peor que le puede suceder a alguien que intenta dormir. Personas normales se acuestan, cierran los ojos y ya están soñando con muchas cosas que habitan en su subconsciente, pero yo no. Yo tengo que darle una pasada a mis ideas para poder dormir tranquilo. Y eso es si a mi mente no se le antoja aplazarlo para la mitad de la madrugada.

«Y vaya que ha sido un día cargado de emociones», me digo mientras suelto un silencioso suspiro. No quiero suprimir mi tranquilidad, pensando en qué habría pasado si hubiese caído desde la terraza.

Decido no darle más vueltas al tema y me acuesto de costado para poder conciliar el sueño, mirando hacia la lámpara e intentando sensibilizar mis ojos con la luz que irradia esta, así podré quedarme dormido en poco tiempo. Afortunadamente, lo logro y dentro de unos minutos, con los ojos adormilados, me incorporo para buscar el botón y apagarla.

A la mañana siguiente despierto posicionado boca abajo y con la cara estampada contra la almohada. La espalda me duele al incorporarme y no puedo evitar dar un quejido de frustración por seguir con este hábito de mala postura al dormir. 

Hace unos años me empujaron en clase de educación física en la escuela y caí sobre mi propio cuerpo, lo que me generó problemas en la columna. Así que, a partir de ese entonces, el médico me prohibió este tipo de posiciones para dormir, pero al parecer mi cuerpo me traiciona constantemente mientras descanso.

Repito la misma rutina de aseo de todas las mañanas y al terminar voy hacia mi clóset para escoger mi ropa del día: un short gris, una polera azul y zapatillas Nike negras.

Solo de los dos, Christhoper © [Completa ✔️]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang