Carta 171

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Hace unas horas, mi familia y yo fuimos al centro comercial. Compramos despensa y cosas que necesitábamos, ya que oficialmente viviríamos todos juntos. Que sorpresa. Frente al centro comercial, hay una tienda de vestidos de diseñadores prestigiosos.

Mientras desayunábamos, le comente a mi familia que la madre de Eithan nos había invitado esta noche a cenar a su casa para celebrar lo de sus restaurantes. Leila me dijo que para todos era un gusto, pero que lo mejor sería que yo fuera sola. Mi padre se entrometió y dijo que no, que tenía que ir con alguien. Que no importaba que fuera hombre o mujer, sola no iría. Le pedí a mis hermanos que me acompañaran y todos se negaron. Le pedí al abuelo y me dijo que ya estaba muy viejo para eso. Era una cena, no era una fiesta tipo proyecto X. Leila le dijo a Meliá que me acompañara, que sería una buena ocasión para conocernos. Ella no quiso. Mi padre al notar que nadie quería acompañarme, me dejo ir sola. Bueno, fue gracias a Leila.

-El es un buen chico-dijo ella-deja vivir su vida. ¿Acaso no recuerdas cuando te fugabas de tu casa para poder verme?

Al salir del centro comercial, Leila me jaló hacia la tienda de vestidos. Entramos y ella observó fugazmente todos los vestidos. Al pasar por cada pequeño pasillo, Leila tomaba los que más le gustaban.

Después de menos de 10 minutos, me entregó varios vestidos. Me arrastro hasta los proveedores y me hizo probármelos. Los vestidos tenían una palabra en común: clásicos. Mis favoritos.

Los vestidos que me provee eran muy lindos, pero no me gustaba como se me veían. Desperdicie minutos de mi vida. Le entregue los vestidos a Leila y ella me entendió. Mientras Leila ayudaba a una de las señoritas yo caminaba por los pasillos, un vestido robo mi mirada. Lo tomé y entre al probador. Me lo puse y modele para mí misma. Me encantaba este vestido. Era un vestido color negro, de manga ¾. Lo más hermoso del vestido era el encaje.

-Se te ve hermoso-dijo una voz femenina.

Había dejado la puerta abierta, que estúpida. Era la mama de Eithan. Ella me miraba feliz.

-¿Es para esta noche, cierto?-me preguntó.

Miré el precio. Rebasaba mis límites.

-Solo me lo provee.

-No me mientas cariño-se acercó a mí y miró la etiqueta.- Quítatelo, te espero en la caja.

Cerró la puerta y sé fue. Me miré al espejo. Me lo quité y me puse mi ropa, salí con nerviosismo de los proveedores. Busque a Leila con la mirada para que me sacara de este lió.

-Vamos, no seas tímida-se acercó hacia mí y me quitó el vestido. Se lo entregó a la cajera y lo pagó. Ella me entregó el vestido.

-Te veré está noche.-le entregaron un dos cajas, ella les agradeció.

-No puedo ...-aceptarlo-le dije.

-Sí puedes.

-Es mucho dinero. Demasiado dinero.

-El dinero es lo de menos. Mi hijo está encantado por ti, eso me hace feliz. Esto es una manera de agradecerte.

-Usted no tiene que agradecerme nada-se acercó a mí y besó mi mejilla.

-Te veo más tarde-dijo y salió de la tienda.

Me giré y Leila venia cansada. Mi padre le envió un mensaje diciéndole que nos fuéramos en taxi a la casa. En el camino, le conté lo que paso cuando ella no estaba. Le mostré el vestido y sus ojos brillaron.

Leila me dijo que no estaba mal aceptar cosas de los otros, que si la madre de Eithan me lo quiso dar como agradecimiento que estaba bien, que ella haría lo mismo. Dijo que su madre era muy amable por darme ese lindo y caro detalle. Después me hizo prometerle que iría con ella de compras algún día de estos, según ella tenemos gustos similares.

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