Epílogo

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*Dedicado a todos los lectores de "Solo de los dos". Gracias por valorar y cobijar la historia durante todo este tiempo. Quizá algunos se quedaron en el camino y otros nos acompañan desde hace poco, pero todos se han convertido en una segunda familia para mí*

 Quizá algunos se quedaron en el camino y otros nos acompañan desde hace poco, pero todos se han convertido en una segunda familia para mí*

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Christhoper.

Ver a Nicolás dormido se ha convertido en uno de mis pasatiempos favoritos. Soy fan de esa carita tierna, de su suave y delicada piel que cubre su delgado cuerpo. Y ahora que lo tengo frente a mis ojos, con la primera luz de la mañana iluminando cada centímetro de su rostro, no logro caer en la cuenta de lo rápido que ha pasado el tiempo desde que lo conocí. Estamos juntos desde hace poco más de un año, pero siento que solo llevamos unas cuantas semanas de relación.

Y es que, cuando estoy a su lado, el tiempo no existe. Los minutos se pueden llegar a detener, como también las horas se van en un dos por tres, más aún si vengo a visitarlo a Seattle y luego tengo que volver a casa. Es como dejar una parte de mí en esta ciudad y preocuparme de que va a estar bien cuidada.

En serio, me preocupo mucho por él. Lo llamo cada noche para cerciorarme de que se encuentre bien y para que compartamos cómo estuvo nuestro día, tal como lo solíamos hacer cuando vivía en Portland. En ese entonces, nuestra relación la llevábamos a escondidas de su familia y no podíamos vernos muy seguido para no levantar sospechas.

Han pasado ya ocho meses desde que me realizaron el trasplante de médula ósea y gracias a Dios todo va bien encaminado. No he tenido la temida recaída de la que todos hablaban. Me hago exámenes cada cierto tiempo para asegurarme de que la nueva médula siga trabajando de manera correcta. Mis defensas ya han subido y poco a poco estoy dejando de usar la incómoda, pero indispensable mascarilla que ha sido mi gran amiga y guardiana durante muchos meses.

Me siento como una nueva persona. Como si hubiese reencarnado en un miembro de mi familia. No obstante, dejando de lado esas metáforas, puedo decir al día de hoy que ya no me siento enfermo, al contrario, me siento tan bien, como antes de que me diagnosticaran leucemia. Hasta he retomado la universidad, con algunos protocolos de salubridad, por supuesto.

Todo esto me llena de felicidad porque tengo muchas ganas de recuperar el tiempo perdido, poco a poco estoy dejando atrás los límites y ese sabor amargo que tenía mi vida cuando estuve en tratamiento.

Por otro lado, como en la universidad me dieron vacaciones por las fiestas de diciembre, decidí venir a visitar a Nicolás y quedarme con él en Seattle toda la semana. Hoy regresaremos juntos a Portland, pues es víspera de Nochebuena y debemos estar con los nuestros para ayudarlos con los preparativos de la cena. No puedo esperar a que llegue el día de mañana; es la primera vez que mi familia y la suya estarán juntas en esta celebración. Hemos planeado lo siguiente: Nochebuena y Navidad la pasaremos en casa de los Arnez y el Año Nuevo lo recibiremos en la mía. Es una gran idea, ¿no? Así, ambas familias podrán confraternizar y conocer un poco más de sus costumbres.

Como se me ha ido el sueño, decido salir a correr mientras mi niño aún sigue durmiendo. Al regresar, me adentro en la pequeña cocina y me dispongo a preparar café para amenizar nuestro viaje. Estoy tan concentrado en mis quehaceres que no me doy cuenta de que él me está mirando, curioso desde el umbral de la entrada.

—Qué bien huele, ¿eh? —dice.

—Y eso que todavía no me baño —bromeo y me acerco para sostener una de sus mejillas y dejar un beso en la otra—. ¿Dormiste bien, mi rey?

—De maravilla. Ya necesitaba vacaciones.

—Bienvenido a la vida universitaria.

—Y eso que solo ha finalizado el primer ciclo. —Se acerca y rodea mi cintura con un brazo—. ¿Te ayudo en algo?

—No te preocupes. Ya casi he terminado.

—Oh, vale. Iré a ducharme por mientras.

—Iba a hacer lo mismo. Podemos ducharnos juntos, así ahorramos agua. —Le guiño un ojo.

La sonrisita inocente que me devuelve, denota que ya intuye por dónde va la cosa.

—Entonces, seamos generosos con el medio ambiente. Iré por mi ropa.

—No te olvides de llevar los condones —le recuerdo a la vez que le doy un suave apretón en la nalga.

Me sonríe en medio de su sonrojo y hace ademán de iniciar su camino hacia la habitación, pero lo tomo del brazo para detenerlo.

—Bebé, espera.

Sus pupilas dilatadas encuentran las mías, buscando una explicación a mis acciones.

Y respondo.

Respondo con mis labios sobre los suyos, empezando un jugueteo entre nuestras bocas que por un buen tiempo parecían desconocerse al no poder tocarse, debido a protocolos de salubridad. Sin embargo, esos momentos quedaron atrás y, a pesar de que inventamos otras muestras de cariño para tener intacta nuestra intimidad durante el tratamiento, los besos en la boca siempre serán mi muestra de amor favorita.

Me separo y, con la mirada, le recuerdo una vez más lo mucho que lo amo.

—¿Solo de los dos, Nicolás?

Él me sonríe y asiente antes de contestar.

—Solo de los dos, Christhoper.  


*Procede a irse a llorar*

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*Procede a irse a llorar*

Okey, los que han llegado a esta parte dejemos un momento para respirar y procesarlo. Para mí como autor no ha sido fácil decirle adiós a mis bebés, pero no podía ser eterna la novela. 

Aún tengo muchas cosas que decirles y agradecerles, por lo que estaré publicando una nota luego. 

Ya saben que me pueden encontrar en mi Instagram, allí pueden llorar conmigo :(

Ya saben que me pueden encontrar en mi Instagram, allí pueden llorar conmigo :(

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Solo de los dos, Christhoper © [Completa ✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora