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El fin de semana se acaba y agosto también se marcha con él

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El fin de semana se acaba y agosto también se marcha con él. Ha empezado el otoño en Portland y asimismo mi último año de escuela, el cual estuve esperando con muchas ansias porque marca el final de una importante etapa en mi vida. Etapa que me ha dejado algo agotado, porque desde el primer grado siempre me he enfocado en obtener las mejores calificaciones para enorgullecer a papá. Y eso de alguna u otra manera se convirtió en mi mayor presión.

Ahora, me quedan menos de doce meses para seguir conservando esas buenas notas que me van a favorecer cuando llegue el tiempo de aplicar a alguna universidad. Tampoco he olvidado que tengo una plática pendiente con mi padre sobre mi futuro profesional y espero que resulte satisfactoria para ambos. Le estoy rezando a todos los santos habidos y por haber para que comprenda que no quiero estudiar nada que tenga que ver con sus negocios y la empresa.

Mi último año en el Franklin High School inicia con normalidad. Esta primera semana ha sido tranquila, solo nos han dado introducciones y algunos datos para investigar en casa. Por suerte ya es viernes y la primera clase de hoy termina más rápido de lo que creo. Y es que solo al profesor Williams se le ocurre hacernos una práctica sorpresa de Química para cerciorarse de que el aprendizaje que adquirimos el grado anterior, haya sido exitoso. Ahora, solo tenemos que esperar hasta el mediodía para saber los resultados de la práctica y podremos irnos a casa.

—¿Esperamos en la biblioteca? —me pregunta Molly cuando abandonamos el salón de clases.

—Vale, así podemos buscar los datos que pidió el profesor en los libros. —Asiento, aceptando su propuesta.

Molly es una compañera que conozco desde segundo grado del Kindergarten. Hemos tenido la oportunidad de estudiar durante muchos años juntos, hasta que su familia se mudó a otra ciudad y, por ende, se cambió de escuela. Sin embargo, luego de cuatro años, volvieron a Portland porque su padre consiguió un mejor empleo en una constructora que le hace la competencia a la empresa de papá. Quizá ese sea uno de los motivos por el que solo ella y yo mantenemos una relación de compañeros, más no de amigos cercanos e íntimos. Pero, dejando de lado la rivalidad de nuestros padres, en la escuela nos llevamos de maravilla y prácticamente somos esa dupla inseparable que siempre verán juntos en el pasillo, en el mismo grupo de trabajo y en los almuerzos de la cafetería.

Caminamos hasta la biblioteca escolar y mostramos nuestras identificaciones para pedir los libros que deseamos retirar. Nos sentamos en una de las mesas disponibles y comenzamos a buscar la información que el profesor de la clase anterior nos había dejado como tarea.

—¿Te parece si después de recoger los exámenes me acompañas a la cafetería? —pide, tomando nota de algunas citas y páginas de un libro.

—Está bien. —Muestro una sonrisa de boca cerrada mientras hago mis anotaciones.

Poco a poco la biblioteca se empieza a llenar de más estudiantes que llegan a avanzar algunas tareas y trabajos grupales. Se arma todo un bullicio y los asistentes que trabajan aquí, tocan el timbre para recordarnos que debemos guardar silencio. No puedo evitar soltar una risita cuando Molly da un respingo por el estridente ruido del timbre y se sonroja cuando nota que no soy el único que la ha visto, pues un par de chicos de la mesa de enfrente se están riendo.

Solo de los dos, Christhoper © [Completa ✔️]Where stories live. Discover now