Carta 220

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Desde hace 10 días Hera había desaparecido totalmente de la faz de la tierra y de mi corazón. La razón por la que se fue probablemente fue nuestra última pelea. Sinceramente fue horrible. No estoy hablando de la pelea que tuvimos en la calle, esa fue como todas. Más bien hablo de la que tuvimos en su habitación. Como siempre todo estaba mejorando entre nosotros pero por algún motivo demasiado estúpido todo se arruino. Hera y yo terminamos golpeándonos con palabras y bueno, a golpes. Después de que me diera el último golpe ella tomo con rapidez una mochila. En ella hecho ropa y algo de comida. Tomo mi sudadera favorita y antes de salir de la casa me dio una triste mirada.

El primer día no les dije nada a mis padres, ellos no habían estado en casa. En todo el día no supe nada de ella. Supuse que solo era un berrinche de ella.

El segundo día mi madre comenzaba a sospechar. Mi cara y mi cuello no podían ocultar la verdad. Mi ojo estaba morado y mi cuello rasguñado. Ella me pregunto por Hera y tuve que decirle que se había ido a visitar a unas amigas. Creí que ella no me creería, pero sí lo hizo.

El tercer día me empezaba a sentir demasiado culpable. Su capricho ya había durado 3 días. El no saber nada de ella me estaba matando. Llame a Hades para preguntarle por ella pero el me dijo que no sabía nada de ella. Hades se preocupo y tuve que decirle que era una broma.

El cuarto día mi madre me pidió a gritos y lagrimas que le dijera la verdad. Tuve que decírsela. Ella empezó a llorar más y llamo a mi padre. Él le dijo que ni aunque se pusiera loca llamara a la policía, porque si pasaba algo al que terminarían metiendo a la cárcel sería a mí.

El quinto día todo se mejoro un poco. Hera llamo a mi madre y le dijo que estaba bien. Mi madre se relajo un 90% y dejo de culparme.

El sexto día mi madre se puso más paranoica que nada. Su 90% de paz se esfumo. Me hizo buscar a Hera desde la primera hora por todo Sídney. Obviamente no la encontré. Cuando llegue a casa mi madre me golpeo y me empezó a gritar. "Te juro que sí le pasa algo te arrepentirás.", me dijo de una manera demasiado cruel.

El séptimo día salí de nuevo a buscar a Hera. Esta vez fui a buscarla a nuestros lugares favoritos. Cuando fui al bosque, me senté en nuestra banca. Cerré los ojos y me imagine. Cuando la vi todo fue horrible. Por primera vez me arrepentí de verla. Ella se veía tan... no sabía cómo explicarlo. Su piel estaba pálida, lucía más delgada, sus ojeras caían hasta sus labios y bueno, era horrible. Ella me miró de pies a cabeza y luego empezó a caminar. La empecé a seguir y me llevo hasta una azotea. Esta era muy bonita, muy su estilo. Ella me pidió que me sentara y yo obedecí. A los minutos me trajo un poco de pan y un taza de té. Se sentó a mi lado y luego besó mi mejilla.

-¿Cuándo nos dejaremos ir?-me preguntó.

-Yo no me quiero alejar de ti. Ni ahora ni nunca.

-Es lo mejor para los dos.

-Lo será para ti, pero para mí no.

-Entonces sí lo es para mí, yo me alejare de ti.

-¿Por qué eres tan envidiosa?

-Yo no soy envidiosa. Tú si lo eres. Yo ya encontré a una persona que me hace feliz.

-Tú me haces feliz. Yo no quiero buscar a alguien más.

-Yo no te hago feliz.

-Sí lo haces.-la tome de las manos.

Hera di un gran respiro.

-Mira Luke. Yo estoy enamorada de Eithan, ya no estoy enamorada de ti. Por lo que más quieras, déjame en paz. O bueno, sí no me quieres dejar en paz, deja de amarme.

-No voy a hacer lo que me pides.

-Entonces haz lo que se te de la maldita gana. Al final el que sufrirá más, vas a ser tú.

El octavo día mi madre hablo conmigo. De madre a hijo. Hablamos de Hera. Ella me pregunto que sí aun la amaba y le dije que sí. Algunas madres les prohíben a sus hijos drogarse, no ver televisión, no usar el internet o incluso no comer golosinas. Mi madre era diferente a las demás. Ella me prohibió amar.

-Ella sí te amo, sí lo hizo. Pero el amarte no le impidió conocer a otra persona que sí lo da todo por ella y que hacerla feliz sea una rutina de lunes a domingo. No como tú que solo era cuando querías.

El noveno día no quise ni pensar en ella.

El decimo día me canse del dolor. Decidí darme un baño, ya que desde que ella se fue no me he bañado. Cuando entre al baño, a tomar una ducha y me cayó el primer chorro de agua, comencé a llorar y a abrazarme a mí mismo. Estaba destrozado, de nuevo. Con una corazón roto y sin esperanza de volver a verla.


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