Carta 201

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Luke Hemmings

Hoy era el último día. Por fin sería libre. Desde el día que llegué hice todo lo que me pidieron, seguí las reglas y me comporte como un buen adolescente. A los demás no les quedó de otras, aunque ellos no quisieran, tenían que obedecer.

El que se suponía que era mi mejor amigo jamás me llamó, jamás. Pero no me importo, en este manicomio encontré a alguien mejor que él, encontré a Hooder. El y yo habíamos planeado una vida juntos. Al salir de aquí viviríamos juntos. El señor Wilde nos proporcionó bastante ayuda gracias a nuestro gran esfuerzo. Nos dio un trabajo y una casa. Cuando nos dio la noticia los dos nos alegramos bastante, lo único malo es que el trabajo y la casa estaban al otro lado del mundo.

Al llegar al aeropuerto de Sídney todos corrieron hacia sus padres. Me alegré mucho por los demás, todos lucían felices. Incluso la madre de Hooder está aquí llorando a mares abrazando a su estupendo hijo. Me despedí de todos y salí del lugar. Tome un autobús hasta casa y disfrute del viaje. Estaba dolido. Mi padre días antes me había llamado y me informo que no irían por mí.

"Desde que te fuiste todo cambio. Ya nada es igual, nada lo es. Tu comportamiento cambio no solo mi vida ni la tuya. Cambió la vida de los seres que te rodeaban."

Al bajar del autobús recordé las palabras de mi padre. Por pensar en sus palabras no me di cuenta que baje en la calle equivocada. Había bajado en la calle de Hera. Pase saliva y camine hacia su casa. La extrañaba mucho.

Toque el timbre de la casa y mordí mis labios.

-¿Tú debes ser Cristóbal, verdad?-Me gire para ver a la mujer que me preguntaba. Asentí y ella sonrió.- La familia Riley te ha estado esperando.-sacó unas llaves de tu pantalón y abrió la casa.-Pasa, la hija de los Riley llegará pronto.

La señora se fue y cerró la puerta. Diablos, qué confianza. ¿Quién mierda era Cristóbal? Subí las escaleras y entré a la habitación de Hera. Todo estaba diferente. No me agradaba nada el nuevo estilo de Hera, era muy...femenino. Por un segundo pensé que este no era el cuarto de ella, Hera ni loca sería femenina al cien por ciento.

Abrí su closet y casi me quedo ciego. ¿Qué había pasado con mi Hera?

-Wow, vaya cambio Lukey.

Miré de pies a cabeza a la chica.

-No es necesario que me imagines desnuda, puedo quitarme la ropa si quieres.

-¿Qué haces aquí?-le pregunté a Meliá.

-Eso debería preguntarlo yo. La anciana de al lado me dijo "Cristóbal ha llegado, está adentro".-imitó la voz de la señora.-Y bueno, tú no eres Cristóbal.

-¿Quién es él?

-El que preparara la boda.

-¿Cuál boda?

-Lo siento, creí que lo sabías.

-¿Saber qué?

Meliá se sentó en la cama y me sonrió.

-Eithan y Hera se casaran.

Me comencé a sentir mareado, sentía náuseas. Un gran nudo ato mi garganta. Tenía un horrible dolor en el pecho. Tenía que ser una broma. No me fui tanto tiempo, no pudo pasar esto. Quería llorar y golpear a alguien.

-Se casaran a finales de este año.

-Esto es una broma ¿Verdad? Ella te pidió que me dijeras esto.

Meliá tomo mi mano y caminamos hacia la habitación o la que era la habitación de Emmanuel. Había una pared tapizada de recortes de vestidos de novia. En una mesa había varias invitaciones y en otra centros de mesa.

-Hera está muy feliz.

-No es verdad. ¡Ella no se va a casar!-grité y golpeé la pared.

-Ella te olvido muy rápido. Es tu turno. Olvídala.

Meliá se me acercó y yo la empuje. Baje a la sala y tomé mi maleta. Salí de la casa de los Riley y corrí a la mía. Un par de lágrimas empezaban a caer de mis ojos. Toque el timbre de mi casa y nadie me abría. Tome una roca y rompí un vidrio. Abrí la puerta y subí corriendo a mi habitación. Azote la puerta y luego lancé mis cosas. La rabia me estaba invadiendo. Hera no podía ser feliz, no podía. Ella tenía que serlo conmigo. Los dos deberíamos ser felices juntos.

Tome el unico portaretrato que tenía en mi habitación. Un portaretrato perfecto con una foto perfecta. La foto era de ella y yo juntos. Ese día fue de los mejores. Fue en nuestro cumpleaños. Hera y yo cumplimos el mismo día. Recuerdo que era lunes, era día de escuela.

Como siempre yo llegué temprano y ella llegó tarde. A la hora del receso nuestros amigos nos llevaron un pastel y varios regalos. A la hora de morder el pastel la empuje y su cara se lleno totalmente de pastel. Ella se enojó, tomó el pastel y me lo embarro en toda la cara y mi ropa. Los dos nos empezamos a reír y luego los demás. En ese momento alguien nos tomo la foto. Jamás supe quien no la tomo. Solo la vi en mi banca al término de clases. Sea quien sea, le agradezco por tomar la foto.

Me acosté en mi cama con la foto y como la marica que soy, empecé a llorar. Me dolía el corazón.

Mil recuerdos venían a mi cabeza, odiaba esto. Odiaba amar a Hera, lo odiaba.

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