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Sé que le prometí a Christhoper que tendría cuidado si volvía a pisar la cafetería de la escuela y que nada de lo que ocurrió seguiría afectando mi año escolar

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Sé que le prometí a Christhoper que tendría cuidado si volvía a pisar la cafetería de la escuela y que nada de lo que ocurrió seguiría afectando mi año escolar. Bien, puedo decir que el campamento del fin de semana fue un soporte emocional porque ahora me siento más aliviado y hoy, lunes, estoy decidido a cruzar con total normalidad la puerta de la escuela, siguiendo su consejo.

Por un momento entro en pánico cuando me topo con un grupo de estudiantes en el pasillo de los casilleros. Camino a paso rápido hacia mi salón de clases, pero luego me doy cuenta de que estoy actuando de manera rara, ya que nadie se fija en mí y tienen su atención puesta en diferentes actividades, como guardar sus cosas en sus casilleros o leer una separata. Otros parecen platicar con sus amistades sobre alguna fiesta de fraternidad a la que han asistido el fin de semana.

Eso me hace soltar un largo suspiro mientras pienso sobre cómo la mente puede ser tan traicionera. Al principio me sentí como si estuviera caminando por un sendero rodeado de arpías. No obstante, ahora es como si me sintiera el ser más insignificante al que nadie parece notar.

Durante las dos primeras clases todo transcurre de manera habitual, sin ningún tipo de rumor o comentario acerca de mi torpeza del viernes en la cafetería y eso me sorprende, porque en esta escuela el chisme sale como pan caliente y todos los grados se terminan enterando por más mínimo que sea. Y eso lo puede constatar Jeremy, un chico de onceavo grado que tiene caspa y al que nadie se le quiere acercar por repulsión o miedo a que se le pegue el hongo, cosa que es falsa porque la caspa no es contagiosa, según leí en internet.

Es por eso que, durante mi etapa escolar, he mantenido un perfil bajo, porque no me gustaría estar en boca de todos con cualquier chisme barato que se pueda crear.

A mitad del día nos llevan al laboratorio para mostrarnos algunos tejidos animales en los microscopios. La clase de biología es una de mis favoritas, porque sé que puedo disfrutar de momentos científicos como este que me ayudan a potenciar ese gusto por la vida animal que quiero seguir conociendo cuando egrese de la escuela y estudie Medicina Veterinaria.

Todo parece marchar de la mejor manera, hasta que Molly me pide que la acompañe a la cafetería por una hamburguesa y todo el acopio de valentía y empoderamiento que he realizado hasta el momento, se disipa y abre paso a una racha de inseguridad y temor en mi interior.

No sé cómo reaccionar ante su petición. Primero, me niego rotundamente a acompañarla, porque no ha pasado ni una semana del incidente que tuve con la chica y mi mente empieza a jugar sucio al decirme que ella puede estar allí esperando a que aparezca para humillarme y dejarme en ridículo frente a todos.

—La única forma de que yo vuelva a entrar allí, será muerto, Molly. —Me cruzo de brazos y niego con la cabeza.

Mi compañera rueda los ojos y me jala del brazo con fuerza.

—Vamos, Nicolás, tienes que volver a pisar la cafetería de nuevo. —Se coloca detrás de mí y comienza a empujarme. Consigue moverme un poco y ahora mi nuevo temor es perder el equilibrio y caer con ella encima.

Solo de los dos, Christhoper © [Completa ✔️]Where stories live. Discover now